Epílogo

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La boda se celebró con la majestuosidad propia de la de un par de Londres, como correspondía, a pesar de que los preparativos debieron realizarse con suma premura. La mansión de los Derby, en Mayfair, fue el lugar escogido para la fastuosa comida y fiesta que brindaron los novios.

El salón de baile se hallaba atiborrado de invitados, que bailaban al compás de la cuadrilla que ahora tocaban los músicos.

Honoria estaba exultante, envuelta en un vestido de muselina crema, cargando de un grupo de conversación a otro con su larga cola y con Edward del brazo. Parecía que no podían separarse ni apenas un instante.

Por supuesto que la joven lamentaba que su padre no estuviese presente, pero Sebastian había obrado de cabeza de la familia de manera tal que la novia no podría decir que se hubiese sentido sola. Mucho menos falta de compañía: Lady Venettia y Madame Le Foix, Janice e inclusive el amigo y el primo del Conde, Lord Dudley, y Lord Penshurt, habían estado en todo momento ayudando con los preparativos y atendiendo sus necesidades de último minuto.

Poco antes de que los novios anunciaran su partida, ya que emprenderían aquél mismo día viaje a Knowsley Hall a fin de que la novia pudiese recorrer con calma los dominios que ahora regentaría junto a su esposo, y mientras aún recorrían el salón, saludando a los invitados, recibiendo sus buenaventuras, llegaron al grupo que conformaban Sebastian y su esposa, junto a Charles Hardinge.

—¡Estás tan bella hoy, hermanita! —le sonrió Sebastian, en cuanto se aproximaron.—¡Radiante!

Honoria, que no cabía en sí de felicidad, recibió el cumplido de buena gana.

—Diría que te has llevado al mejor partido de la temporada, primo. —Comentó Charles, con sorna. —Pero sería inadecuado, viniendo de mí, que intenté quedármela.

Edward rodó los ojos ante la falta de decoro de su primo.

Honoria observó, satisfecha, que gracias a todo el entuerto que había vivido ella con ambos hombres durante esa temporada era que hoy tenían una relación amistosa.

—¿Partirán pronto? — Preguntó Janice, algo ansiosa. Honoria sabía que estaba encargándose de todo, como una vez lo hizo ella para su boda, lo que podría resultar agotador, especialmente para una dama sin mucha experiencia en estos asuntos, como sabía que era Janice. Ella misma le había enseñado a regentar una casa, por lo que confiaba en sus capacidades, pero comprendía que pudiese sentirse abrumada al llevar sobre sus hombros, por primera vez, la organización de un evento de ese tipo. — ¿Tienen todo lo que necesitan?

—Si, querida.— Quiso tranquilizarla. — Lucy se está encargando de los últimos detalles de mi traje de viaje, no hay nada de qué preocuparse.

Su cuñada asintió, ansiosa, a modo de respuesta.

—¿Ustedes partirán pronto a Dorset? — preguntó Derby.

Sebastian, luego de un mordaz comentario sobre que una boda había retrasado los planes de partida al campo, y ser reprendido con la mirada por su hermana, terminó anunciando que viajarían dentro de tres días.

—Mucho más no podemos quedarnos. —añadió. — ¡Imaginen la vergüenza que pasaríamos solos en Londres, sin ninguna actividad recreativa!

—Por lo mismo parto hoy mismo. —señaló el Barón, qu removía una copa de Brandy entre sus dedos. —¡Esta ciudad ya está muerta!

—E imagino que no quedarán jovencitas casaderas con una dote suficiente para convertirse en tu esposa.— dijo Derby, con tono divertido.

Charles se hundió de hombros.

La Perfecta (Versión borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora