Capítulo 24. "Cambios"

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Los días pasaban, todo era tan perfecto, Dave cada día era mas distante, pero eso no me importaba, estaba con la mujer de mi vida, las semanas, los meses pasaban, ella era todo para mi, era como una madre y una novia a la vez, ella nos cocinaba, cuando salíamos ella era la envidia de todas las mujeres por sus curvas, y por aquella ropa que a la mayoría de las mujeres no les sentaba a ella le quedaba perfecta, todo lo que se pusiera lo hacía lucir como de un millón de dolares, siempre los hombres la miraban, la comían con la mirada, los celos no tardaron en aparecer, yo no era celoso, aunque en mi interior algo me hacía serlo, eso no era natural en mi, algo estaba pasando, sabia que yo estaba cambiando pero eso no me importaba, solo deseaba que ella fuera mía, solo mía. 

Deseaba hacerla mía, un buen día me decidí a pedirle matrimonio, estaba seguro de mi decisión, con todos mis ahorros compré un bello anillo con una esmeralda verde que hacía que el anillo se viera reluciente y hermoso, lo coloqué dentro de una caja de cuero negro, lo guardé en uno de los bolsillos de mi cazadora y fui a comprar ropa, seguramente regalarle lo que mas le encantaba aumentaría el puntaje de que ella aceptara a mi petición de matrimonio, compré mucha ropa que creí sería de su agrado, cuando arreglé todo dentro de envoltorio de regalo fui directo a la casa, los chicos no estaban, al parecer habían ido a otro sitio, eso era mucho mejor, ya que ahora tendría una excelente propuesta en el silencio y la paz de la casa.

Me adentré con lentitud a mi habitación, la abrí despacio y la observé, ella miraba por la ventana 

-¿Donde estabas? -Preguntó furiosa

-Salí a comprar algunas cosas -Dije algo angustiado, no quería que ella se enfadara pues era un día especial, ella por fin giró el rostro, su mirada estaba llena de lagrimas, su maquillaje se escurría por sus mejillas, sus ojos estaban rojos de tanto llorar, al parecer ella ya llevaba horas así, desde que me había marchado, cabía mencionar que yo ya no había salido de casa, y cuando lo hacía siempre debía estar ella presente, se había vuelto muy sobreprotectora, pero eso lo entendía, ella era mi novia.

-Te quiero dar ésto...-Dije con una gran sonrisa mientras le entregaba aquel regalo, ella de inmediato lo abrió, observó la ropa, creí que su gesto de tristeza cambiaría, pero éste gesto cambió no a uno de felicidad si no a uno de furia, arrojó aquella ropa con violencia al suelo, entre ellos un traje de baño que había elegido especialmente para ella y su figura.

-¡Estas burlándote de mi! -Gritó furiosa, yo sólo la miré confundido -Esta ropa es horrible, además ninguna es de mi talla, esto es dos tallas mas pequeño ¿Me quieres echar en cara que soy una maldita vaca y que necesito bajar de peso? -Gritó furiosa, mientras tomaba algunas prendas y me las arrojaba en el rostro, ella se había convertido en una persona completamente diferente, las lagrimas salían de sus ojos sin parar, su maquillaje ya había desaparecido totalmente, pues las lagrimas excesivas lo habían limpiado todo, sus ojos estaban completamente irritados, no sabia que hacer, ella nunca había actuado de tal manera, ella se encontraba en un estado de nerviosismo, ella no salió de la habitación todo el resto del día.

El día siguiente pasó como cualquier otro, a excepción de que ella seguía encerrada en la habitación, los días pasaban, ella nos seguía preparando de comer, pero aquella comida ya no sabia como antes, había perdido ese toque, muchos dirían que tenia un toque de amor pero eso ya se había esfumado, aunque los demás no lo notaron yo podía saberlo, ella ya no era como antes, su sonrisa había desaparecido y aquel resplandor de sus ojos yacía apagado, aquellos cariños y mimos se habían ido, me había olvidado de proponerle matrimonio, aunque algún día tenia la seguridad y la esperanza de que ella volvería a ser la misma, y así por fin podría pedir su mano, verla sonreír otra vez.

Las semanas pasaban, ella había perdido mucho peso, sus pómulos se notaban mas remarcados, sus costillas comenzaban a notarse entre las blusas y los vestidos, ella se estaba autodestruyendo, ya no le gustaba salir a lo que tomé la dura decisión de dejarla en casa mientras yo salía a divertirme con los chicos, ya no me dirigía ninguna palabra, era fría, al dormir había una gran separación, a pesar de que la cama no era amplia ella hacía lo posible para no tener contacto conmigo, su cuerpo se sentía frío, como si estuviese muerta, era seguro de que  estaba perdiendo a mi mujer lentamente.

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