veinticuatro

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A la mañana siguiente Honoria bajó a desayunar más tarde de lo normal, encontrando la mesa ocupada por su tía y su hermano, como si la esperaran. Decidida y aún furiosa, se instaló en su sitio a la mesa del desayuno bajo la atenta mirada de sus acompañantes y, antes de que cualquiera pudiera hablar, anunció que no volvería a tocar el tema de su compromiso, y que, si alguien llegaba a hacerlo, tomaría sus cosas y volvería a Dorset dando por finalizada la temporada anticipadamente.

No quedó mucho que pudieran hacer: Tanto su tía como su hermano la conocían muy bien, especialmente su carácter y testarudez, por lo que optaron por acatar su decisión. Aunque Sebastian insistió, una última vez que, para molestarse de aquella manera primero al menos debía escuchar qué había ocurrido. La fulminante mirada de su hermana le hizo saber que no era el momento, y, a decir verdad, todos tenían mucho de qué preocuparse y con qué ocuparse por esos días, por lo que no podía encargarse de la situación de momento y decidió dejarlo para después.

Pero ese después nunca llegó. Los días siguientes fueron dedicados de manera absoluta a los preparativos de la boda de Sebastian.

Tía Maddie se dedicó con esmero a la decoración del salón de baile, la selección de las flores para la iglesia y la vestimenta de los miembros de la familia: Aunque hubiera preferido mandar a traer seda y telas exóticas, debió conformarse con escoger los satines más finos de la modista de moda, ya que se hallaban a contratiempo. Por su parte, Lady Venettia se paseaba con frecuencia por el salón rosa, intercambiando ideas y necesidades con Honoria y Maddie y las mantenía informada de los preparativos de la novia, su vestido y de cómo habían logrado esconder la herradura cosida dentro él; o el esmero con el que preparaban el ajuar de la novia sus hermanas y primas.

Mientras tanto, Honoria, que seguía furiosa con Sebastian y decidida a aceptar la propuesta del Barón de Penshurt una vez que la boda de su hermano fuera realizada, se enfocó en trabajar abnegada en cada detalle que fuese necesario para el evento. Durante el día, se preocupaba de bordar las servilletas con las iniciales de los novios, preparar los paquetes con almendras de regalo para los invitados o supervisar la limpieza de las estancias que se usarían para el evento. Escribió de puño y letra las invitaciones a la boda, y las decoró cuidadosamente una por una. Encargó el banquete, platillo a platillo, discutiendo con la cocinera personalmente cada aspecto de lo que se serviría y se encargó de realizar los pedidos y supervisar las compras. No podía faltar siquiera una gota de aceite para los candelabros. Debía reconocer que, si bien le hacía sumamente feliz encargarse de los preparativos de la boda de su hermano, en gran medida lo hacía para mantenerse ocupada. Aún se sentía confusa e irritada respecto de su propia situación sentimental, por lo que ayudar a su hermano le distraía y despejaba algo la cabeza.

Pero cuando caía la noche, y se hallaba sola en su recámara, la confusión la abordaba. Y las constantes visitas de Lord Derby a Berkeley's Manor no ayudaban.

Con todos los preparativos, tanto Derby como Dudley habían concurrido con frecuencia , ya que como buenos amigos del novio, se encargaban de ayudar en cuanto fuera necesario con los preparativos del gran día: solicitando los anuncios en la parroquia, la publicación del correspondiente anuncio oficial en el periódico, repartir las invitaciones más urgentes y asistían en la recepción y organización de los regalos que pronto comenzaron a inundar el salón: debían asegurarse de no encontrar un cuchillo entre los regalos, para evitar el mal augurio.

Honoria se había topado con Edward cada día, ya sea en el salón rosa o en la biblioteca o a la hora de la cena, invitado por su hermano. Cada vez que lo veía entrar a una habitación sentía como su respiración se cortaba y debía desviar la mirada. Tanto, que podría dibujar de memoria el diseño floreado de la alfombra o describir con los ojos cerrados la distribución de las flores del tapiz mural.

La Perfecta (Versión borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora