La temporada social llegaba a su fin. En tan solo unas semanas habría acabado y no quedaría miembro de la alta sociedad que se dejara ver por las desiertas calles de Londres.Berkeley's Manor -al igual que las demás casas de la alta sociedad Londinense en esas fechas- se preparaba para el traslado de sus ocupantes a la finca familiar en Dorset. La casa se hallaba en constante orden de enseres y algunos de ellos ya se encontraban camino a la finca, e incluso ya se les había ordenado a los sirvientes encargados de la estancia prepararse para la inminente llegada de los hijos del Vizconde. Hasta tía Maddie había anunciado su pronto regreso a París, en cuanto la familia partiera al campo.
También Charles Hardinge- que había estado de visita en un par de ocasiones a la hora del té- les había comentado sus planes de partir antes del final de temporada. Honoria sabía muy bien que, su premura por salir de Londres tenía directa relación con su propia decisión de no aceptar casarse con él, pero dejó de sentirse culpable cuando el joven Barón cometió la imprudencia de insistirle en arreglar las cosas con Lord Derby.
Por su parte, la joven reconocía al menos para sí misma, que el fin de la temporada social, por primera vez en toda su vida, le angustiaba.
Despedirse de todos sus amigos y conocidos -lo que nunca le había resultado especialmente sencillo- para partir al campo, le causaba una terrible desazón, ya que, si bien irían con ella Sebastian y Janice, la flamante pareja se encontraba en un estado de noviazgo romántico que, por muchos intentos que pudieran tener de hacerla parte, inevitablemente la mantenían fuera de dicha intimidad.
Tía Maddie regresaría a París, Charles partiría a la búsqueda de una nueva candidata a esposa que lo salvase de sus deudas, e incluso Lady Venettia había anunciado que visitaría a una vieja amiga en el campo antes de trasladarse a su Balneario favorito. Todos estarían lejos y la soledad se anunciaba sobre ella como una sombra aterradora.
Por otra parte, el distanciamiento con Edward le dolía especialmente. Veía el traslado al campo como una materialización física del problema, graficado en la enorme distancia que los separaría. Ella se encerraría en la finca de su padre en Dorset y Edward partiría a la casa ancestral de los Derby, hacia el norte de Londres. Temía profundamente no solucionar el problema que los mantenía distanciados antes de que ello ocurriese. Guardaba, eso sí, la esperanza de una reconciliación. El Conde, aunque había cumplido con su exigencia de no verse antes de la boda, se había esmerado en hacerle llegar cada tarde una nota a través de Dennis, en las que suplicaba que recapacitara y retomaran sus buenas relaciones.
Si bien Honoria, guiada por su orgullo y la seguridad de que estaba en lo cierto, no había respondido ni una sola vez a las súplicas del Conde, guardaba celosamente cada una de las notas en la funda de su almohada, como una especie de consuelo ante la imposibilidad de verle.
***
Edward se había mantenido ocupado hasta ahora entre las agotadoras últimas sesiones del Parlamento de la temporada y la preparación de Knowsley Hall, tanto para su propio arribo en unas semanas, como para recibir luego de la boda a Honoria.
Pero, con la cercanía del fin de la temporada, las sesiones acababan y se hallaba agobiado en la perspectiva de su inminente regreso al campo sin solucionar su conflicto con su Honoria.
Había escrito cada tarde una nota, solicitándole que recapacitara y le permitiera visitarla para retomar su cortejo como correspondía, pero ella no había enviado tan solo una respuesta.
La situación comenzaba a desgastarlo, y vivía entre la angustia de no recibir, día tras día, una carta de su novia y la ira que lo apoderaba al pensar en su tozudez. Parecía como si la joven estuviese presente en su vida a todas horas, a pesar de que había decidido no verle. No podía dejar de pensar en ella, e incluso había comenzado a recordar algunas escenas compartidas en la juventud, en la finca de los Berkeley.
ESTÁS LEYENDO
La Perfecta (Versión borrador)
Ficción históricaLord Edward George Stanley, decimoséptimo Conde de Derby era un hombre serio, austero y sereno. Jamás sus pasiones podrían distraerle de sus funciones para con su condado, y mucho menos, para con la Corona. Fue su mejor amigo, el Conde de Dudley...