Capítulo 3.

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Al regresar al penthouse, una vez que Harry abre la puerta, un cuerpo pesado salta sobre él, cubriéndolo, pero no de buena manera. La mujer intenta derribarlo, pero Harry ni se tambalea. Es una muralla, y ella simplemente parece un horrible mono flácido que se pega como un chicle a su cuerpo.

Harry suspira con fastidio, y tiene el deseo de empujarla y hacerla caer al piso, pero no es esa clase de chico, Harry se considera un patán y un enfermo, como quieran llamarlo, pero jamás ha tocado a una chica para lastimarla. Y no empezará ahora.

La mujer golpea su pecho con los puños cerrados, una y otra vez. Gritando a todo pulmón.

—Maldito imbécil, ¿cómo se te ocurre irte y dejarme aquí encerrada durante todo el maldito día? —Le recrimina. Harry pone los ojos en blanco, irritado, sintiendo un leve dolor de cabeza. No está de humor para esto, definitivamente no es su día de suerte—. Sin nada que comer, sin llaves de emergencia, sin teléfono.

—De acuerdo. Podemos hablar si te bajas de mi cuerpo, gracias. —Dice impasible, con un tono de arrogancia que no pasa desapercibido por la chica. Ella luce mejor con la luz apagada, sin duda. La luz no le hace justicia.

—¡¿Cómo te atreves a dejarme?! ¡Pensé que estaba durmiendo con un hombre adulto! —Vuelve a gritar, saliendo de su cuerpo. Harry sabe que tendrá su primer problema con los vecinos del edificio si esta mujer sigue gritando de esta manera. Y vaya problema.

—Bueno, ya llegué. Toma tus cosas y sal de aquí en silencio. No quiero que llames la atención, y tus gritos están provocándome un gran problema en el futuro. —Dice simplemente, señalando la puerta, sin ninguna expresión en su rostro. Harry es muy bueno dejando su rostro en blanco para que nadie pueda leer sus emociones. Le ha ayudado mucho en ocasiones difíciles.

—¡Pudiste despertarme! —Sigue gritando. Harry parpadea, obstinado, pero no se mueve—. No sé quién mierda eres, y tampoco me interesa saberlo, pero acabas de hacerme perder mi empleo.

—Que mal, supongo. —Ella lo mira indignada, y entonces Harry se encoge de hombros. El que le haya dicho que no sabe quién es, claramente afectó su orgullo—. Y bueno, ya que no me conoces, puedo presentarme. Soy Harry Cox. Y yo no soy la clase de hombre que te da un beso en las mañanas y te trae café para que despiertes. Lo siento, tenía que llegar puntual a un lugar, desafortunadamente no me daba tiempo de esperar a que te alistaras. ¿Ya quedó? Ahora puedes ser libre.

Harry no es bueno interactuando, o creando relaciones sociales. Y ésta es la razón.

Ella lo observa por unos segundos, sin decir nada. Viendo como al otro no le importa nada, literalmente nada. Es como una roca. Ella gruñe mientras va en busca de su cartera. Una vez que tiene todo listo, se coloca frente a Harry.

—Eres un maldito. —Dice frívolamente, mirándolo directamente a los ojos. Harry sonríe. Maldito engreído. Es hermoso, y se aprovecha de eso para conseguir lo que quiere. Además, tiene dinero, sabe aprovechar muy bien ambas cosas para manipular a chicas como ella.

—Gracias, estoy pensando seriamente en cambiar mi nombre en el registro civil. —Responde, sin borrar su sonrisa presumida. Es realmente un capullo.

—Imbécil. —Murmura, dándole la espalda. Harry la sigue con la mirada.

—Ese sería mi segundo nombre, gracias por la idea. También debo darte las gracias por la linda noche.

La chica sacude su cabello en un gesto muy rebelde, y sale del penthouse, azotando la puerta. Que maniática, Harry debe tomar mejores decisiones estando ebrio.

El simple hecho de ver su cama revuelta en sábanas y perfume barato, le provoca náuseas. Incluso el sofá se ve más cómodo y acogedor. Suelta un suspiro cuando cae sobre las colchas suaves del sofá, después de quitarse el abrigo y los zapatos. Ha tenido un día duro, su vida es dura. Sólo necesita un lindo trasero en el cual hundirse para saciar su mal humor.

Moto-Taxi ➳ Larry AU ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora