Lastimada

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—Ya te dije que estoy ocupada.

Era Gabriel otra vez, no quiero hablar con él, no tengo ganas de hacerlo luego del incidente que le ocurrió con la fiebre, de sólo recordarlo me pongo roja de la vergüenza.

Me pregunto si no será tarde para darle una oportunidad a mi corazón de volver a amar a Adrien, podríamos tener una segunda oportunidad y estar juntos, como debió haber sido siempre.


Invierno, no es mi época favorita pero me gusta que el clima esté así de fresco y además puedo usar mis abrigos que yo misma diseño para mí. Eso era lo bueno de ser diseñadora de modas, puedes presumir de tu talento en cualquier época del año.

Lo malo es esa Chloé, que siempre presume de sus grandes fiestas de banquete a las cuales no invita a nadie del salón, y si lo hiciera, no estaría invitada.

Suspiré en el salón observando la clase, ojala hubiera algo que me hiciera olvidar los acontecimientos con Gabriel, mas no se puede desear volver a olvidar. Luego de aquella experiencia del terrible accidente, no quiero volver a olvidar, no quiero volver a estar en las sombras del olvido, es horrible, no sé que hubiera ocurrido si en lugar de olvidar mis recuerdos de unos meses hubiera olvidado los recuerdos de toda una vida.


El señor Agreste quería que fuera a verlo y yo no deseaba hacerlo, hasta hago en lo posible por no contestar a sus llamadas telefónicas cuando veo el nombre en la pantalla de mi celular.

¡Que se vaya a ver a esa tal Emilie!

Me duele en el alma pensar que no me ama, y pensar que me entregué a él sin amor duele aún más.


Al menos salir por París me ha tranquilizado y me he olvidado del asunto del señor Agreste. Lo necesitaba para no ponerme como una neurótica o peor. Invierno, se siente tan triste, pero al mismo tiempo tan tranquilo, creo que en verdad podría sacar el lado positivo de este clima tan frío. 

Me divertí haciendo paseos por París, tomando un chocolate caliente en una cafetería y encontrando hermosos paisajes que me inspiraron a diseñar nuevos vestidos que dibujé en mi libreta de dibujos. Incluso la mayoría fueron inspiradas por las obras de exhibición que veía en el Louvre, como aquella del antiguo Egipto el cual era sorprendente, aunque la ropa que usaban en esa época era más reveladora de lo que muestran en los dibujos de papiros, según leí en los libros de historia.

Fuera del Louvre, me fui caminando para dirigirme a casa, estaba comenzando a hacer frío por el invierno, mucho más frío del que había sentido en el rostro cuando salí, lo sé por las pequeñas brisas que comenzaron a tocarme en mi cara, como si fuera una pequeña caricia invisible la que me estaban dando. 

Caminaba por la acera cuando vi un auto oscuro detenerse cerca de donde estaba, no tenía que ser adivina para saber de quien se trataba; y no me equivocaba cuando caminando escuché decir:

—Marinette.  

Y volteé a ver al señor Agreste asomando su cabeza por una ventanilla de su auto, sabía que era él, reconocería ese vehículo. Me sorprendió demasiado, nunca antes lo había visto fuera de la mansión, mas bien, nunca creí que salía por su cuenta de la mansión Agreste de las veces en las cuales él simplemente lo hacía para llevarme a casa. Creí que siempre se la pasaba encerrado en la mansión, ocupado en sus diseños, en su trabajo.

Pero no, no me iba detener, continué caminando sintiendo que el vehículo me seguía.

—Necesito hablar contigo —escuché decirme.

La nínfula de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora