James
"Sentía calor, un sofocante y ardiente calor. Oficialmente detestaba Egipto.Sentí esa horripilante mezcla de aire y arena rasgar mi garganta.
Gruñí.
Al parecer dejar de respirar no sería tan malo, sobretodo si se tenía en cuenta las múltiples torturas que me obsequiaban los guardias de la prisión. Básicamente, yo estaba pidiendo a gritos una muerte rápida.
Sí, ser espía apestaba, y hacerme pasar por un contrabandista, luego ser llevado a prisión para ser golpeado, cortado e incluso quemado, apestaba el doble.
De modo que aquí estaba, sentado en una reducida fosa bajo tierra, esperando por el momento perfecto para escapar o por una ejecución rápida y cercana.
Recosté mi cabeza en la mohosa pared. Si estos fueran mis últimos momentos, sabía que era lo que rondaría mi cabeza exactamente...una cabellera rojiza, unas pecas adorables y unos labios apetitosos, que me hubiera gustado contemplar cada mañana de mi existencia.
Aspiré otra bocanada de falso aire, tratando de no concentrarme en el insoportable dolor de mi espalda. Ni siquiera estaba seguro de lo que buscaba lograr sirviendo a la corona; la gloria y el reconocimiento no estaban precisamente en juego dado el tema de la discreción y las identidades... me asustaba como el demonio, no lograr encontrar un motivo que respaldara mis decisiones... Sólo el hecho de pensar que había perdido el amor por esta mierda de vida, me hacía temblar de furia.
Cerré los ojos, y pensé en su preciosa sonrisa.
-"Por favor Dios, déjame vivir un poco más sólo para volver a verla"- solté una plegaria en mi mente.
El sonido de disparos anunciaron que habían venido por mí. Y entonces, nunca tuve las cosas tan claras en mi mente como en estos momentos. Yo estaba más que listo para ir a casa."
Parpadeé repetidamente para deshacerme de los recuerdos de mi mente. Hacía exactamente dos semanas que había abandonado Londres, y la avalancha de recuerdos me estaba golpeando con fuerza.
Por alguna extraña razón, estaba teniendo estos episodios de repentinos pensamientos relacionados con ella. Parecía que era imposible deshacerme de su aroma, sobretodo después de haber despertado de una fiebre espantosa envuelto en este. Podría jurar que la había sentido junto a mí cuando estaba convaleciente en cama; pero estaba tan confundido sobre esa noche, que no daba nada por sentado. Lo más probable es que haya formado parte de mis alucinaciones. Me parecía poco probable que ninguno de mis sobreprotectores sirvientes no haya mencionado nada al respecto.
Necesitando poner distancia por mi propia cordura, una vez que me hube recuperado de mi aparente infección, partí de inmediato hacia las tierras del condado; pero tras una vista rápida al diario de esta mañana, estaba listo para volver inmediatamente. Eran grandiosas noticias.
- ¿Mandó a llamarme, Su Señoría?-preguntó Thomas entrando a mi despacho.
- Su excelencia, el duque de Devonshire regresa a casa- anuncié eufórico- empaca todo, volveremos a Londres.
El viejo sonrió e hizo una reverencia.
- Como ordene, Su Señoría.
************************************************************************************
Subí las escaleras con una parsimonia que no sentía en absoluto. Estaba cómicamente emocionado de volver a ver a un amigo tan cercano como Dominick, y doblemente aterrado de encontrarme con Caroline y hacer el ridículo otra vez.
ESTÁS LEYENDO
Sedúceme
Historical FictionSegundo libro de la trilogía PERTENECERNOS Lady Caroline Sinclair Newland no era precisamente conocida por ser el epítome de una dama inglesa; pese a que poseía el linaje, la fortuna y la belleza adecuadas para serlo. Sin embargo; siempre había al...