buena vista

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-Capitulo Diecinueve-

Como si lo hubiera notado, _______ abrió los ojos y se sentó de un respingo.

-Oh, Louis -dijo suavemente, y apartó el papel-. Me he dormido.

-Has trabajado demasiado.

Ella negó con la cabeza y sonrió perezosamente. Trabajaba tanto por ser eficiente y competente, que a él le molestó verla tan atontada

-Necesitas dormir -dijo él-. Incluso los genios de los negocios se acuestan todas las noches.

Él la acompañó hasta su cuarto y ella se dejó caer en la cama. Aquella cama era mucho más blandita y grande que la del cuarto de invitados. Louis sintió el impulso de tumbarse con ella y abrazar su pequeño y firme cuerpo contra él, y hacerle el amor.

«Tranquilo, Tomlinson», se dijo. A ella le daría un ataque ante la sugerencia. E, incluso si conseguía convencerla, ________ se convertiría en un nudo de ansiedad y sería incapaz de disfrutar ni un instante. Él tendría que apartarla de aquella lista de cosas que hacer. Quizá debiera ponerse a trabajar en la casa seriamente. Además, también quería despejar el camino para que Penny pudiera ir de visita.

Al día siguiente, _______ se despertó al oír la alarma y el sonido del blues. Louis estaba trabajando. Y además, temprano. Aquello era una buena noticia. Y ella había conseguido dormir ocho horas seguidas. Otra buena noticia. Le llegó el delicioso aroma del café desde la cocina. Mmm.

Se duchó y se vistió, y después se encontró a Louis en el salón, quitando el papel de las paredes subido a una escalera. Llevaba sólo unos pantalones cortos, y estaba silbando a B.B. King.

-Hola -le saludó ella.

-Hay salmón ahumado y bagels en la cocina. Y fruta. Espero que no te importe preparártelo tú misma. Trabajo, trabajo, trabajo -dijo Louis , y señaló la pared.

-Bien hecho -respondió ______, sonriente. Definitivamente, las cosas estaban mejorando.

Tres horas después, _______ colgó el teléfono después de hablar con otro de sus antiguos clientes. Había conseguido un «quizá». También había notado cansancio en la voz del hombre, como si quisiera decirle «cualquier cosa con tal de poder colgar el teléfono». De todas formas, aquello era una posibilidad.

Entre llamadas, había diseñado un folleto promocional con ofertas, incluyendo algunas frases que sus clientes le habían dicho de muy buen grado mientras ella sondeaba las posibles necesidades que tendrían en sus negocios en el futuro.

Se sentía un poco mejor.

Miró hacia arriba y vio a Louis estirándose para quitar un trozo de papel difícil, y tuvo que admirar sus músculos desde la punta de los dedos de la mano hasta los de los pies. Dios mío, era guapísimo. Ojalá llevara un mono de pintor, para no distraerla tanto.

Lucky estaba bajo la escalera, dormitando, rodeado de arena como si fuera la tiza en la escena de un crimen.

De repente, llamaron a la puerta. Louis se volvió al oír el sonido, y la sorprendió mirándolo. Sonrió.

Ella se levantó con la cara ardiendo y fue hacia la puerta.

Había dos niños y una chica rubia, de veintitantos años en el porche.

-¿Nos ayudas a hacer un castillo? -le dijo la chica a Louis, casi sin mirar a _____.

-¿Qué te parece, _____? -preguntó Louis, bajándose de la escalera-. No nos vendría mal un descanso, ¿verdad?

-Yo no puedo -dijo ella, y volvió a su escritorio-. Y tú tampoco. ¿No tienes que comprar la pintura y los azulejos que he elegido?

-Nos lo prometiste -le dijo uno de los niños a Justin.

-Oh, está bien -dijo _____, irritada por encontrarse en la posición de aguafiestas.

-Iré a la playa en un segundo, chicos -les dijo Louis.

Los niños gritaron de alegría, la rubia sonrió y los tres se marcharon.

-¿Por qué me siento como la madre mala?

-Lo siento. No te preocupes por la pintura. La compraré.

-¿Durante mi vida?

-No te decepcionaré, ______ . Y deberías venir conmigo. Te has puesto un poco vehemente por teléfono.

-¿Vehemente? -¿habría dado la impresión de estar desesperada?

-Ven conmigo a la playa.

-No puedo -suspiró ella.

-Bueno, pues al menos déjame que te lleve las cosas a la galería, para que tomes un poco de aire fresco.

-Estoy instalada aquí.

-Tómatelo como una demostración del concepto de oficina con vistas al mar. Si resulta que lo odias, no te lo volveré a sugerir -tomó el teléfono y las carpetas con las cuales ella estaba trabajando y las trasladó a la galería.

Ella gruñó, pero se rindió y desenchufó el portátil. Después se sentó en una de las sillas que él acababa de limpiar de arena.

-¡Voila! Una oficina a orillas del mar.

-Gracias.

Él se quedó mirándola mientras colocaba el ordenador y las carpetas.

-¿Lo ves? Que estés trabajando no significa que no puedas estar cómoda.

-Supongo que no.

-Estaremos ahí, si cambias de opinión –le dijo, y señaló donde estaban los dos niños y la rubia, excavando en la arena.

-Muy bien. Gracias -dijo ella. Vio cómo salía corriendo y respiró hondo. Después sintió la brisa fresca y escuchó el sonido hipnótico de las olas. El sol le calentaba suavemente los hombros.

No estaba nada mal.

Sólo que tenía ganas de dejarlo todo e irse con Louis a construir el castillo. Observó cómo trabajaban los niños y cómo la rubia coqueteaba con Louis, que no parecía prestarle mucha atención.

Tuvo el impulso de salir corriendo. ¿Acaso una hora le haría mucho daño? Sí. Era posible que no pudiera obligarse a sí misma a volver a trabajar.

Se dio la vuelta para evitar la tentación de la playa y fijó la vista en la pantalla del ordenador.

Veinte minutos después, colgó el teléfono con el corazón saltándole de alegría. Tenía un sí real y honesto. Bob Small, un hombre que quería invertir algo de dinero para convertir su afición de confeccionar fundas para asientos de coches personalizadas en un negocio, había contactado con ella a través del contable de Alison. Habían tenido una conversación y habían fijado una cita para la semana siguiente. ¡Bien! Las cosas empezaban a marchar. En cuanto tomara unas cuantas notas más, bajaría a la playa con Louis y su brigada para tomarse un respiro. Se lo había ganado.

a stranger at homeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora