diecinueve

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Aun abrumada por los recientes acontecimientos comenzó a avanzar entre el gentío. No sólo el calor de la estancia le había sonrojado las mejillas y ahogado la respiración, pero estaba decidida a pretender que se trataba únicamente de lo acalorado del ambiente. Por dentro, eso sí, su estómago se hallaba revuelto y su corazón latía a mil por hora.

"Concéntrate, Honoria", se reprendió.

Inhaló hondo y se obligó a concentrar la atención en su entorno a fin de vislumbrar su objetivo, a pesar de que sus manos aun temblaban al recordar el suave tacto de aquel beso. No es que fuera el primero que hubiese recibido, ni mucho menos. Como ya se ha dicho, Honoria no se hallaba en su primera temporada en sociedad, y ya había sido cortejada por una serie de galanes a los que había rechazado anteriormente, pero sin razón alguna, este beso en particular le había conmovido de una manera completamente nueva.

Lamentablemente, no disponía del tiempo suficiente para adentrarse a explorar las razones que la habían llevado a corresponderle al Conde, ni aún a los sentimientos que el mismo beso había aflorado, ya que se hallaba en una misión de la que nuevamente se había distraído.

Caminaba sin rumbo entre los invitados cuando una mano enguantada tiró de su brazo hacia una mesa.

—¡Má chérie!— le llamó una voz cantarina, captando su atención.— ¿Dónde te habías escondido? No pudimos hallarte cuando terminó la pieza de baile.

La tía Maddie, que la había atrapado por el brazo, la encaminaba hacia una mesa donde dos mujeres mayores y un joven se hallaban bebiendo limonada y charlando.

—¡La he encontrado, mi Lord!—  anunció con una palmadita la tía Maddie al llegar a la mesa— ¡Paseaba distraída cuando la he atrapado!

Charles Hardinge, con su encantadora sonrisa y seductora mirada, alzó la vista hacia Honoria.

—Lo lamento, necesitaba algo de aire fresco.—se excusó la joven.

—No sé cómo las jovencitas gustan tanto de las corrientes.— comentó una de las mujeres sentadas a la mesa, que Honoria reconoció como Lady Chapman, una anciana quejumbrosa que gustaba de intercambiar los mejores chismes de la temporada con Lady Venettia, la marquesa viuda de Salisbury, quien se hallaba sentada a su lado.—Para mí no hay nada como un buen cuarto cerrado.

—La verdad es que aquí dentro está algo sofocante para mi gusto, querida— disintió Lady Venettia, con un gesto ahogado.— Tal vez también deba salir a tomar aire un momento.  Podríamos dar un paseo, los jardines son bellísimos, ¿no querida?

—Ofrecen una vista maravillosa— asintió Honoria con una sonrisa escapándosele en los labios.

La tía Maddie le sonrió con suspicacia, pero propuso una excursión grupal a los jardines.

Honoria sintió la mirada de Hardinge sobre ella, interrogante. Desvió la vista, turbada, y recordó de pronto su cometido.

—¡Tía Maddie!— saltó, haciendo que la mujer se voltease, asustada.— ¿Y Janice?

La mujer abrió enormemente los ojos, como si acabase de recordar su deber, pero no fue ella quien respondió.

—Ha ido a la sala de descanso para mujeres, hacía tan solo un momento antes de que llegaras, querida— indicó Lady Venettia, restándole importancia.— Vamos, deseo pronto estar fuera de este salón.

—No. Debo ir por ella— negó la joven, lanzándole una mirada preocupada a su tía— Le prometí a Sebastian que la acompañaría mientras él está en el salón de juegos...—

Tía Maddie, que no se caracterizaba por su falta de intuición, comprendió que algo podría ir mal, por lo que asintió lentamente.

—Si, por supuesto. Iremos a acompañarla.— señaló, tomando del brazo a su sobrina.— Ustedes adelántese a los jardines.

La Perfecta (Versión borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora