De mala a buena suerte

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Tengo una vida normal, soy una adolescente de diecisiete años que asiste a la escuela Francois Dupoint, también tengo una mejor llamada Alya y una, prácticamente enemiga, llamada Chloé Burgeois, que cree el por ser hija del alcalde es la mejor de todos en el salón y mejor que todo el mundo. Además de tener la idea de tener poder de hacer lo que quiera, es una molestia, pero yo no soy alguien para hacer cambiar a las personas.

Mis padres tienen el oficio de panaderos, tienen su negocio de pastelería justo debajo del departamento donde vivo. Soy la hija del panadero que hace, aunque no sea por presumir, el mejor pan de todo París según las personas que han entrado y salido de la pastelería, es lo que siempre escucho. Mi padre me adora al igual que mi madre. Ella es de China y mi padre nació aquí en París, lo que me convierte a mí en franco-china.

A pesar de hacer muchas torpezas, sobre todo en la casa, mi madre me adora y siempre está para apoyarme en todo al igual que mi padre, casi nunca me castigan debido a mi buen comportamiento. Soy muy feliz al tener a las personas más dulces de mi vida que son mis progenitores, no sé que haría sin ellos.

Mi vida no estaría perfecta si no fuera por Adrien Agreste, el guapo hijo de mi diseñador favorito, Gabriel Agreste. Desde le primer día en la escuela, he estado enamorada él, es tan...Perfecto, sí, esas es la palabra adecuada, es perfecto; un modelo, esgrimista, músico y hasta habla chino, el idioma de la procedencia de mi madre. Todo en él es perfecto, desde su rostro hasta su actitud tan gentil y dulce.

He tratado varias veces de acercarme para hablarle, pero debido a lo torpe y cobarde que soy en su presencia, nunca lo consigo, tengo tan mala suerte en eso. Cada vez que estoy cerca la desgracia me impide ser yo misma delante de él.

Por suerte, siempre tengo a mi mejor amiga que me apoya y trata de dar esos empujones para dejar de tener miedo de hablar con Adrien. De no ser por ella, ya estaría al borde del abismo por no poder estar cerca de él sin que algo suceda para impedirlo.

No puedo evitar estar flechada por él, sé que todas las chicas también lo están, pero ellas han visto mucho su belleza, yo he visto más allá de aquella belleza y sé como es él realmente, aunque él aún no sepa como soy en realidad, siento que somos el uno para el otro. Por eso, nunca pierdo la esperanza de que algún día se fije en mí y seamos novios, luego esposos y tengamos tres hijos y un hámster...

«Marinette, detente», me decía a mí misma «Debes dar un paso a la vez».

Además, si no fuera por Chloé que siempre se pone en medio cada vez que puede, tal vez no sería difícil.

«Que estoy pensando, con o sin Chloé no puedo ni acercarme a Adrien para decirle al menos dos palabras sin que luego tiemble de los nervios o suelte una tontería».  

La única vez que tuve el valor de hablarle fue cuando entré por accidente al baño de chicos, fue la peor humillación de mi vida. Por semanas todos cuchicheaban de aquel incidente cuando me veían, incluso Chloé se burlaba de mí diciendo que era una pervertida.

Pervertida, no soy ninguna pervertida, ni siquiera vi nada, solo a chicos en medio del baño y otros lavándose las manos, no vi otra cosa que no tendría que ver.

Cada día me levantaba de mi cama, miraba las fotos que tenía de Adrien que había recortado de las revistas y las tenía colgadas en la pared de mi habitación, antes de ir a bañarme y vestirme con mi ropa habitual: una camiseta blanca con cuello negro con dibujo estampado de flores rosas y hojas negras, una chaqueta gris oscuro con cuello y mangas cortas con un estampado blanco con motas rosas, unos jeans rosados y unas zapatillas tipo ballerina de color rosa. Adoro ponerme esa ropa, yo le diseñé algunos detalles como el estampado a mis mangas y los dibujos de mi camiseta. Incluso el pequeño bolso rosa que siempre llevo con el dibujo de una eme con flores es de mi propia creación.

La nínfula de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora