te quiero

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Capitulo Treinta y cinco -

Oh -dijo ella, agarrándolo suavemente del pelo al darse cuenta de lo que él iba a hacer- No creo que yo... -pero antes de que ella pudiera terminar, él la encontró con la lengua, y la rozó con delicadeza.

Ella se quedó rígida, respiró profundamente y tembló al sentirlo. Se había abandonado a ello. Bien. Él le agarró las caderas para poder mantener su boca donde tenía que estar, y empezó a lamerla.

Mientras lo hacía, experimentó una extraña sensación. A él le encantaba saborear a las mujeres y sabía que ellas disfrutaban, pero con _____ él sintió el placer de hacer aquello en los huesos, y el deseo de darle más y más.

Se concentró en los gemidos de goce que ella emitía y esperó con ansia escuchar el gemido final de placer desesperado. Sabía que ella dependía de él para llegar allí. A pesar de todas sus diferencias en la vida cotidiana, en la cama eran el uno para el otro, se conocían perfectamente.

____ se apretó contra él, llamándolo con ansia. Su propio clímax le pareció distante y lo dejó aparte de buena gana para conseguir el de ella. De nuevo tuvo aquella sensación de que todo era correcto, de que eran las dos mitades de un todo. Las palabras «alma gemela» le surgieron en la mente, pero debía de ser por la magia de hacer el amor, las consecuencias naturales de la intimidad. Probablemente.

____ señaló su orgasmo con un «oh, Louis», que fue como un grito de agradecimiento y asombro. Él lo sintió en su cuerpo, mientras la sostenía suavemente.

Cuando se quedó inmóvil, él la miró y vio lo guapa que era, con la piel pálida ligeramente bronceada y el pecho con -un ligero arrebato de después del orgasmo. Y sonreía, tenía una sonrisa dulce, relajada, satisfecha.

Incluso temblando después del placer, ella quería acariciarlo, y él supo, mientras la observaba, que la quería. Le encantaba su cuerpo y hacerle el amor, adoraba su forma de pensar, lo que era, con toda su concentración y su energía. Se puso al nivel de sus labios y la besó, sintiendo su propia necesidad extenderse por su cuerpo.

Ella rompió el beso y lo miró con los ojos abiertos de par en par.

-¿Cómo sabías exactamente lo que había que hacer? Yo ni siquiera sabía dónde estaba la mitad del tiempo.

-Estabas aquí -le dijo él, abrazándola fuertemente-. Y yo también. Y ahora quiero estar dentro de ti.

-Oh, por favor -suplicó ella.

Él se puso rápidamente un preservativo y encontró el camino hacia el lugar al que pertenecía. De nuevo tuvo la sensación de ser parte del cuerpo de ____, que se adaptaba cálidamente a él, abrazando cada centímetro de su piel, haciendo que entrara más en ella, deseándolo por completo.

Se movieron juntos, cada vez con más fuerza, con un ritmo cada vez más rápido, hasta que la mejor ola los invadió, lanzándolos a los dos contra la orilla del clímax, húmedo de sudor, con los corazones latiendo al unísono.

-Te quiero, Louis -dijo ____ en un susurro.

-Yo también -dijo él, cerrando los ojos-. Yo también te quiero -supo que aquello era la promesa de que él se quedaría, de que estaría allí con ella, de que estarían juntos.

De repente, sintió pánico. ¿Qué había hecho? Pero ____ era una mujer sensata. Seguramente, no se aferraría a él ni se volvería exigente. Ella lo había aceptado tal y como era. ¿No era eso lo que le había prometido cuando habían caído juntos en la cama de nuevo?

Tuvo la necesidad de escaparse, de irse a su propia cama y quedarse allí tumbado, sólo unos centímetros más allá del muro que había vuelto a abrir. Pero ____ lo había atrapado, tenía los brazos y las piernas entrelazados en su cuerpo, tan fuertemente que él nunca podría escapar, y se dio' cuenta de que, cuando había arrancado la capa de yeso de la pared, había echado abajo todos los muros que había entre ellos.

a stranger at homeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora