James
Desperté con una sensación de tranquilidad y saciedad que jamás experimenté antes.
Sentí el sol filtrarse sobre mi rostro y me regocijé en la tranquilidad de haber pasado la mejor noche de mi vida. Perezosamente, alargué un brazo hacia mi preciosa chica y me encontré con la nada...
Abrí los ojos de golpe y fruncí el ceño.
¿Dónde diablos se había metido Caroline?Me vestí con prisas, sujeté mi revoltoso cabello y salí de mis habitaciones en su búsqueda. Thomas me interceptó cuando bajaba las escaleras apresuradamente.
- Buenos días, ilustrísima- hizo una reverencia- Debo decirle, que se ve muy desaliñado.
- Buen día, Thomas, tomaré en cuenta su observación...- saludé irónico, y me dispuse a seguir mi camino, pero el viejo sirviente no se movió de su bloqueo.
- ¿Desea tomar el desayuno o desea que le sirvan el almuerzo, ilustrísima?- preguntó con parsimonia.
Lo miré confuso, olvidando mi prisa.
- ¿Qué hora es exactamente, Thomas?
- La última vez que me fijé la hora fueron las tres de la tarde, ilustrísima.
Me quedé sorprendido. No recordaba haber dormido tanto tiempo, ni sentirme tan descansado desde que abandoné Inglaterra por primera vez, ello me recordó que debía ir por Caroline.
- ¿Notó algún movimiento en la mañana, Thomas?- pregunté tratando de ser sutil, no quería arruinar la reputación de mi chica.
-¿A qué se refiere, ilustrísima?- preguntó con cara de póker.
Estaba seguro que el viejo sabía perfectamente cada paso de la casa.
- Olvídelo Thomas, preguntaré en los establos.
- Quizá pueda hacer referencia de la desaparición de una exquisita yegua a tempranas horas de la mañana, ilustrísima.- respondió sin dejar traslucir cualquier emoción.
Quería golpear mi cabeza contra alguna pared por quedarme dormido y haber dejado escapar a Caroline.
- Debo insistir en el tema, ilustrísima. ¿Desea que sirva el desayuno o el almuerzo?.
Puse los ojos en blanco.
- Lo tomaré luego, debo salir inmediatamente- respondí apresurado.
Di un paso para continuar mi camino, pero Thomas volvió a bloquear mi paso.
- Me temo, ilustrísima, que está olvidando su cita con el administrador, el señor Ward está esperándole en el despacho.
Maldije a mis adentros.
- Dígale que espere un momento más y atienda todo lo que necesite. Regresaré en una hora- declaré.
- Perdone mi atrevimiento, ilustrísima; sin embargo, debo recordarle que es la tercera vez en el mes que está retrasando su cita con el Señor Ward, y usted me hizo prometerle que no le dejaría retrasarlo otra vez.
Casi gruñí hacia mí solícito e impertinente mayordomo.
- Me entrevistaré con el Señor Ward- respondí arisco.
Caminé con pasos rápidos y fuertes hasta mi estudio, donde encontré al joven señor Ward con una torre de papeles. Demonios.
- Su ilustrísima- hizo una reverencia- estaba esperándole.
Asentí con la cabeza como saludo.
- Buen día, Señor Ward.- le invité a tomar asiento nuevamente- me ausentaré por unas horas. Cuando regrese, continuaremos con el trabajo.
ESTÁS LEYENDO
Sedúceme
Historical FictionSegundo libro de la trilogía PERTENECERNOS Lady Caroline Sinclair Newland no era precisamente conocida por ser el epítome de una dama inglesa; pese a que poseía el linaje, la fortuna y la belleza adecuadas para serlo. Sin embargo; siempre había al...