James
Me desperté envuelto en un enloquecedor aroma a fresas. Traté de abrir mis ojos; pero sentí los párpados pesados. Mi hombro derecho ardía ligeramente, y sentía cada músculo de mi cuerpo extenuado, como si me hubiera excedido con alguna actividad física. Quizá sólo necesitaba seguir durmiendo algún tiempo más.
Un casi imperceptible movimiento en mi mano izquierda, me alertó de la presencia de otra mano dentro de ella. Abrí los ojos con rapidez para encontrarme con el bellísimo rostro de mi pelirroja favorita mirándome con una tímida sonrisa. Por un momento me permití contemplarla en silencio. Su cabello rojizo se encontraba recogido; pero un poco desordenado. Su bonito vestido de tarde estaba arrugado y con algunas manchas de lo que parecía mi sangre. Una evidente preocupación opacaba su rostro, y sus hipnotizantes ojos azules parecían incapaces de apartar la mirada de mi rostro, como si temiera que fuera a desvanecerme. Me maravillé con la sensación de sentir que por primera vez en mucho tiempo, alguien se preocupaba por mi.
Le sonreí ligeramente, y llevé su mano a mis labios para depositar un beso en ella. No pude evitar agradecer al universo por haber permitido que siguiera con vida para poder presenciar momentos como estos.
- Empezaba a preocuparme- susurró en voz baja, y con un ligero sonrojo. - Dormiste por tres horas.
Hice una mueca por haber desperdiciado tanto tiempo en su compañía.
-Debo ser el peor anfitrión del mundo, me perdí nuestro almuerzo- mascullé, frunciendo el ceño.
Caroline rió levemente, mientras acariciaba mi rostro. Podría ronronear de felicidad ante el suave tacto de sus manos.
-Descuida Jamie, no tenía mucha hambre.- musitó con una sonrisa.
Le miré con seriedad. Debían ser la 5 de la tarde, era demasiado tiempo para estar sin consumir alimento alguno.
- Me niego a creer que Thomas o la Señora Jones, te hayan permitido estar sin comer hasta estas altas horas del crepúsculo- le regañé.
- Estaba preocupada- susurró como si aquella fuera la mejor excusa del mundo, alzando la barbilla.
Le miré ceñudo.
- No quiero que pases hambre por culpa mía- le recriminé, mientras jalaba de la campana que reposaba en el dosel de mi cama- mandaré por un poco de comida para ambos.
- No es necesario- insistió.
- No quiero que me acuses de no alimentarte- bromeé, mientras trataba de sentarme con cuidado de no abrir la herida de mi hombro. Gruñí de dolor por los otros golpes en mi torso, cuyos moretones se empezaban a hacer visuales.
- Trata de no moverte- me regañó ceñuda, mientras acomodaba mis almohadas en mi espalda- La herida puede abrirse.
Le sonreí para tranquilizarla, mientras la observaba volver a sentarse en el sillón. Thomas se hizo presente en la habitación antes de que respondiera a su regaño. El viejo mayordomo sonrió al verme de mejor aspecto.
- Me alegra verle despierto, su Ilustrisíma- me felicitó- empezábamos a preocuparnos.
Asentí con una pequeña sonrisa para mi viejo amigo.
- Me encuentro mucho mejor, Thomas, gracias por la innecesaria atención- respondí divertido y añadí- Al parecer lady Caroline ha decidido ser una invitada dificil y saltarse el almuerzo, quisiera que sirvieran un refrigerio para Lady Caroline y para mi, por favor.
- Esto tranquilizará la señora Jones, estaba muy preocupada por su ilustrísima y por milady- contestó solícito- inmediatamente mandaré a traer todo, milord.
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Sedúceme
Historical FictionSegundo libro de la trilogía PERTENECERNOS Lady Caroline Sinclair Newland no era precisamente conocida por ser el epítome de una dama inglesa; pese a que poseía el linaje, la fortuna y la belleza adecuadas para serlo. Sin embargo; siempre había al...