3. Consecuencias.

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Lena.

Los demonios permanecemos en la tierra por mucho tiempo, tanto como queremos, varios de nosotros viven ahí incluso. El infierno es interesante pero más aún lo es jugar con lo mortales.

Caen tan fácilmente a nuestros encantos que no podemos resistir la tentación de ir a por ellos y tomarles el alma, es divertido y no hay compasión de por medio. A varios de mis amigos les gusta atormentar por la noche, a otros torturar hasta la locura, a mí me gusta ver cómo llegan al máximo placer para que el alma de mi víctima esté en su punto máximo. A mi hermana y a muchos otros, nos gusta hacer esas cosas, no sólo nos revitaliza quitarle la vida a alguien sino que el sufrimiento que desprenden sus ojos es emocionante. Era lo que sucedía en este momento, estaba con una bella mujer y estaba aprovechando sus últimos minutos. Era tan delicada y dulce que me hizo querer más aún robarle el alma.

Advertí que con mis juegos estaría por llegar a un admirable orgasmo y giré mi cabeza para verla, dejándola de besar. Ahora le daba toda mi atención, había cerrado sus ojos y justo cuando los abrió para soltar un largo gemido puse mis dedos sobre su pecho y quedó petrificada. Deslicé mis dedos hasta su corazón y presioné con amabilidad, sin apartar la mirada de ella. Al hacer esto sus ojos emitieron un destello y sabía que ya estaba hecho, estaba muerta y su alma conmigo. Cuando me sentí por completo energizada me aparté de ella.

Me senté en el borde de la cama y le di una mirada al lugar. Estaba en la habitación de algún departamento común y corriente, había una ventana que daba a la oscuridad de la calle y un poco más lejos se podían divisar las vías del tren. Era un ambiente en el centro de la ciudad pero todo estaba silencioso siendo las tres de la mañana. Me paré, levanté la chaqueta del suelo y la coloqué sobre su cuerpo desnudo.

—Te veo en el infierno, cariño... o no.

Consideré por un segundo hacer algo con el cuerpo, para hacerle un favor, pero no me molesté cuando la ví por segunda vez. Ya no era mi problema.

—¿Señora?

—¿Mmm?

—Nos han llegado nuevos mortales.

Me encontraba sentada en mi trono cuando el sirviente llegó, con varias hojas en las manos. Habían veces donde los mortales no iban al cielo, pero no llegaban a ser castigados, así que eran usados para servirnos —sí, muy extraño—,  yo estaba segura de que debían correr la misma suerte que todos los que pisaban el infierno, pero no era mi decisión. Levanté la mirada interesada. Estiré mi mano para que me diera los papeles y lo hizo, con cierto miedo.

—Ya puedes irte —se retiró apresurado y extendí el pergamino. Me gustaba saber quiénes eran los pobres estúpidos que no sabían qué les deparaba el destino, la mayoría de ellos eran desperdicios para el mundo, personas que solo hacían cosas incorrectas para un ser humano.

Miré por un largo rato todos los nombres cuando uno en particular llamó mi atención. No pude deshacerme de la sonrisa en mi cara por un largo rato.

-Alex Danvers.



Kara.

—Tienes que revisar eso.

—Kara.

—Necesitas revisar eso de nuevo, tienes que buscar el error y arreglarlo.

—Lo hemos hecho dos veces y es cierto, Kara, tu hermana está marcada.

Miré con angustia a Tom, quién se mostraba preocupado, con lástima en sus ojos.

—¿Escuchas lo que dices? Mi hermana, Tom, mi hermana será enviada al infierno a sufrir una eternidad.

Prohibido Tocarte; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora