Perdonar

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Yo deseaba tanto verlo, quería que estuviera bien, debería de estar enojada con él, pero no puedo. Tengo que verlo para poder decirle que a pesar de lo que hizo mi corazón se niega a dejarlo ir.

Pero papá nunca me dejaría verlo. Intenté ir al hospital y mi padre que me había estado siguiendo, me llevó devuelta a casa castigándome por lo que había hecho. Ya perdí la cuenta de cuantas veces me ha estado castigando por el simple hecho de querer ver a Gabriel.

—Tienes terminantemente prohibido ir al hospital, vuelve a hacerlo y te castigaré por un mes.


Cerca de Nochebuena y en estas fechas no es bueno tener odio en nuestros corazones, y el mío mucho menos, ahora que me preocupaba que Gabriel seguía sin despertar, tal vez si no se hubiera arriesgado para salvarme, él seguiría bien.

Ese día había salido sigilosamente de mi casa hacia el hospital con una caja de dulces que saqué de la panadería.

Si ya había despertado, quería verlo, mi madre me lo había contado aquel día cuando volvió de la calle sin que mi padre se enterase cuando fue a averiguarlo por mí. Hasta le preguntó por mí, en verdad me sorprende que mi madre no se lo haya tomado tan terrible como mi padre y agradezco eso buenos gestos que ha tenido conmigo.

Pero jamás hubiera salido si no me hubiera enterado de la gran tormenta de nieve que azotaba París, era tan fuerte que no lograba ver nada, en plena calle me resbalé por la nieve y caí en el frío suelo helado. No podía levantarme debido a un ardor que sentía en mi pierna, me dolía como si hubiera tocado hierro caliente y terminé llorando en el suelo, jurando que mis lágrimas se convirtieron en copos de nieve en aquel momento; y el frío comenzaba a entrar en mi huesos hasta volverme un cubo de hielo.


Comenzaba a pensar que me quedaría congelada en la nieve, hasta que desperté en mi cama cubierta de varias mantas. Salí de la cama rápidamente, mareandome en el proceso. 

Tal vez ni siquiera salí de mi casa hoy y todo lo había soñado. Suspiré, como deseaba ver como estaba Gabriel, ahora lamento haber desaparecido todo rastro de él en mi habitación, incluyendo mis sábanas que ya no tienen nada de su olor de aquella noche que durmió aquí conmigo.


Faltaban unas horas para la Nochebuena y mis padres ya estaban terminando de vender los troncos de navidad a los clientes y guardando la caja de donaciones que enviaríamos al hospital infantil.

—Me alegro que hayas despertado, te quedaste dormida en todo el día.

Ahora recuerdo, no pude dormir en toda la noche y al parecer lo de salir al hospital a ver a Gabriel fue simplemente un sueño. Por un momento pensé que en verdad había ocurrido todo eso.

Suspiré y les ayudé a mis padres con las últimas ventas.

Pasar la Navidad con ellos no fue la más animada de todas. Yo me sentía muy mal por dentro debido a Gabriel, si mi padre me hubiera dado permiso no hubiera estado en Navidad con una cara tan larga incluso en la mañana cuando estuvimos abriendo los regalos.

«Y yo que había planeado darle un regalo a Gabriel y eso nunca se hará».

Estaba tan deprimida que no le envié a ninguno de mis amigos un mensaje para darles una felicitación por la Navidad.


El Año Nuevo tampoco fue animado, ya nada me animaba por ahora, estaba tan apagada, sólo quería ver a Gabriel, no podía dejar de pensar en él. Aunque por obligación, vi los fuegos artificiales que lanzaban al exterior junto con mis padres cuando el reloj ya dio las doce de la noche.

La nínfula de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora