Golpe Inesperado [N.H.]© Parte #2

2. Despertar.

Abby.

Un pitido agudo y ensordecedor inunda mis oídos y cala hasta mi cerebro.

Duele. Todo duele, siento que no puedo moverme. De hecho, no puedo moverme.

Oh por dios, oh por dios... No puede ser, ¿estoy muerta? No, no lo creo, estoy segura que lo que siento es dolor, creo que muerta no podría sentir nada.

Quiero moverme, de verdad lo quiero, pero mi cuerpo no responde. Mi cuerpo no hace movimiento alguno. Esto está mal.

De nuevo lo intento, tratando de mover mis brazos, pero lo único que logro es que un quejido ronco y dolorido salga de mi garganta.

Demonios, ¿eso salió de mí? Maldita sea, ¿Qué está pasando?

– ¿Abby? –escucho la voz suave de mamá, por sobre el molesto pitido.

– Pequeña, ¿puedes oírme? – ¿papá? ¿Es papá? Hace tanto tiempo que no hablo con él, mucho menos que lo veo. ¿Él está aquí?

Reúno todo mi esfuerzo y me concentro. Bien, debo hacer que mi cuerpo responda, esto me está poniendo de los nervios. ¿Por qué rayos me duele todo el jodido cuerpo?

Abro mis ojos, despacio, temiendo de lo que pueda encontrarme. Puedo aparecer en las puertas del cielo, en las del infierno, o en mi querido y apreciado presente.

Y la primera imagen que recibo, no la habría imaginado nunca.

Mamá y papá se encuentran a cada lado mío, ambos me observan con sorpresa, amor y lágrimas en sus ojos.

Bien, ¿qué rayos está pasando? ¿Por qué aun no puedo moverme? ¿Cómo es que mamá y papá están aquí, juntos, los dos?

Es mamá la primera en venirse sobre mí, tomando mi rostro en sus tibias manos.

– Mi amor, estás aquí. Oh, dios mío, es un milagro. ¿Cómo te sientes, cariño? –habla entrecortadamente debido a su emoción y a las lágrimas que no dejan de brotar de sus ojos.

– Mamá... –dios, no puedo siquiera hablar. Siento la garganta tan seca, que creo podría caerse a pedazos. Siento una cosa que me cubre la cara, así que hago amago para quitármela, mamá me ayuda.

– Oh, pequeña. Me alegra tanto verte de nuevo despierta. – ¿despierta? – ¿Cómo te encuentras? ¿Te duele algo?

– Amor, no hay que presionarla demasiado. –susurra papá a mamá. Un momento, ¿amor?

– Mamá... necesito...

– Oh, cariño, lo lamento tanto... –dice mamá antes de volverse a soltar a llorar. Solo quiero decirle que necesito un vaso con agua.

– Llamaré a Daniel. –habla papá y desaparece de mi vista.

Quiero ver hacia donde se dirige, pero un doloroso tirón se apodera de mi cuello. ¡Maldición! Duele un infierno, mi cabeza comienza a palpitar de manera alarmante, mientras mi cuello me pide a gritos que por favor no me mueva.

Oh dios, oh dios. Por favor, ¿qué está pasando?

– ¡Abby! Oh, dios mío, por favor no te muevas, cariño. Papá volverá con el médico. –pienso que será mejor no moverme más, así que afirmo con un quejido.

– ¿Despertó? –escucho una voz lejana, quizás del otro lado de donde sea que me encuentro. –Maldición, ¡tenemos que verla! – ¡Nat! Es ella, estoy segura.

– Oh, vamos, tenemos que entrar. Queremos ver que se encuentra bien. –aquella voz no logro reconocerla de inmediato, pero estoy segura de que es un chico.