Caroline
Mi mente funcionaba mecánicamente. Dormía, comía, asistía a eventos sociales y lloraba silenciosamente cada noche. Todo en ese orden, y sin saltarme un solo paso.
Sosteniendo el obsequio de James en mi regazo, miré detenidamente a Emma, quién se encontraba frente a mi dándole unos últimos retoques a su atuendo. Ella estaba radiante, cómo pocas veces la había visto en los últimos cinco años; mejillas sonrojadas, ojos brillantes, y su casi siempre melancólica belleza, hoy era un revoltijo olvidado en un fantástico vestido de seda roja que opacaba cualquier otro buen atuendo que ella haya llevado antes. Fue comprado en Venecia con el propósito de enloquecer a Dominick, lo que resulta un poco confuso, dado que Dom no había vuelto en cinco años.
- ¿ Qué sucede?-pregunté con curiosidad, observando su deslumbrante reflejo en el espejo.
Emma se sonrojó unos instantes. Alcé una ceja en respuesta.
- ¿A qué te refieres?-preguntó casualmente.
- Ese vestido es muy bonito y nuevo además...-murmuré mirándola impávida, fingiendo ignorancia.
- Lo es- afirmó, luego sonrió a su reflejo- me encanta este color, pese a que sea muy llamativo.
Puse una mirada de fingida sorpresa en mi rostro.
- ¿ A caso no es ese el vestido que compramos en Venecia, hace dos años?- pregunté en tono suave.
Emma detuvo sus manos sobre el dobladillo de la falda, mirándome directamente desde su reflejo.
- Eso pensé- sonreí débilmente por haberla atrapado con mi buena memoria- Entonces...¿ Qué está sucediendo?
Emma se alejó del tocador para sentarse en su cama, a mi lado. Me miró con un poco de culpa.
- Han pasado casi dos semanas, Caroline- murmuró en voz baja. Me sonrojé al saber a qué se refería- Te encontrabas muy distraída, callada,y triste. No quise agobiarte más con las pequeñas cosas que pueden sucederme, por ello omití algunos detalles de los últimos días.
Fruncí el ceño, esperando a que continuara.
- Edward Bennet pidió mi mano en matrimonio el pasado martes, y...yo dije que sí- anunció con una pequeña sonrisa.
Jadeé con sorpresa y horror a partes iguales. Ella no le amaba, y estaba a punto de casarse sin amor.
- ¿ Es una especie de broma, Em?-pregunté con los ojos casi fuera de órbita.
Emma enderezó su espalda y alzó la barbilla, un claro signo de que no le había gustado mi reacción; pero que el cielo me condenara si dejara ir a la mujer de los sueños de mi primo con un ridículo idiota.
- Anunciaremos nuestro compromiso en el baile de hoy.
La contemplé boquiabierta. Estaba segura que no había escusa para que no me haya contado algo de semejante magnitud.
- ¿Vas a casarte, y no consideraste apropiado decírmelo?-pregunté dolida- ¿Te das cuenta que hablas de pasar el resto de tu vida con una persona, y no de la compra de algún vestido?
Emma me miró avergonzada.
- Sé que debí mencionártelo antes- se disculpó- pero estabas tan ensimismada y triste que no consideré apropiado agobiarte con mis líos.
La miré ceñuda.
- Emma, esto no es un simple lío- le regañé- ¡Se trata de tu boda! Me siento tan decepcionada de ti por haberme ocultado algo así.
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Sedúceme
Historical FictionSegundo libro de la trilogía PERTENECERNOS Lady Caroline Sinclair Newland no era precisamente conocida por ser el epítome de una dama inglesa; pese a que poseía el linaje, la fortuna y la belleza adecuadas para serlo. Sin embargo; siempre había al...