Llevaba un mes encerrada allí. La verdad es que me daba igual lo que pasase en el exterior o antes de mi encierro. Mi instinto de supervivencia había aflorado más que nunca y sólo me centraba en pasar desapercibida y sobrevivir un día más. Hasta ahora todo marchaba bastante bien y había conseguido que me dejaran en paz; no me había metido en ninguna pelea y nadie me prestaba mucha atención. Eso había hecho que mi primer mes en prisión fuera relativamente agradable.
De vez en cuando me daba el lujo de pensar cómo había acabado allí, aunque prefería no pensar mucho en ello, el caso es que estaba encerrada y no podía deshacer lo ocurrido. Quisiera o no, acepté el trabajo. Ya desde el primer momento no me gustaba, pero necesitaba el dinero. Hugh se había metido otra vez en problemas dejándonos arruinados y con una deuda bastante importante. Cada vez que lo recordaba me volvía a la cabeza la última pelea que tuvimos. No sabía cómo, pero consiguió sacar lo peor de mí. Sólo esperaba que mi hermano se hubiese olvidado de ello y cuidara de nuestra madre. Siempre fue un chico trabajador y listo, pero la muerte de nuestro padre le marcó.
Recuerdo a mi padre con cariño, sobre todo aquellos fines de semana que libraba, mi madre preparaba tortitas para todos y contaban anécdotas del trabajo. Pero la mayor parte del tiempo no lo veía porque trabajaba más de doce horas al día en las minas de grafito que están a varios kilómetros de La Ciudad. Mi hermano en cambió había pasado mucho tiempo con él.
Desde que cumplió los diez años el Gobierno le había considerado capacitado para trabajar y había acompañado a nuestro padre para hacer los trabajos que no requerían gran esfuerzo. Mi madre nunca lo aprobó, consideraba que era muy joven para trabajar. "Eres una soñadora, Rose" decía mi padre "Nunca volverán esos años donde los niños jugaban y los jóvenes estudiaban, ahora el mundo necesita gente que trabaje duro para conseguir salir adelante". Se lo decía con voz severa, aunque miraba a mi madre con ternura. Siempre me ha gustado pensar que la rebeldía que tenía mi madre era lo que hacía que mi padre se sintiese tan atraído por ella.
Cuando se produjo la explosión en la mina nuestra vida dio un vuelco. Mi madre se hundió en una profunda depresión, incapacitándola para trabajar, y mi hermano, que se había librado por un simple constipado, se encerró en sí mismo dándonos de lado a todos. Con el tiempo mi madre se fue recuperando, pero nunca volvió a ser la misma y el año de depresión la pasó factura tanto física como psicológica. Desde entonces Hugh y yo hemos cuidado de ella.
Por aquel entonces yo cumplía nueve años y Hugh, siete años mayor que yo, adoptó el papel de cabeza de familia. Un papel que le quedó muy grande. Aun así hizo todo lo posible para que la familia saliese adelante. Nunca tuvimos mucho dinero, pero la situación empeoró de forma drástica haciendo que las facturas empezaran a agobiarnos. Así que en pocos meses comencé a trabajar.
Mis primeros trabajos fueron cosas sencillas, como recados para vecinos o limpiar casas para familias del tercer sector. Hugh, por otro lado, al ser demasiado joven para hacer los trabajos más duros en la mina —y los mejor pagados—, empezó a coger pequeños encargos para las bandas del barrio. Este dinero nos daba un respiro, pero también provocó que se fuera sumergiendo en los problemas que había con las bandas. Al final dejó su trabajo y se convirtió en un pandillero más. La poca comunicación que existía entre nosotros desapareció por completo. Sólo nos unía mamá.
Igual que nos daba un respiro los encargos que hacía Hugh también tenía otras consecuencias, como alguna que otra visita al hospital o que, de vez en cuando, mi hermano perdiera todo los ingresos en las partidas de cartas que organizaban o en trabajos mal realizados.
Fue durante esa época donde aprendí a valerme por mí misma y a estar sola. El trabajo me permitió ganar algo de dinero y tener más autonomía. Pero sobre todo lo que me permitió fue conocer a Aron, mi mentor y casi un padre. Casi, porque jamas permitió que me acercara a él lo suficiente como para sentir cariño por su parte.
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Sector 0: El despertar (libro 1)
Bilim KurguLa vida de Lena se hunde cuando es arrestada y condenada a veinte años de cárcel tras un robo. Sin poder ayudar a las personas más importantes de su vida, su familia, se resigna a cumplir su condena. Pero el destino tiene otros planes para ella y su...