24- Un indefenso Zem.

454 53 0
                                    

Escuche un golpe en el pasillo. Me sobre salte, pero aun así decidí abrir la puerta, Zem estaba sentado en el suelo, recargado en la pared frente a mi puerta, se veía cansado y su brazo aun sangraba. Levanto la vista con pesar.

— Lo siento, te desperté.

— No. No estaba durmiendo.

— ¿Te encuentras bien? —Me senté junto a él.

— Lo dice el chico que está en el suelo con sangre en su brazo.

— Lo siento.

— Tienes que dejar de disculparte. Anthony... ¿Esta bien?

— Lo estará. Tenía tiempo...

— Vamos adentro, se infectara.

— Está bien.

Zem me siguió, era raro que no se quejara. Lo senté en mi cama, fui por un trapo y agua.

— Limpiare tu herida ¿Está bien? —Asintió con la cabeza, comencé a limpiar la sangre que se había secado.

— Soy ridículo ¿No?

— ¿De qué hablas?

— Siempre termino buscándote... me reconfortas, eres cálida, eres luz...

— No es ridículo. — Me ruborice— Estaré aquí. Siempre que me necesites.

— Sussan...

— ¿Si?

— Gracias.

— ¿Por?

— Por estar aquí.

Nos quedamos en silencio mientras terminaba de limpiar su herida, rasgue una playera para usarla como venda.

— Deberías tomar un baño. Voy por ropa limpia ¿Está bien?

Asintió, estaba triste y preocupado, ahora lo conocía lo suficiente para saberlo, encontré a Taily y le pedí que trajera ropa para Zem. Regrese a la habitación, a los pocos minutos Taily estaba de regreso.

­­— Abriré para dejar tu ropa, ¿está bien?

— Sí.

Me sentía como una niña, abriendo y dejando la ropa con los ojos entre cerrados, cerré la puerta rápido y corrí a la cama. Salió del baño con el cabello mojado, se veía cansado pero agradecí que se pusiera la venda nuevamente.

— ¿Puedo quedarme? —Su voz era frágil, jamás lo había visto tan expuesto, tan vulnerable.

— Si.

Se recostó en la cama, yo me senté, extendiendo mis piernas, suspiro y se llevó el brazo que no tenía lastimado a los ojos, cubriéndolo. Deje que mi mano viajara a su cabello húmedo, su cuerpo se estremeció y tenso.

— Está bien.

Su cuerpo se relajó lentamente, mis dedos recorrían cada fragmento de su cabello, no olía a hierbabuena, odie eso.

— Cuando fuiste la segunda vez, por mi cumpleaños —dije para romper el hielo—, mis padres habían hecho una fiesta una tarde antes, no por mí, fue para invitar a sus amigos y compañeros de trabajo. Creo que tenía diez u once, no sé, el punto es que había una serie romántica que todas nuestras madres veían. Fausta, una niña tan odiosa como su nombre, decía que ella era como la protagonista, que tenía a todos los chicos muriendo por ella. Dijo que yo era la otra tipa, la que no figuraba, los chicos se rieron de mí, pero les dije que yo tenía a un príncipe mágico, que él vendría al día siguiente y me traería un hermoso ramo de flores de cerezo de diferentes colores. Fausta dijo que era mentira y que ese tipo de flores no existían, que solamente eran rosas.

— Son las más hermosas de Elder —dijo Zem aun con su brazo sobre sus ojos.

— Imagina la sorpresa de Fausta al ver el ramo, ella decía que eran artificiales, pero no me importaba, sabía que tú las habías llevado para mí. Es verdad, ¿Cómo evitabas a mi Él?

— No estaban todo el tiempo contigo, había ocasiones en que se alejaban lo suficiente, en ese momento aprovechaba. Cuando estaba Axel era más fácil.

— Que rudo. —Sonreí como tonta, él se arriesgaba para poder estar conmigo.

— Lamento no haberte dicho sobre Anthony... no creímos que ocurriría de nuevo.

— Taily lo explico. No pasa nada, debe ser difícil para ambos.

— Él... no habla sobre ello, pero sé que después del efecto... se odia así mismo.

— No es su culpa.

— Lo sé. Pero es como estar consciente de que te estas convirtiendo en una bestia y no poder hacer nada. Por suerte esta vez no ataco a nadie, pero, además del dolor físico, el remordimiento de conciencia, la sensación de perder el control de ti. Los deseos de matar a todos.

— ¿No existe solución?

— No. Me siento tan impotente.

— No es culpa tuya. —Sujete su mano herida, delinee sus dedos.

— Es un sentimiento aterrador.

— ¿Qué cosa?

— Estar cerca de ti. Si estas en peligro mi guardia se pone al mil. Pero en cambio, mis defensas desaparecen, soy tan vulnerable ante ti, si lo desearas podrías matarme en un abrir y cerrar de ojos.

— No podría hacer eso. Jamás. ¿Recuerdas lo que creí que eras?

— ¿Un ángel o un elfo?

— Si, ese día también dijiste "Cariño, seré lo que quieras, pero no aquí". —Sonrió y me sentí aliviada.

— En ese momento aún tenía autocontrol. No estaba tan vulnerable ante ti.

— ¿Eres vulnerable ahora? —Sonrió más.

— ¿Por qué? ¿Estas apuntándome con una daga aprovechando que no te veo?

— Podría ser...

Entonces hice algo que incluso a mí me sorprendió, me había inclinado y lo había besado, sus labios no respondieron, retiro el brazo que cubría sus ojos, estaba por regresar a mi lugar totalmente avergonzada, pero me atrajo de nuevo hacia él, sus labios cálidos respondieron a los míos, esperanza y dolor.

Jamás había besado a alguien con tanto sentimiento como a Zem, es decir, si acaso bese a dos chicos y eso no contaba, pero con Zem era diferente. Me empujo cubriendo mi cuerpo con el suyo; el beso comenzaba a profundizarse y nuestra respiración era entrecortada. Se separó de golpe regresando a su posición anterior cubriendo su rostro con ambas manos.

— Esto está mal, perdóname, no debí...

— Lo siento fui yo quien...

— Esta bien, descansemos, esto no debe ocurrir de nuevo.

Mi respiración aún era entre cortada, mi corazón latía muy rápido, estaba acostada bocarriba observando el techo. ¡¿Qué mierda acabo de hacer?!

— Sussan...

— Si. — « ¡No digas nada feo, vergonzoso o cruel! Déjame hundirme en mi propia culpa».

— ¡Feliz cumpleaños número 18!

Sonreí, cerré los ojos y me deje llevar por los brazos de Morfeo.

 

3-La historia que no fue contadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora