Decir un no, imposible

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Me levanté tarde nuevamente, ya se estaba volviendo costumbre, tanto que mi profesora ya no se molestaba mientras hiciera el doble de tarea por eso.

Suspiré, me lo merezco, aunque no sé si el castigo es mejor que las tareas extras.

No podía mirar a Adrien durante la escuela, tampoco podía dejar de pensar en Gabriel, casi sollozo. Esto no está bien, no puedo sentirme así, he amado a Adrien desde el día en que lo conocí, al señor Agreste, apenas lo conozco oficialmente en persona; no cuenta aquel enamoramiento platónico pre-adolescente que tuve hace tiempo. Cómo saber qué me conviene hacer cuando tengo estas dudas en mi cabeza.

Hasta imagino como se verá Gabriel cuando use la corbata, le quedará muy bien.

¡Despierta ya Marinette! ¡Pon atención a la clase si no quieres seguir castigada!

—¡Marinette! ¡Mira las doce en punto!

Al mirar al frente, Adrien se acercaba a nosotras, Alya dio una excusa y se fue dejándome sola. Refunfuñé un poco por eso, abandonarme de esa manera sólo para que pudiera hablar con Adrien, no sé si este sea un momento adecuado para eso.

—Hola, Marinette.

—Hola, Adrien.

—He estado pensando que sería estupendo la idea del desfile. Yo más que nada quisiera modelar un traje hecho por ti ¿Qué dices? ¿Aceptas la propuesta?

No era capaz de decirle que no, estaba incapacitada para poder negarme, así que simplemente le dije que sí.

—Estupendo, se lo diré a papá, no temas en que vaya a negarse. La oferta sigue en pie.

Él me tomó de los hombros con dulzura añadiendo:

—Haré lo posible por apoyar en lo que me pidas si es posible.

Sus palabras me hicieron sonrojar. Siempre tan dulce y considerado como siempre lo he visto, en cambio, a Gabriel, no sé que pensar en él, se que intentó violarme pero tuvo la suficiente fuerza de voluntad a último momento para no hacerlo y arrepentirse sacando a la luz el dolor que él sentía a falta de su esposa, de una compañera, de una mujer a quien amar.

De allí me daba cuenta que nadie, sea joven o adulto, puede vivir sin una compañía, ni siquiera Gabriel Agreste. 

Terminando las clases me la pasé haciendo mis tareas. Ya era de noche y apenas llevaba en la mitad por el doble que tarea que tenía que hacer debido al castigo de la maestra.

Al siguiente día, me dediqué a continuar con el resto de mi tarea, cuando terminé y bajé hasta la cocina, mi madre estaba abajo y al verme comenzó a mencionar:

—Sé que no te gusta que te castiguemos por llegar tarde, pero tu padre y yo lo hacemos por tu bien. Pero, por esta vez te levantaremos el castigo ya que te has hecho muy responsable con tus tareas. 

—Sé que dije que no volvería a suceder, pero es complicado no poder dormir bien.

—Bueno, si me cuentas que te está causando el insomnio quizás pueda ayudarte.

No era capaz de decirle que era mi situación entre Adrien y Gabriel, se moriría de un infarto si supiera que un hombre mayor está enamorado de mí y que me he dejado besar por él.

—¿Es un muchacho? —Indagó mi madre.

—¡Mamá! —dije en casi un resoplido.

Mi madre se rió al verse en lo correcto, al menos ella pensaba que era por un muchacho, en parte lo es. Creo que aún puedo ocultarle algunas cosas a mis padres que no deseo que sepan, por más que me conozcan bien.

La nínfula de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora