- Capítulo Cuarenta y Uno -

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[ Dougie’s POV ]

Después de pasar varios días agitados junto a los chicos; dando presentaciones, entrevistas y promocionando el nuevo single, por fin tenía un día libre, un día para poder descansar. Estaba feliz y a la vez muy agotado, así que había decidido darme un baño de burbujas en el jacuzzi.

Cuando estaba por meterme a la tina el teléfono sonó dejándose escuchar una canción de John Mayer que Joanna había elegido para el tono de mi celular días atrás. Dejé la toalla a un lado y corrí en busca del celular.

 — ¿Sí? — pregunté luego de tener el teléfono en mi oreja.

—    Doug, soy yo, Tom — dijo por el otro lado — Tienes que venir ahora...

—    ¿Pasó algo?

—    Llegó el día, ya nacerá el bebé.

Abrí mis ojos de una manera tan grande que llegué a pensar que se me saldrían.

—    ¡¿Qué?!

—    Así es, estamos camino al hospital.

—    Voy para allá — dije y colgué rápidamente el teléfono.

Tomé la camisa que hace unos minutos me había quitado y me coloqué los pantalones para así salir lo más rápido posible de aquel lugar y dirigirme al hospital donde nacería el bebé.

Al entrar al lugar lo primero que vi fue a Bob, el padre de Tom, así que me acerqué a el para preguntarle dónde se encontraba Joanna o Tom. Me respondió donde estarían así que subí lo más rápido al lugar que me había indicado. Y ahí estaba Tom.

—    Dougie, ven aquí —. Llamó al notar que había llegado.

Corrí, literalmente, hasta él.

—    ¿Dónde esta Joanna? —. Pregunté mirando a mi alrededor.

—    Ya esta en la sala de partos.

—    ¿Puedo acompañarla? —. Lo miré.

—    Eso quería decirte, me habían dicho que fuera yo, pero… —me miró con una sonrisa dejando su mano en mi hombro — Prefiero que tú seas el que vaya con ella.

Asentí al escucharlo y le sonreí. Acto seguido, ambos estábamos abrazados. Le agradecí más de cinco veces y un señor se acercó a mí para indicarme donde debía ir.

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[ Joanna’s POV ]

Después de cinco horas de trabajo de parto mi hijo por fin estaba conmigo, en el momento en que dijeron “Se ve la cabeza” mi mundo cambió de colores, nunca me había sentido tan feliz como en ese momento. Tenía a Dougie a un lado tomando mi mano y diciendo lo hermoso que era el bebé. Al tener a mi pequeño entre mis brazos todo se veía perfecto. Él era mi pequeño, había salido de mí, era mi creación. En este minuto entendía por fin lo que Dios me había regalado, el regalo más hermoso del mundo. Mi hijo.

No sé por cuánto tiempo lloré mientras lo cobijaba entre mis brazos, era tan frágil, tan pequeño, era un amor. Sus ojitos estaban cerrados, por lo que no pude ver el color de estos. Su cabello era claro, casi como el mío.

Era hermoso, el bebé más hermoso del mundo.

Los doctores me lo quitaron de mis brazos y se lo llevaron. ¿Por qué? Era mío, no de ellos, yo quería estar con él en estos minutos.

—    Amor, ya volverá —. Dijo Dougie después de calmarme.

Miré a Dougie y lo abracé dejando mi cabeza sobre su hombro, estaba tan cansada pero necesitaba sentirlo a mi lado. Él había sido parte del día más importante de mi vida.

Me llevaron a otra habitación donde dijeron que podría descansar y la verdad era algo que necesitaba hacer.

—    ¿Lo viste? —. Le pregunté a Dougie que se encontraba a mi lado sosteniendo mi mano.

—    Sí lo vi, es hermoso Joanna.

—    Lo es, lo es —. Respondí agitada.

—    ¿Cómo se llamará?

—    Zachary —. Le sonreí — Mi Zac.

—    Me gusta —. Respondió Dougie besando mi frente — Te dejaré dormir.

Besé a Dougie por unos segundos y lo vi alejarse hasta que salió por la puerta, dejándome sola en la blanca habitación, aunque la verdad, a los pocos segundos caí dormida, el sueño me ganaba.

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El sonido de la puerta abriéndose hizo que me levantara de un salto, miré a mi alrededor y recordé porqué estaba en un hospital. No había sido un sueño, sí había tenido a mi hijo. Se sentía tan extraño no estar con mi gran barriga. Me sentía vacía, pero esta vez para mejor.

—    Perdón por despertarla —. Dijo una enfermera de no más de 30 años — Pero vengo a dejarle esto a su pequeño.

Miré a mi lado izquierdo y me encontré con una pequeña cuna cristalina que dejaba ver a mi pequeño.

—    Descuide, no hay problema —. Le sonreí — ¿Puedo cargarlo? —. Miré a la señora señalando la cuna.

—    Claro que sí.

La señora sacó a Zachary de la cuna y me lo pasó delicadamente, lo acomodé entre mis brazos y lo miré enamorada, era tan hermoso.

La enfermera salió por la puerta dejándonos solos a mí y a mi hijo. La sonrisa que tenía cuando lo miraba nadie me la podía quitar, estaba tan feliz.

—    Hola Zachary —. Le hablé suavemente pasando delicadamente la yema de mis dedos por su mejilla, la cual era tan suave que no parecía real.

Little JoannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora