La gente suele decir que en la vida nada es seguro, a veces la vida misma te demuestra que es así. Es un viaje al que te subes con muchas expectativas, en el que ganas muchas experiencias, buenas o malas pero siempre queda algún tipo de aprendizaje...
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Al pasar dos días, Adriana le pidió a Kharem salir nuevamente. Esta vez, era en serio. Saldrían a aquel sitio que una vez la mujer Argentina mencionó.
Adriana pasó por ella a eso de las ocho de la noche, Kharem estaba preparada, esperándola impaciente. La Argentina, se bajó un momento, pues así saludaría a Judy, quien la recibió con mucho cariño.
Pocos minutos después Kharem, salió de tras de Adriana y subió a su auto.
—: ¿Estas contenta? Preguntó Adriana sonriente. —: Porque yo sí.
—: Claro. Dijo Kharem suavemente.
—: Espero, que te guste el lugar. Dicen que...
—: Cualquier lugar está bien, estoy contigo. Interrumpió y Adriana se sonrojó.
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Cuando estaban cerca del lugar, Kharem seguía con la mirada perdida como últimamente lo hacía, volteó y miró a través de la ventana un lugar, al cual Judy la llevaba cuando estaba más joven.
—: Nena, para aquí. Pidió casi haciendo un puchero.
—: ¿Por qué? Preguntó la mujer de cabello negro. —: ¿Qué pasa?
—: Tengo que comprar algo ahí. Dijo señalando el lugar.
—: ¿Qué hay ahí?
—: Las mejores malteadas de la vida entera. De verdad. Dijo, cuando Adriana la miró incrédula. —: Tengo que ir. Por favor.
—: Esta bien, pero iras sola, porque...
—: No quieres que nos vean. Ya lo sé. Sentenció ella. —: Ya vuelvo. Dijo e inmediatamente se bajó, y entró en el lugar un momento después.
La rubia entró y rápidamente recordó la primera vez que había ido a aquel sitio. Tuvo que hacer una fila, donde había cinco personas delante, no tardo mucho tiempo, cuando ya se encontraba pidiendo su malteada. Aprovechó y ordenó una también para Adriana y así probarle que lo que había dicho del lugar, era totalmente cierto.
