Los sirvientes habían recibido a Maddie con toda la parsimonia que requería la llegada de un visitante de la nobleza. La tía Maddie, en cambio, se había reído de todo, a pesar de que agradeció a cada uno de los sirvientes formados a la puerta con sus uniformes impecables cuando ella bajó de su coche.
— ¡Oh, ma belle nièce! — la tía Maddie extendió ambas manos hacia Honoria, tomándola por los hombros y besándole delicadamente cada mejilla. — ¡Estás bellísima, jolie!
Honoria rio, entrando a la casa junto a su tía. Sebastian esperaba unos pasos dentro del vestíbulo, listo para recibir el cariñoso abrazo de Maddie.
—¡Te esperábamos con ansias, Maddie!—sonrió él, besándole la mano con delicadeza.—¡Honoria se ha encargado de todo hace semanas!
—¡Oh, ma belle Honoria!, por supuesto que se encargó de todo. Es un calco andante de ma soeur. — rio la Condesa, dándole un cariñoso golpecito en el brazo de a la chica. Luego, engarzó un brazo al de su sobrino y otro al de su sobrina.—¡Vamos!, ¡instalémonos en aquél delicioso saloncito Rose, a beber una taza de un buen té inglés y a que me informen de todo lo que sea que ha estado pasando en mi ausencia!, Estoy segura de que tienen mucho que contar.
Entre risas los tres se encerraron en el salón de Honoria. Tía Maddie se acomodó en uno de los canapés. Honoria no pudo más que observarla un momento, mientras la señora Harris les servía el té y ofrecía algunos pasteles.
Madeline Troussard, Condesa de Le Foix, era una mujer aún muy joven. Recién cumplía sus 30 años, y dejaba que sus encantos se mantuvieran visibles. Usaba maquillaje sin ninguna vergüenza, sus vestidos y alhajas eran muy modernos y se encargaban de enmarcar su figura de la forma correcta.
Honoria envidió de alguna forma la soltura de sus maneras, la liviandad y delicadeza de sus gestos. Desearía sentirse tan libre y relajada, tan natural; pero ella no vivía en la moderna sociedad parisina.
Había sido educada en el modo estricto y frío inglés, correcto y sobrio. ¡Ella jamás podría llevar maquillaje a pleno día, en público! Y mucho menos de aquella manera, tan poco sutil... y ni hablar de aquellos vestidos tan... translúcidos y coquetos.
Ella era muchísimo más recatada y austera para vestir que su tía. Si bien debía reconocer, su vida no había sido un tedio infinito. Su infancia en la estancia en Dorset había sido feliz, y en cierto sentido, bastante libre. Su madre había muerto cuando Honoria era aún muy joven, por lo que los pocos recuerdos que tenía de ella se remontaban a haberla visto al despedirse antes de salir, bellísima, a algún baile o cena con su padre, o al irse a dormir, cuando mamá pasaba por el cuarto infantil a darle un beso de buenas noches; realmente no podía decir que fuese una madre autoritaria.
Por otro lado, su padre, era un hombre de carácter amable, por lo que nunca había intervenido de forma directa dándole algún reto o sermón. Esa misión la tuvieron primero su niñera y luego, ya mayor, su institutriz. Ninguna de ellas había logrado, por mucho esfuerzo que pusieran, imponer demasiada autoridad en Honoria; mucho menos si se encontraba Sebastian en casa.
Recordaba haberse escapado continuamente de sus lecciones, correteando y jugando con Sebastian y Edward como si fuese un chico más. Por ello, si bien reconocía que había vivido con ciertas libertades, también recordaba que todo había acabado cuando había comenzado a crecer. Las normas sociales que se imponían a las jovencitas eran sumamente estrictas. El decoro, la educación exhaustiva en temas acotados a su sensibilidad, la forma de vestir, de moverse, de hablar, habían obligado a Honoria a convertirse en una dama correcta. En cambio, Maddie, en su vida de casada, había logrado escapar de todo aquello. Había logrado ser libre.
La risa cantarina de su tía, acomodada grácilmente en el canapé, la devolvieron a la realidad.
