James
Mi mente aún se encontraba incapaz de reunir un pensamiento coherente, cuando sentí una delicada y muy femenina mano impactar contra mi mejilla. Escondí una sonrisa en medio de una mueca de dolor; después de todo, mi chica no había cambiado en lo esencial.Contemplé embelesado la imagen de una muy furiosa y bellísima Caroline. Su pelirrojo cabello refulgía bajo las luces de los faroles, peinado en un moño alto que ahora lucía descuidado y con algunos mechones al aire. Sus hipnotizadores ojos azules brillaban de coraje y excitación, debajo de sus espesas y rizadas pestañas. Tenía aún esas diminutas pecas dibujadas sobre su respingona nariz que tanto adoraba. Sus labios estaban rojos, hinchados y terriblemente tentadores, después de nuestro voraz beso.
Me tomé la libertad y el placer de observarla detenidamente. Allí donde hace cuatro años existía la insinuación de curvas femeninas, ahora estaba este delicioso y curvilíneo cuerpo que estaba destinado a enloquecerme. La seda más dorada y algo traslúcida, se envolvía majestuosamente en un bonito vestido que mostraba más escote del que consideraría necesario. Sus hombros y su tentador cuello, estaban al alcance de cualquier sinvergüenza. Apreté los puños solo de imaginar la pila de pretendientes que debía haber coleccionado en este tiempo.
- ¿Podrías tener algo de respeto por mi persona, y dejar de mirarme tan descaradamente? - preguntó mi preciosa acompañante en un tono indignado.
Le sonreí de lado.
- Hace un momento no te importó que tuviera mis manos en tu persona- hablé lentamente.
Un jadeo salió de su boca para enrojecer su rostro con furia.
- ¡¿ENLOQUECISTE?!- exclamó furiosa- ¡¿ CÓMO TE ATREVES A MENCIONARLO, CUANDO FUISTE TÚ QUIEN ME ATACÓ TAN REPENTINAMENTE?!
No pude evitar sonreír como un idiota ante sus palabras. Que el infierno me condenara si no me sentía tan afortunado de poder estar frente a ella otra vez, incluso si estaba así de furiosa conmigo.
- Me disculpo por mi inadecuado comportamiento, milady- hice una reverencia para ella- he estado mucho tiempo fuera de Londres, y temo haber olvidado ciertas normas de decoro.
Se mantuvo quieta por unos minutos; después de unos momentos, tomó sus faldas y se apresuró a salir. Alcé una mano para tratar de detenerla, no estaba listo para dejarla ir.
- ¡Caroline, espera! - grité mientras tomaba de su brazo enguantado.
Ella se giró para deshacerse de mi agarre.
- Cuando se refiera a mi, hágalo con propiedad, Lord Spencer- respondió con seriedad.
Sentí mi corazón agrietarse con su frialdad. Era difícil aceptar que esta era la misma mujer que minutos atrás, se había derretido en mis brazos.
- Lamento mi comportamiento nuevamente, lady Caroline- me disculpé- hágame el honor de aceptar mis disculpas.
- Acepto sus disculpas, milord- asintió y continuó - y espero, de hecho, exijo que mantenga su palabra de mantenerse alejado de mi persona.
Endurecí mi mandíbula furioso.
- NO
- ¿Disculpe, Ilustrísima? - preguntó confusa.
- No voy a respetar esa ridícula promesa, milady- anuncié, mirándola fijamente. Ella me sostuvo la mirada sin inmutarse por la intensidad.
- Lo prometió...- tapé su boca con mi mano, en un intento de hacerla guardar silencio.
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Sedúceme
Historical FictionSegundo libro de la trilogía PERTENECERNOS Lady Caroline Sinclair Newland no era precisamente conocida por ser el epítome de una dama inglesa; pese a que poseía el linaje, la fortuna y la belleza adecuadas para serlo. Sin embargo; siempre había al...