La gente suele decir que en la vida nada es seguro, a veces la vida misma te demuestra que es así. Es un viaje al que te subes con muchas expectativas, en el que ganas muchas experiencias, buenas o malas pero siempre queda algún tipo de aprendizaje...
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Momentos después llegaron a aquel lugar, apartándose de todo el bullicio de la ciudad.
Era pequeño, pero visiblemente elegante.
El lugar estaba bastante iluminado, las mesas muy bien decoradas y sus manteles alternaban los colores entre negro y blanco.
Incluso, había mesas fuera de aquel restaurante las cuales estaban acompañadas por la vista al mar y el sonido de su oleaje.
—: ¿Quieres sentarte fuera? Preguntó dejando escoger a la más joven y esta negó arrugando su nariz.
Cuando estuvieron en su mesa, el camarero se acercó y les entregó la carta para que decidieran lo que cenarían.
Adriana miró el menú pensativa, mientras Kharem miraba hacia los lados incomoda. Nunca había estado en un lugar así.
—: Bueh... ¿Lista? Preguntó.
—: La verdad, no. Respondió sinceramente la rubia.
—: ¿Por qué?
—: No sé que pedir. Explicó y Adriana la miró sin entender. —: No he probado ni la mitad de las cosas que están aquí, además ni siquiera creo haberlas escuchado antes. Comentó y se rio de manera nerviosa.
Adriana levantó sus cejas y se mantuvo en silencio unos segundos. —: Bueno pues, pide algo que sí conozcas ¿si bebé?
—: Esta bien. Dijo y sus ojos cayeron nuevamente en el menú. —: Listo, ya decidí. Avisó sonriente y Adriana llamó nuevamente al camarero.
La mujer de cabello negro ordenó algo bastante ligero. Una pechuga de pollo asada, acompañada de un puré de papas y una ensalada, mas una copa de vino tinto.
Cuando el camarero se retiró, ella miró a la más joven como si la estuviese reprendiendo.
—: Kharem... ¿En serio? Preguntó de repente. —: Me hubieras dicho que ibas a ordenar una hamburguesa, con papas fritas y una soda. Nos hubiéramos quedado en casa.
—: Pues, tú me dijiste que...
—: Si. Ya sé perfectamente lo que te dije. Interrumpió de manera cortante.
—: Lo siento. Dijo encogiendo sus hombros.
—: Esta bien. Aseguró relajándose un poco.
Pasaron unos minutos en silencio y Kharem suspiró pesadamente, mientras seguía mirando a todos a su alrededor.
Adriana la miraba detenidamente, como si la estudiara. —: No te sientes bien aquí ¿no? Preguntó atrayendo la atención de la más joven.
—: No. Contestó sin rodeos. —: Lo siento nena, el lugar es muy bonito y elegante, pero no es lo mío.