La gente suele decir que en la vida nada es seguro, a veces la vida misma te demuestra que es así. Es un viaje al que te subes con muchas expectativas, en el que ganas muchas experiencias, buenas o malas pero siempre queda algún tipo de aprendizaje...
—: ¿Si? Preguntó Adriana al abrir la puerta de su apartamento. —: ¿Puedo ayudarle? Continuó hacia la persona que se encontraba de espaldas a ella, hasta que por fin se encontró con su rostro.
—: ¡Hola! Saludó Kharem emocionada.
—: Hola. Contestó y su saludó apenas se escuchó. —: ¿Cómo estás? —: Bien. Respondió casi sin ocultar el asombro. —: Disculpa si vine sin avisar. Te llamé anoche y en la mañana, pero no contestaste. Así que decidí venir. —: ¿No? Preguntó de vuelta como si no pudiera creer lo que Kharem decía. —: Nope. Y después de la última vez que hablamos; no devolviste mis llamadas y tampoco contestaste mis mensajes. Estaba preocupada. —: Lo siento. Me desconecté unos días. —: Semanas. Corrigió Kharem. —: Algo le pasará a mi teléfono, no sé. Dijo obviando lo que había dicho Kharem unos minutos atrás. —: Si, supongo. Dijo y metió sus manos en los bolsillos de su pantalón mientras soltó un suspiro pesado. —: ¿No me invitaras a pasar? Preguntó encogiéndose de hombros. —: ¡Ah claro! Pasa. Dijo abriendo la puerta para ella. —: Deja aquí tu sweater, no creo que tengas frio de todos modos. Kharem asintió, dejando caer la capucha que ocultaba todo su cabello, que ahora se encontraba completamente teñido de rubio.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Adriana frunció el ceño al notar la diferencia. —: ¿Qué te hiciste? Preguntó.
—: Un pequeño cambio. Dijo Kharem dando una media sonrisa, que luego fue desapareciendo poco a poco. —: Y aparentemente no te gusta, para nada. Expresó cuando notó que Adriana se encontraba en completo silencio y la miraba casi aborrecida. —: No, no es eso... Empezó y se detuvo de repente. —: No, no me gusta. Dijo con toda sinceridad. —: ¿Por qué lo hiciste? Te ves diferente. —: Esa era mi idea. Respondió desafiante. —: Bueno, supongo que si para ti está bien... —: Si. Interrumpió y Adriana la miró y entrecerró sus ojos unos segundos. —: ¿Cuándo llegaste? —: Anoche y sé que tu ibas a pasar por mi cuando llegara, pero como nunca contestaste mis llamadas, Judy fue a recogerme. —: Soy la peor ¿no? —: No. No digas eso. Dijo tomando su mano delicadamente. —: ¿Cómo fueron tus clases de cocina? Preguntó interesada. —: Bien. Respondió soltándose del agarre de Kharem rápidamente, mientras se daba la vuelta. —: ¿Bien? ¿Nada más? —: Aprendí a cocinar o eso creo. Dijo sonriendo. —: ¿Quieres un jugo o algo? —: Un jugo estaría bien. Dijo después de asentir. Miró a Adriana buscar el jugo dentro del refrigerador y se acercó despacio para abrazarla por la espalda. —: ¿Qué haces? Gritó Adriana quitando las manos de Kharem de su cuerpo, mientras daba un brinco del susto. Kharem abrió sus ojos como platos ante la reacción de la argentina. —: ¡Lo siento! Dijo y se dejó caer en la misma silla donde Adriana había curado su rodilla, aquella vez cuando todo empezó. —: Solo quería romper esta extraña sensación que hay. Explicó claramente frustrada. —: ¿Qué sensación? —: ¡Esta! Dijo firmemente. Mantuvo la mirada fija en Adriana unos segundos y la volvió al suelo. —: ¿No la sientes? Aunque por el susto que te acabo de pegar, yo creo que sí.