11. Confuciones.

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Niall.


No podría tener la vista más increíble en todo el jodido mundo. Tan solo ver de nuevo el color en sus mejillas me acelera el corazón. Observar su respirar tranquilo y ver su rostro lleno de paz me hace sentir el maldito hombre más suertudo el puto mundo.

Extrañaba esto.

La extrañaba a ella.

Echaba tanto de menos despertar a su lado, sabiendo que esta bien y que puedo protegerla de lo que sea, de quien sea. Y absorbo su imagen, cada detalle. Su nariz respingada, sus oscuras pestañas rozando sus mejillas, esos bonitos labios que sonríen aun cuando duerme, ese increíble olor a moras dulces que la persigue, y ese ligero y casi imperceptible zumbido que hace al respirar con esa calma.

Se remueve un poco en su lugar cuando de pronto Apolo salta de la cama. De seguro el enano ya fue a hacer sus necesidades a quien sabe dónde. Decido que ya ha sido suficiente de ver tanto a mi chica, antes de que despierte y me encuentre mirándola como si fuera un acosador. Solo me falta que me acuse de eso.

Salgo de la cama y me es imposible salir de la habitación sin antes besarla. Me inclino sobre ella y, con mucho cuidado de no despertarla, dejo un beso sobre su mejilla, justo al lado de sus labios. Sus labios... que arda el maldito suelo en este momento si no extrañaba de nuevo tocarlos, besarlos... Maldición, mi adicción favorita.

Me alejo de ella antes de que pueda despertarla y salgo de la habitación. De camino a la cocina veo que Apolo ha hecho sus necesidades liquidas en el par de periódicos que deje anoche para eso y me siento aliviado de no tener que limpiarlo con la mopa.

Luego de beber un vaso de agua, abro el refrigerador. No hay muchas opciones para desayuno, pero hay todo lo que necesito para consentir a mi chica. Abby ama los panqueques con tocino.

Rápidamente me pongo manos a la obra. Debemos llegar al consultorio de Daniel a tiempo, sé que ha tenido demasiado trabajo esta semana.

Mientras los panqueques se terminan de cocinar, me ocupo de hacer suficiente jugo de naranja para ambos.

– Enano, sabes que esto es malo para ti. –hablo con Apolo cuando veo que me observa moverme en la estufa. Los idiotas me van la van a pagar si Apolo llega a reventar por tanta grasa en su cuerpo. –Podría jurar que fue Harry quien te llenó de porquerías, Tommo no sabe cocinar y lo que come bien podría comprarlo en una tienda de autoservicio. Como haya sido, se acabó esa vida para ti, enano. Es por tu bien. Saldremos a correr mas tarde si así lo quieres, sé que el parque que está por casa de mi padre te encanta. Quizás nos encontremos con Jer y Tiara. ¿Te agrada esa idea?

Recibo un ladrido como respuesta y continuo con mi tarea, cuidando de que el tocino quede bien dorado y los panqueques esponjosos. Será perfecto para ella.

Cuando todo está listo, decido que es mejor idea llevarle el desayuno a la cama, debo esforzarme en serio para conquistarla de nuevo. Fue un poco complicado la primera vez, pero estoy seguro de que quizás sea un poco más fácil ahora que la conozco bien.

Monto el desayuno en una mesita de madera y camino hacia la habitación con mucho cuidado de no tirar nada. Abby sigue dormida. Me odio por tener que despertarla, pero hay cosas que hacer hoy.

– Abby, cariño, despierta. –susurro, tocando su hombro para despertarla con suavidad. Un quejido sale de su garganta y se remueve un poco, cubriéndose con las sabanas.

– No, amor. –murmura de manera casi inentendible. Casi. Pero estoy seguro de que no he escuchado mal. Ella me dijo "amor".

Siento un estremecimiento que me recorre el cuerpo y de inmediato me veo inundado por los recuerdos. Recuerdos de ella y yo, risas, conversaciones, discusiones, esa palabra saliendo dulcemente de su boca... Un destello de esperanza crece dentro de mí, pero se ve opacada por el desazón que me produce el hecho de que Abby no recuerda nada de eso.

Golpe Inesperado [N.H.]© Parte #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora