Caroline
Seguí acariciando los suaves rizos de James, mientras sentía el leve murmullo de su respiración golpear rítmicamente contra mi garganta. Su cercanía me calmaba de una forma que empezaba a resultar intimidante; sin embargo, su aroma a madera y limón me atarían como un imán, y a estas alturas, yo era igual a un pequeño trozo de metal que no oponía resistencia alguna.Cinco minutos atrás, James había caído dormido en mis brazos, y yo no había tenido la fortaleza necesaria para rechazarle. No podría haber sido capaz de negarme después de lo aterrada que me sentí al verle siendo atacado. Nunca antes en mi vida había experimentado el sentimiento de querer proteger a alguien bajo cualquier costo, encerrarle y esconderle del mundo para siempre, como lo estaba sintiendo por este gigante hombre.
El suave bamboleo del carruaje empezó a disminuir velocidad, hasta detenerse. Pese a que odiaba la idea de alejarlo de miz brazos, decidí que era momento de despertarlo.
- ¿Jamie? - pregunté bajito. Pude sentir el roce de la nariz de James contra mi cuello, lo que logró estremecerme- Jamie, despierta.
Detuve las caricias a su cabello y lo sentí incorporarse. Una ligera palidez adornaba su bonito rostro y un hematoma empezaba a formarse al rededor de la ceja partida. James, ajeno a su apariencia, sonrió somnoliento para mí. Juraría que mi corazón se paró un segundo.
- Pensé que había sido un sueño- murmuró mientras acomodaba un mechón de mi cabello dentro del sombrero.
Evité evidenciar cuánto me afectaba su cercanía, tratando de mantener la calma ante su gesto.
- ¿A caso debo suponer que tienes sueños frecuentes sobre dolorosas golpizas?- pregunté con un rastro de burla.
James borró todo rastro de diversión en su rostro, y respondió.
-No los tengo; sin embargo, puedo asegurarte que tú eres la frecuente invasión de mis sueños- respondió en voz baja.
Fui consciente que contuve la respiración, por lo que desvíe la mirada de sus preciosos ojos verdes.
- Gracias por traerme a casa, cielo.- susurró en mi mejilla, la cual besó con una ligera presión, y procedió a bajar del carruaje.
Le miré con preocupación ante la mueca de dolor que hizo, por toparse accidentalmente el hombro contra la puerta del coche.
- ¿Estás bien?- pregunté con alarma.
James se giró hacia mi con una gran sonrisa en el rostro, y extendió una mano para ayudarme a bajar.
- Lo estoy- Me observó burlón, mientras rodaba los ojos- No soy un objeto de cristal, linda.
Le miré con las manos en las caderas y con expresión ceñuda. James soltó una pequeña risa.
- No imaginas lo tierna que puedes verte toda enfurruñada- habló James- resulta cómico, considerando que soy dos veces más grande que tú.
Antes de que pudiera responder, un grito ahogado se escuchó detrás de nosotros. Ambos giramos para encontrar la figura de un anciano y angustiado mayordomo, que contemplaba con horror la camisa de James. Era evidente que Thomas no había olvidado el viejo hábito de preocuparse por su señor.
James soltó un par de maldiciones en francés. La preocupación del viejo Thomas me conmovió.
- ¡Su Ilustrísima!- exclamó Thomas- ¿Está usted bien? Llamaré al doctor Greent inmediatamente.
- ¡NO!- exclamó James para detener a su mayordomo- Es sólo un rasguño, Thomas, prometo que estoy bien.
- ¡Eso no se ve como un rasguño, Su Ilustrísima!- exclamó Thomas- Lleva la camisa arruinada y empapada de sangre.
ESTÁS LEYENDO
Sedúceme
Historical FictionSegundo libro de la trilogía PERTENECERNOS Lady Caroline Sinclair Newland no era precisamente conocida por ser el epítome de una dama inglesa; pese a que poseía el linaje, la fortuna y la belleza adecuadas para serlo. Sin embargo; siempre había al...