siete

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Lord Derby entró presuroso al salón rosa, divisó a Honoria desde la puerta y se encaminó directamente hacia ella.

Al notar a dos mujeres más sentadas enfrente de la joven, se detuvo abruptamente para saludarlas con una inclinación de cabeza.

Honoria se levantó de un brinco y le tendió la mano, permitiendo que el Conde inclinara su cabeza sobre ella a modo de saludo. Edward apenas rozó con sus labios la delicada piel de la joven y se irguió nuevamente.

Ella dudó un momento. Presentía que el Conde quería hablarle a solas, pero decidió que debía cumplir con su rol de anfitriona, ante todo.

—Lord Derby, Lady Venettia, ustedes ya se conocen.— señaló la joven, mientras Edward besaba la mano enjoyada de la marquesa— Y esta encantadora joven es su sobrina, la señorita Janice Uppingtong.

Edward le dedicó una cortante inclinación de cabeza como todo saludo. Parecía desesperado e incómodo de formalidades.

—Un placer, señoras— comenzó él, antes de que la marquesa pudiera iniciar su parloteo—Lamento profundamente interrumpir tan amena reunión de damas, pero me temo que hay asuntos urgentes que debo tratar con Lady Honoria, si nos disculpan.

Honoria hizo un mohín, disgustada por tal interrupción, sintiendo pasado a llevar su papel.

—¿Conmigo, Lord Derby?— inquirió, molesta.

—Me temo que sí, mi Lady— señaló, viéndola fijamente— Realmente lamento molestarla de esta forma, pero se trata de un asunto impostergable.

Las dos invitadas estaban estupefactas, pero, aun así, Lady Venettia no parecía dispuesta a moverse de su sitio.

—Tal vez puedo recibirlo en el estudio de mi padre— señaló la joven, dudosa— Si gusta.

Fue recién entonces que Lady Venettia pareció darse por vencida.
No la estaban incluyendo en su improvisada reunión. Ya regañaría más tarde a su pupila por el agravio.

—No es necesario, querida.— dijo, levantándose de su sitio—Janice y yo ya debemos irnos, de todas formas. Hay mucho que preparar para el baile de esta noche.

Honoria llamó a la señora Harris, quien las acompañó a la puerta luego de que la joven se levantara para despedirlas, murmurando una disculpa.

—Tome asiento, Mi Lord— señaló con la cabeza los sillones a su alrededor, cuando estuvieron a solas—O tal vez prefiera usted que realmente lo reciba en el estudio de mi padre, o en la biblioteca... ¿Gustaría de un té y bocadillos o tal vez los hombres a esta hora prefieren algo más fuerte?

—No se moleste, Lady Honoria— negó el rápidamente con la cabeza y sentándose junto a ella en el canapé.—La verdad, la comodidad es lo último que me importa en estos momentos. Llevo algo de prisa, por lo que se lo preguntaré de inmediato: ¿Ha sabido de su hermano?

Honoria lo miró, sorprendida. Nunca se hubiera imaginado ver a Lord Edward desesperado por obviar las formalidades. ¡Se había sentado a su lado, por todos los cielos! Suerte que se trataba de un viejo amigo de la familia.

—No lo he visto desde ayer, que vino a cenar conmigo y con mi padre — señaló, nerviosa—¿Le ha ocurrido algo?

Edward observó fijamente los brillantes ojos miel de la chica. Parecía algo nerviosa y asustada. No había pensado en que pudiera ser una mujer delicada de espíritu, de esas que se afectan en la salud con las malas noticias. Es más, recordaba a una chica fuerte y atrevida. Dudaba sobre si sería correcto comentar con ella lo que ocurría, después de todo.

—¿Y su padre, mi Lady?—

—Se ha embarcado hoy rumbo a la India— señaló la mujer, alzando una delicada ceja. Parecía cada vez más intrigada, pero a la vez le molestaba no entender de qué se trataba esta visita—En misión de su majestad. ¿Ha venido hasta aquí sólo para interrumpir mi reunión de té y preguntarme por los miembros masculinos de mi familia? Si quiere que se lo diga también, mi abuelo está muerto hace años.

La Perfecta (Versión borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora