Incomodidad

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Respira Marinette, respira. 

Me repetía mentalmente que todo iba a estar bien cuando observé que me habían dejado pase para poder entrar a la mansión Agreste en cuanto vi que las rejas del exterior se abrían después de tocar el timbre, entré con un poco de extrañeza y me detuve en el vestíbulo. Observando como el señor Agreste se acercaba de las escaleras hasta a mí y entonces escondí rápidamente la caja, algo que no funcionó muy bien, ya que debió haberla visto cuando se había acercado un poco más, era inútil ahora esconderla. De haber pensado mejor las cosas, hubiera escondido la caja mucho antes de entrar.

Aunque debo admitir que me extrañaba ver al señor Agreste, sobre todo porque me haya permitido entrar, espero que este no sea el día en que pierda la oportunidad de poder estar con Adrien, todas mis acciones, seguramente le hacen pensar al señor Agreste que no soy una buena chica, ni siquiera para su hijo. Y no puede decirme que está ocupado, en su horario no dice que tenga alguna actividad este día.

—Adrien está en sus clases de piano—me respondió como si hubiera leído mis pensamientos aunque sabía de antemano que era obvio que quería ver a Adrien.

—Pero si hoy no le tocan clases de piano.

—¿Cómo lo sabes?—quiso saber él con un tono de curiosidad.

—Pues...yo...él...me contó de sus horarios. 

Si le digo que conozco el horario de Adrien que incluso lo tengo en una enorme pancarta en mi habitación me verá como una acosadora y no me permitirá estar con su hijo por ser una enferma obsesionada con Adrien. Siento que voy a caer en un abismo en este preciso instante, tal vez ahora me vaya a decir lo que más temo escuchar.

—No me dejas convencido, aunque su horario ha sido cambiado por las constantes sesiones de fotos debido a la próxima exhibición de mis nuevos diseños, siempre se los cambio de acuerdo a las circunstancias y nadie más conoce los horarios de mi hijo salvo yo —se inclinó para mirarme de manera fija —y Nathalie.  

Y volvió a enderezarse, teniendo una mirada analítica hacia mí.

—Es en serio, Adrien me contó de sus horarios — no podía dejar de sentir nervios por eso. No quiero que sepa ese secreto, por favor, no me pregunte más. 

—No puede ser molestado en sus clases hasta que termine. Una práctica sin interrupciones le asegurará que la melodía se toque perfecta.

—Ya veo, lo lamento, señor Agreste. 

Suspiré.

—En verdad no quiero que siga pensando que soy una mala chica. Lamento si le doy una mala impresión, pero créame, que no soy realmente así.

Había venido en vano mi visita, así que me di media vuelta para retirarme.

—Marinette. 

Volteo al escuchar decir mi nombre dejándome atónita, jamás pensé que terminaría llamándome por mi nombre de pila ¿Querrá decirme algo? ¿Y si quiere insistir con saber cómo es que yo sé del horario de Adrien?

—Ya que estás aquí, quisiera tener una charla contigo. 

Seguramente para sacarme esa información y marcarme como una acosadora por tener ese horario en mi casa en una pancarta grande. Trago un poco de saliva por esta incomoda situación que estoy teniendo con mi posible suegro.

Pero por otro lado, si quiero tener mejor oportunidad con Adrien, debo caerle bien a su padre. Así que lo seguí mientras caminábamos hasta llegar a la sala. 

Me senté en uno de los sillones y éste se sentó en frente mío.

  —Es sobre mi hijo. Como ya habrás notado, siempre me gusta saber todo que hace Adrien, eso incluye saber sobre sus amigos. 

La nínfula de GabrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora