Confusión

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Me miraba en el espejo, examinaba mi rostro, mis ojos, mi cabello, mis labios. Tenía algunos rasgos asiáticos como mi madre y rasgos franceses como mi padre, una mezcla de ambos, china y francesa. Es lo que veía en mi rostro.

¿Habrá sido eso? ¿Qué hice para que el señor Agreste me dijera esas palabras? ¿Será por mi rostro? Sé que soy bonita, pero no para hacer que un adulto se sintiera atraído hacia mí, lo esperaría de un chico de mi edad, hasta alguien mayor que me lleve unos tres años, quizás, hasta podría tolerarlo de alguien de veinticinco, pero no de él.

Tengo miedo de verlo, siempre que veo a Adrien salir de su limusina entro corriendo adentro de la escuela pensando que debe estar dentro de ese vehículo observándome. No quiero que me mire, no quiero que me siga mirando.

Alya estaba notando mi extraño comportamiento y yo no era capaz de decirle lo que había pasado. No era capaz. Tal vez ella pudiera defenderme, pero no soy capaz de soltarle lo que pasó, las palabras no me salen, no tengo voz.

—Amiga, si no has invitado a Adrien a salir, no tienes porque decaer así—me dijo un día.—Ten fe, pronto serás muy, muy valiente.

Ella me tomó de los hombros con ternura y le sonreí por aquel apoyo antes de abrazarla con fuerza.

—Te quiero Alya, gracias por ser mi apoyo, siempre.

—Para que están las amigas.

De no ser por ella no habría conseguido finalmente lograr pedirle a Adrien salir con él. Lo invité a beber un smoothie después de una se sus sesiones de fotos y a caminar por la Tour Eiffel.

Fue el mejor día de todos, me olvidé el problema que me carcomía estando en presencia de Adrien, estaba tan feliz en estar con mi Adrien que deseaba que fuera capaz de rodearme entre sus brazos para estar a salvo, segura de todos mis problemas y de los peligros del mundo.

—Me alegra mucho salir contigo, Marinette. Es agradable con una gran amiga como tú.

Una amiga. No he podido tener la oportunidad de decirle cuanto lo amo, él todavía me ve como una amiga.

«Debes demostrarle tu amor de alguna manera».

Mis ánimos volvieron a como era antes, ya no había más insomnios, alejarme del señor Agreste fue la mejor opción que haya tenido, así seguramente se olvidará de todo. E intentar salir con Adrien para demostrarle mis sentimientos era el siguiente paso que iba a tener. Si no fuera por Chloé que intentaba quitármelo de encima, tal vez lo hubiera logrado.

Pero no importaba, fuera de clases lo podía ver. Me esforzaría para intentar decirle lo que sentía.

Incluso junto con Nino y Alya salimos a pasear juntos, intentaba poder estar un momento a solas para decirle que lo amo, aunque Adrien no se sentía cómodo por dos razones: uno, el guardaespaldas que siempre estaba detrás de él; dos, su padre ha estado actuado bastante estricto en estas últimas semanas, incluso no lograba verlo mucho y debía irse pronto por la sólida puntualidad que debía obedecer por su padre.

—Lo lamento tanto, Adrien —dijo Nino en señal de consolación.

Yo tiemblo de pensar en el señor Agreste, en cómo me había dicho que sentía una atracción hacia mí, me hizo sentir una amargura en mi ser y mis amigos podían notar una actitud extraña en mí cuando me observaron, al menos eso fue lo que me dijeron cuando me preguntaron si escuché lo que habían dicho.

Mi vida volvía a estar llena de alegría cuando volví a salir de paseo con Adrien, solo nosotros dos, era como ir al cielo nuevamente, había logrado librarse del guardaespaldas de alguna manera y yo aproveché para estar a su lado.

La nínfula de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora