Capítulo 5

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James


Ella me volvía loco, y no siempre de una buena manera.

Con un suspiro de frustración y sintiéndome como un patético acosador, me apresuré a seguirla sigilosamente mientras la observaba entrar en la siguiente tienda de modas. Era la tercera modista que frecuentaba en las últimas dos horas, y yo estaba perdiendo la paciencia.

El calor empezaba a hacerse notar, y el sol estaba tostando mi piel sin tregua; sin embargo, en lugar de volver a casa por un poco de refrescante té helado, me recosté sobre la pared del mohoso callejón, el cual me facilitaba una vista privilegiada hacia la tienda, y me preparé a esperarla.

Tenía que mantener un ojo en ella y permanecer alerta, sobretodo después de lo ocurrido esta mañana. Apreté los puños. Aún podía recordar el frío estremecimiento que me recorrió cuando revisé el correo. Entre las montañas de invitaciones a bailes y eventos de la temporada; una carta sin sello, ni firma, llamó mi atención. Llevaba escrito mi nombre con letra elegante y tinta extranjera; pero fue el contenido lo que causó que el pánico empezara a invadirme como nunca antes en mi vida lo había hecho. Un pequeño retrato de una preciosa Caroline se encontraba arruinado con lo que parecían manchas de sangre fresca. Aquella era una amenaza en toda su regla; y que el infierno me condenara si iba a permitir que un cabello de mi preciosa chica sea tomado por algún lunático que estuviera elaborando este infernal plan.

De modo que aquí estaba, parado afuera de una tienda de una de las modistas más famosas de Londres, a una temperatura más elevada de lo normal, y muriendo terriblemente de hambre. Hice una mueca. Maldita sea la hora en que Caroline decidió que necesitaba nuevos vestidos, y maldito sea el momento en que decidió que no me quería cerca de ese modo hubiera sido más fácil acompañarla a todos lados y no estar acechándola como un hombre trastornado.

- ¡Cielo santo!- exclamó una voz femenina que conocía perfectamente, y no sonaba en absoluto feliz de verme- Por favor, dame una explicación razonable para que estés acechándome como un demente en las últimas dos horas.

Me giré con la boca abierta, mientras contemplaba con absoluto asombro a una impaciente Caroline. Ella aguardaba preciosa, en un vestido celeste que hacía su cabello más pelirrojo y su tes más clara, a que le diera una explicación.

- ¿Cómo diablos llegaste hasta aquí?- pregunté sin esconder mi asombro. Ella había sido condenadamente rápida y silenciosa para lograr que no la notara. Esto jamás solía pasarme.

- Caminando, es evidente, ¿ no?- se burló de mí, con un gesto de suficiencia.

Entrecerré los ojos hacia ella.

- ¿Desde cuando sabes que llevo siguiéndote?- pregunté malhumorado, al parecer esta listilla había estado jugando conmigo todo este tiempo.

Ella se tomó la molestia de sonrojarse.

- No lo sé con exactitud- habló vagamente. Estreché mi mirada de reproche hacia ella- ¿Quizás, desde que salí de casa?

Apreté mi barbilla con disgusto. Ella tomó la sabia decisión de no reírse. Llevaba dos horas perdiendo mi tiempo.

- ¿Entonces debo suponer que esas extensas visitas a tantas modistas fueron apropósito?- hablé con voz seria.

Caroline fue incapaz de esconder una sonrisa, al ver lo enojado que estaba.

- Recuérdame por qué no estoy estrangulándola.- susurré al cielo.

Caroline soltó una carcajada que me dejó absolutamente deleitado. Mi enojo y frustración se evaporaron rápidamente. No había escuchado su risa en cuatro largos años y me costó hacer acopio a todo mi autocontrol para no besarla allí mismo. Se veía bellísima con el rostro sonrojado y los ojos brillantes.

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