-Capitulo Cuarenta-
Se acabó, pensó Louis mientras salía de la casa para darse un baño y tranquilizarse. Finalmente, se iba de la casa, y aquella vez era idea suya. Debería haber sabido desde el primer momento que ella intentaría ponerle un traje de oficinista. Era una adicta al trabajo nerviosa y exigente. Lo sabía desde el principio. Pero también era entusiasta, y muy divertida.
Él nunca se había quedado atrapado en una relación, nunca había querido, y acababa de averiguar por qué. Era una molestia increíble.
Lo superaría. Aquello era algo positivo de haberse mudado tantas veces de sitio de pequeño. Sabía cómo ir hacia delante.
Nadó durante una hora, pero todavía tenía un nudo en el pecho, y un vacío que le quemaba en el estómago. Quizá sólo estuviera hambriento.
Fue a su restaurante favorito para tomarse un falafel y un batido, y se encontró con un par de sufistas conocidos suyos. Hacía tiempo que no los veía, y se alegró. Había pasado demasiado tiempo intentando relajar a ____.
Había una chica nueva detrás del mostrador. Muy mona. Y lo contrario a ____ rubia, alta y con una sonrisa perezosa. Ella lo miró.
Él intentó devolverle la mirada, pero fracasó lamentablemente. La idea de estar con ella le hacía sentirse cansado. Sintió pánico. ¿Se estaría volviendo viejo, después de todo?
No podía librarse del recuerdo del cuerpo de ____ acurrucado entre sus brazos. Se moría de deseo por ella. Incluso echaba de menos su ajetreo y su charla. Era un idiota.
Ni siquiera le apetecía el delicioso batido ni el falafel crujiente cuando se lo sirvieron. ____ le había arruinado incluso el apetito. Demonios.
Tenía que hacer algo. Lo primero, convencer a Brice de que lo dejara quedarse en su casa. Volvió a la casa y entró, pero ____ ni siquiera levantó la vista del ordenador, donde estaba trabajando con la cabeza gacha. Él metió algo de ropa en una bolsa y se dio cuenta de que había acumulado un montón de cosas. Ella tenía razón. No importaba, lo tiraría todo o lo vendería. No necesitaba aquellas cosas ni ningún lugar para acumularlas, ni a ____, ni nada. Podía empezar de nuevo en cualquier momento y en cualquier lugar.
Cuando Louis entró en la tienda, Brice levantó la mirada de la calculadora.
-Parece que acabas de perder a tu mejor colega -le dijo-. Aunque sé que no es cierto, porque todavía me caes bien.
Louis se encogió de hombros. Se sentía como si la ola más enorme lo hubiera estampado contra la arena. Estaba en carne viva, por dentro y por fuera.
-¿Problemas en la casa de la playa? -le preguntó Brice, moviendo la cabeza lentamente.
-Se podría decir que sí.
-Lo arreglarás... -le dijo, y lo miró a la cara-. Mejor será que lo arregles. Necesitas a una mujer con la que establecerte.
-Mira quién habla. Tú nunca lo has hecho.
-Es sólo una actuación, amigo mío. Las lágrimas de un payaso. Sylvia fue mi gran amor, y .la perdí porque pensé que era demasiado joven como para atarme a una sola persona.
-Podrías encontrar a otra mujer si quisieras.
-No como Sylvia. Ella es mi única mujer. Puede que no te lo creas, pero no es nada fácil estar conmigo.
-Ya -Brice era cabezota y maniático.
-Pero estoy bien. Soy feliz. Tengo mi tienda.
Pero una tienda no le abrazaba a uno fuerte por las noches, ni suspiraba por la comida que cocinaba, ni hacía comentarios de sabihondo sobre los hábitos de trabajo, ni colgaba las toallas incluso antes de que uno hubiera terminado de usarlas.