Se sentía agotada. Había bailado con uno y otro pretendiente toda la noche, hasta que la llegada del Conde de Dudley la había rescatado.
Honoria sabía muy bien que su hermano mayor, Sebastian, no era un hombre de muchos amigos, pero entre aquél pequeño círculo se contaba desde niño a Dudley. Comprendía también que era totalmente ridículo verlo como una especie de pretendiente, ya que lo conocía desde niño y era muy cercano a la familia, algo así como un pariente, pero tanto la insistencia de su padre como los enfáticos comentarios de Lady Venettia, que actuaba de chaperona de Honoria y unas cuantas muchachas solteras más, al señalar a Lord Dudley como uno de los mejores partidos de la temporada la hacían pensar que hasta ahora era la opción más real con la que contaba.
Así que, tras haber aceptado un baile con él cuando se lo pidió sin muchas esperanzas, al poco rato comenzaba a comprender, con cierta resignación, que parecía ser cierto lo afirmado por su patrocinante.
Pero, para sorpresa de su hermana y su amigo, a Sebastian le había parecido mala idea: Había llegado a trompicones, como si hubiese leído a la distancia los pensamientos que pasaban por la mente de Honoria, hasta el punto de la pista de baile en el que Honoria y Lord Dudley se despedían al terminar una pieza para separarlos de manera muy poco galante.
—Deberías irte a casa. — había dicho Sebastian a su hermana, con la cara roja y los ojos verdes brillándole. Parecía furioso.
El extraño tono amenazante con que el joven le habló la llevó a decidir no contradecirlo, y tras murmurar una disculpa, se alejó hacia Lady Venettia para informar que se retiraba.
Se sentía sumamente humillada por la actuación de su hermano, pero, por otro lado, sus pies rogaban un descanso de tanto bailar en aquellas delicadas zapatillas, por lo una vez se alejó del salón de baile, decidió que finalmente no había sido tan terrible, sino todo lo contrario. Casi caído del cielo el arranque de celos de su hermano. Claro que aquello nunca lo reconocería frente a Sebastian y seguiría aparentando estar absolutamente furiosa y resentida por su falta de protocolo.
Subió al coche apresuradamente y al llegar a la residencia de Mayfair de su padre, corrió apresuradamente a su habitación, deseosa de al fin quitarse aquellas finas zapatillas, con las que prácticamente sentía las piedras del suelo en las plantas de sus pies.
He ahí otro de los beneficios del matrimonio: Ya no tendría que sufrir tanto durante la temporada. Una buena esposa celebraba un par de eventos en casa y participaba de otros cuantos dentro de su círculo de amistades y de su esposo, pero no necesitaba asistir cada a noche a Almack's a bailar con cada hombre soltero presente en el salón, e incluso, de asistir a algún baile o evento tenía todo el derecho de retirarse temprano.
Ya deseaba encontrar un esposo. Si no fuera por la reacción de Sebastian, podría considerar como una muy buena opción a Lord Dudley: Era muy guapo y atlético, reservado y serio, lo suficiente como para considerarlo un hombre respetable y además gozaba de una muy buena posición en sociedad.
No estaría mal que él la cortejara, pero parecía evidente que Sebastian no lo permitiría. Probablemente conocía mucho mejor a Lord Dudley que ella y tendría sus motivos para evitar que bailaran juntos. Tal vez, tras aquella apariencia amable y de buen ver, el joven Conde no era más que otro joven dandy débil de carácter, cosa que ella no soportaría como compañía y bien lo sabía su hermano.
* * *
Al día siguiente, y como acostumbraba durante la tarde, Honoria se hallaba instalada en el salón rosa de la residencia de Mayfair, aquél que había sido acondicionado por su madre para reuniones femeninas y horas del té. Se trataba de un espacio sumamente femenino, decorado en delicados tonos pastel y con dibujos de lilas, rosas y lavandas por doquier.
Lady Venettia, la Marquesa viuda de Salisbury y chaperona autodesignada de Honoria y unas cuantas jóvenes casaderas más, había decidido pasar a tomar el té con su discípula.
—¡No entiendo que ocurrió con Lord Dudley! — insistió la mujer, en su tono chillón y metiendo un nuevo bocadillo a su boca. — ¡Es el candidato ideal para ti, querida!
Honoria se limitó a repetir su historia: Sebastian le había indicado que ya era hora de volver a casa. Para sus adentros, admitió que la mejor opción que conocía hasta ahora era el serio y apuesto amigo de su hermano. Suspiró, resignada.
—Hablaré con él. — señaló, completamente decidida la Marquesa.— No debe ser tu propio hermano quien te aparte de tus posibilidades.
Honoria asintió. Sonrió al pensar en lo que respondería su hermano a los reclamos de la viuda.
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La Perfecta (Versión borrador)
Ficción históricaLord Edward George Stanley, decimoséptimo Conde de Derby era un hombre serio, austero y sereno. Jamás sus pasiones podrían distraerle de sus funciones para con su condado, y mucho menos, para con la Corona. Fue su mejor amigo, el Conde de Dudley...