—¡No es cierto!— reía Maddie, divertida.—¡Lo hicieron pasar por un accidente! ¡No puedo creer que ma belle Nora estuvo involucrada en todo esto!
—Oh, claro que es cierto, Maddie.— apuntó Sebastian, masajeando su cabello con distensión— ¡Morirías por haberla visto enfrentarse a Sophie! ¡Estuvo fantástica!
—Me alegra que lo disfrutaras, hermano.— sonrió Honoria, rodando los ojos—Después de todo, gracias a ti terminamos metidos en todo este enredo.
—¡Oh, pero ya está por solucionarse, Nora!— le guiñó un ojo el rubio—Hoy hemos hecho un gran avance con Derby.
—¿Derby?— preguntó la Condesa, con gesto interrogante— ¿No hablarás del Conde de Derby?
—¿Lo conoces?— preguntó Honoria, sorprendida.
— Oh, sí.— sonrió como una gata su tía—Hace unos años atrás, en una cena en París. Es un joven guapo, pero tan serio y estirado que arruina todo el efecto que podría producir su imagen. ¿Cómo es que ese hombre quedó enredado en todo este lío de faldas?
Sebastian rio, llevándose un pastelillo a la boca.
—Es un viejo amigo de la familia.—dijo, hundiéndose de hombros— Siempre ha estado metido en alguno de mis líos.
—Más bien, siempre ha solucionado tus líos, ¿no?— sonrió Madeleine, divertida.
Sebastian guiñó otra vez el ojo.
—¿De qué avance hablas?— inquirió Honoria, curiosa.— Dijiste que me lo contarías todo al regresar, pero apenas te he visto llegar cuando anunciaron la llegada de Maddie...
—Lo sabrás pronto, hermanita— sonrió, haciéndose el interesante— Tal vez muy pronto...
Madeleine rio, divertida ante la intriga.
—Bien, ¿Qué deliciosos planes tienes preparados para mí, ma belle?—
Honoria suspiró. ¡Quizás en qué lio estaría metido ahora su hermano! Tal vez era mejor no enterarse y enfocarse de una vez, como había planteado de manera tan poco sutil hace unos días Lady Venettia, en su propósito de esa temporada.
—Para comenzar, hoy tenemos una cena en casa, ideada por Sebastian, pero planeada y gestada gracias a mí, por supuesto.— sonrió a su tía.— Mañana tenemos invitaciones para un baile en casa de los Hamilton, que según Lady Venettia, dan los mejores bailes de Londres, por lo que parece un evento que podría prometer.
La tía Maddie aplaudió, entusiasmada.
—Y para el resto de la semana, tenemos unas cuantas invitaciones a la ópera, a otros bailes, cenas, tardes de bridge...— enumeró Honoria— Y un día de campo. Decidí no responder a todas, esperando tu aprobación.
—¡C'est magnifique!—Madeleine se levantó de un salto, uniendo sus manos con alegría.— Entonces, será mejor que me dé un baño y tome un descanso de ese terrible viaje para estar radiante y bella esta noche.
—¿No quieres saber quiénes vendrán?— preguntó Sebastian, divertido.
—¡Oublie!—saltó la Condesa, riendo.—¡Así es más interesante, mon chéri!
Tras la divertida salida de su tía, Honoria se volteó hacia su hermano.
—Espero que no estés en problemas otra vez, Seb.—
Él rio, poniéndose nuevamente en pie.
—Quédate tranquila, hermanita.—le sonrió.—Ahora, yo también iré a tomar un descanso y... — imitó el gesto que su tía había hecho al unir las manos en su regazo—¡Prepararme para estar radiante esta noche!
Honoria no pudo más que echarse a reír al verlo salir del salón dando pequeños saltitos.
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La Perfecta (Versión borrador)
Ficción históricaLord Edward George Stanley, decimoséptimo Conde de Derby era un hombre serio, austero y sereno. Jamás sus pasiones podrían distraerle de sus funciones para con su condado, y mucho menos, para con la Corona. Fue su mejor amigo, el Conde de Dudley...