James
Disminuí el galope a medida que me acercaba a la casa principal. Inspiré el aire puro con aroma a pinos y sauces que rodeaban mi propiedad. Las lilas y los lirios se mezclaban con las rosas mientras adornaban mi sendero, era algo precioso a la vista.Me recorrió un estremecimiento de placer y añoranza. Después de cuatro años, al fin estaba en casa.
Una sonrisa se formó en mi rostro al divisar la majestuosa mansión solariega de tres plantas, que se alzaba frente a mí con orgullo e historia; sus paredes de mármol brillaban con el reflejo del sol, dándome la bienvenida.
Gracias a todo lo sagrado que fui tan afortunado al sobrevivir al mismo infierno, para poder volver a mi hogar.
Apresuré mi montura, hasta detenerme en la entrada principal de Somerset'house. Una vez que hube desmontado, un sonriente mozo de cuadra se acercó para llevarse a mi caballo. Asentí agradecido, al parecer todos estaban felices con mi regreso.
Un anciano, con aspecto solemne y con un notable cabello canoso, el cual antes fue castaño, esperaba de pie en las puertas francesas. Su rostro no denotaba ninguna emoción; pero sus ojos refulgían enrojecidos y conmovidos. Se formó un nudo en mi garganta al reconocer al viejo Thomas, el mayordomo de la familia Spencer desde que tenía memoria.
- Bienvenido a casa, su Ilustrísima- habló Thomas, mientras ejecutaba una formal reverencia.
Sonreí ampliamente, mientras me acercaba hasta el anciano y le daba un caluroso abrazo. Su conmoción se notó en su rigidez inicial; sin embargo, se fue relajando hasta devolver mi gesto de forma cálida.
- Me alegra verle, Thomas- saludé, mientras rompía el abrazo y entraba en casa- veo que todo tiene buen aspecto- le felicité, por lo que el mayordomo hinchó el pecho con orgullo- debo agradecerle por mantenerme informado sobre el condado.
- No tiene nada que agradecer, su Ilustrísima, estaba cumpliendo con mi trabajo- se sonrojó el viejo.
- Deje que pueda darle algunos halagos, antes de que Londres me contamine con su puntillosa banalidad- respondí con sarcasmo- Thomas, mi equipaje vendrá en unos minutos en el carruaje, encárgate que todo esté listo.
- Será como lo ordene, su Ilustrísima- asintió el sirviente- ¿A qué hora se debe servir la cena, su Ilustrísima?
Casi sentí mis hombros decaer, aquí estaba el talón de Aquiles de mi hogar, cenaría completamente solo; tal y como lo llevaba haciendo desde que cumplí quince años y mis padres murieron.
- La tomaré en mis habitaciones hoy- respondí mientras evitaba pensar en nada más- manda a preparar un baño para mí en seguida, por favor.
- Ya lo está esperando en su recámara, Ilustrísima- sonrió el mayordomo- me tomé el atrevimiento de ordenarlo antes que me lo pida.
Reí, como adoraba a este viejo.
- Es agradable haber vuelto a casa- respondí en respuesta.
Thomas dibujó una pequeña sonrisa en su rostro, mientras ejecutaba una reverencia. Le dí unas palmaditas en la espalda antes de que se retire, sin perder mi buen humor.
Caminé hasta las grandes escaleras que me llevarían a la segunda planta, no sin antes detenerme en el vestíbulo para poder ver el retrato de mis padres. Exhalé despacio mientras recorría con la mirada aquella imagen que parecía ser el último recuerdo feliz de mi familia. Una hermosa pelirroja de ojos verdes, exactamente iguales a los míos y con una sonrisa dulce, me daba otra cálida bienvenida; lo que inequívocamente traían a mi memoria los recuerdos de otra pelirroja aún más fascinante que la del retrato. A su lado se alzaba imponente, mi padre, el quinto conde Somerset, con un físico idéntico al mío, salvo por el cabello y los ojos; quien parecía tomar cariñosamente la mano de mi madre y mirarla con un aire romántico. Sonreí recordando lo dichosos que habían sido durante su matrimonio.
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Sedúceme
Historical FictionSegundo libro de la trilogía PERTENECERNOS Lady Caroline Sinclair Newland no era precisamente conocida por ser el epítome de una dama inglesa; pese a que poseía el linaje, la fortuna y la belleza adecuadas para serlo. Sin embargo; siempre había al...