Hormonas y Gemidos

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5 de Septiembre de 1996

Querido Diario:

¡A que no sabes lo que pasó hoy!

Sí, diario. Sé que tan sólo te escribí ayer.

Y sé lo que debes estar pensando:

¿Qué tanto puede haber pasado?

Pues ¡sí que pasó mucho!

Con la ansiedad de no saber que demonios hacía mi pelirrojo ideal, no podía dormir. Ni tejer. Ni pensar. Nada.

Fue entonces cuando decidí ir a buscarlo: los hombres no pueden entrar a las habitaciones de las chicas pero nosotras sí a las de ellos.

Lo sé, diario, sigo sabiendo lo que piensas.

¿Dónde tienes las hormonas, Hermione? ¡Ir a la habitación de los varones...!

Pues eso no lo sé ¿dónde tengo las hormonas?

Oh, sí, creo que se me perdieron en los boxers de cierto pelirrojo…

¡Oh, no! ¿Qué hago escribiendo éstas cosas?

Por Dios, si sólo quería contarte lo que pasó ayer…

Eran las 23:00 horas.

Bueno, subí a la habitación de los chicos, y por suerte no había nadie en la sala común.

Y no sabía cuál era la cama de Ronnie-pooh...

Me acerqué a una cama de la cual se emitían enormes ronquidos.

Puede ser Ronnie, pensé.

Me puse muy cerca de la persona dormida (ya que no veía en la oscuridad) y noté que era Nev. Bufé.

En la cama siguiente, Dean. ¡Maldita mi suerte!

Pero la otra… estaba vacía.

¿Podía ser la cama de Ron?

Me acosté en ella con cuidado e intenté encontrar algo que le perteneciera.

Demonios, un bóxer.

Lo solté con ¿asco?, e intenté buscar otra cosa… un olor.

Pegué mi cara a la almohada y sentí el aroma a… Café

¿Café? Ese no era el aroma de mi Ron ¿o sí?

Quizás si probaba en otra cama…

Y ¿sabes lo que encontré?

¡Otra cama vacía!

¿Dónde estaban los malditos entes masculinos aquella noche?

Mi diablito me susurró al oído "Orgía, Hermione, orgía gay", pero mi angelito fue más fuerte y me dijo "¡Huele la cama!".

Me acerqué a la almohada con cuidado y aspiré despacio.

Miel… dulce, cálida y embriagadora miel.

Suspiré.

Esa era la cama de mi Ron.

Me tapé con sus sábanas y el aroma me cubrió por completo. Suspiré con más fuerza.

- ¿Ron?

Era la voz de Dean. Sentí que me sonrojaba. ¿Qué iba a hacer?

Respiré profundo, y lancé la horrible imitación de la dulce voz de mi amado:

- ¿Qué?

- ¿Qué haces, Ron? ¿Por qué… gimes?

Oh, no. Demonios. Oh, oh, no. ¿Yo gemí? ¡Yo no gemí! ¿Ahora qué…?

Diario Secreto de Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora