8. Tan azul como el océano.

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Abby.

Escucho que llaman a la puerta con golpes suaves pero enérgicos. ¿Ahora quién puede ser? Una persona pasa fugazmente por mi mente.

Niall.

Algo dentro de mi pecho aletea con tan solo pensar en que puede ser ese chico rubio, quien me prometió que se pasaría de nuevo hoy. Vino más temprano de lo que creí.

– Adelante. –respondo acomodado mi cabello para hacerlo lucir mejor.

¿Qué rayos estoy haciendo? ¿Cómo por qué quiero lucir presentable para él? Niego con ligeros movimientos de cabeza. Estar tanto tiempo aquí encerrada me está haciendo mal. O quizás solo me hace falta un poco de compañía para no morir de aburrimiento.

Mamá y papá estuvieron conmigo hasta pasado el mediodía. Mamá se fue después de las dos de la tarde, mientras papá se quedó hasta las cuatro. Creo que ya casi son las cinco de la tarde, y nadie me hace el maldito favor de traerme una enorme hamburguesa con tocino.

Tengo entendido que ambos tuvieron que salir corriendo por cuestiones de trabajo. Espero que pronto pueda salir de aquí para regresar a Nueva York y ayudar en la empresa de mamá, no importa si tengo que encargarme del papeleo, seré feliz mientras esté fuera de este hospital.

La puerta de la habitación se abre y el chico de cabello oscuro entra con un enorme ramo de flores. Lirios. No me gustan los lirios, demasiado polen. Instintivamente, mi nariz comienza a hormiguear debido a mi alergia al polen.

– Buenas tardes, bonita. –me saluda con una enorme y reluciente sonrisa. Suspiraría de lo atractivo que se ve, pero temo que no pueda ser lo suficientemente discreta como para que no note que me desarma.

– Hola, Zack.

– Zayn. –me dice con una sonrisa divertida. –Mi nombre es Zayn.

– Zayn. Lo siento, no...

– Olvídalo, la primera vez que lo dijiste también fue lindo. –murmura sin dejar de sonreír.

– ¿Qué?

– Nada. Vi a tu enfermera afuera, dice que estas mejorando rápido.

– Me he sentido bastante mejor, lista para salir de aquí en cualquier momento.

– Eso veo. Te he traído algo. –murmura mostrándome el obvio ramo de flores que trae con él. –Espero que te hagan sentir mejor.

¿Acaso me veo como si estuviera en depresión? Qué triste. Además, no creo que un montón de lirios sin color sean la mejor opción para hacer sentir bien a alguien. Me pregunto cuanto le habrán pedido por él, pero en su lugar fuerzo una sonrisa antes de responder.

– Son lindas, gracias.

– No hay de qué. Las pondré aquí. –y las pone en la mesita a mi lado. Dios, solo espero no empezar a estornudar como loca. –Y bien, ¿qué me cuentas?

– Bueno, dado a que no puedo salir de la habitación y que no me puedo levantar de la camilla a menos de que sea para ir al baño, creo que todas mis visitas al escusado han sido exitosas. –el ríe divertido y apenado. Creo ver un suave rubor por debajo de su ligera capa de barba.

– Lo siento, chica sin memoria y aburrida. Oh, espera, traje algo más. –y del interior del bolsillo de su chaqueta saca un paquete de galletas de trigo. –Sé que te gustan las cosas dulces, espero que te gusten.

– Las disfrutaré todo lo que pueda. –agradezco tratando, poniendo todo de mí, por no reír. Hubiera preferido que fueran de avena.

¿Lirios blancos y galletas de trigo? Este chico necesita un curso intensivo de que regalos dar. Pero aun así siendo nada de lo que me gusta, me parece bonito detalle de su parte.

Golpe Inesperado [N.H.]© Parte #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora