Capitulo 1. Vueltas
Anna
La alarma del celular suena como todos los días a las siete. Gimo. Con los ojos cerrados la apago y me quedo tendida en la cama. Cada vez que escucho la canción que puse de alarma siento horror. Nunca fui de esas personas que se levantan de buen humor a la mañana. Y menos sabiendo que esa alarma me levantaba para ir al colegio. Gimo de nuevo. No es que me disgustara el colegio. Para ser sincera me daba igual. Todo me parecía medianamente fácil y tenia las mejores notas de mi clase. Ir a tratar con gente de mi edad que parecía haber desarrollado una tendencia a decir pavadas cada 10 segundos y una habilidad terrible para hacerme sentir incomoda?, eso era mucho más difícil. Me levanto, se estaba haciendo tarde y yo tenía que entregar un trabajo de historia sobre la segunda guerra mundial. Me pongo unos jeans y una camisa limpia que encontré. Apenas me peino, hubo algún momento de mi vida en donde me preocupaba por la estética, ahora eso se reduce a estar bañada, con desodorante y perfumada. Si estaba peinada, maquillada o si mis zapatos combinaban con mi cinturón no me importaba. Era mejor así, nadie se sentía muy atraído a venir a hablarme, ni chicas ni chicos e incluso los maestros sabían hasta donde podían forzarme a hablar en clase.
Me miro al espejo, estaba presentable, corro a la cocina, pongo un poco de café en la taza. Tomo mi café en un record de un minuto y me asomo a ver si mamá dormía. En cuento abro la puerta logro verla envuelta en las mantas. Me acerco a la mesa de luz a contar las pastillas, estaban casi todas. Me aseguro de que respire, lo hace. No me permito pensar en que pasaría si un día entro y me doy cuenta que se tomo todas las pastillas que tiene prescriptas por su depresión o si la encuentro colgada o si simplemente se emborracho tanto que le dio un coma alcohólico mientras dormía. Ya hace tiempo que estaba sumergida en su propia burbuja, apenas habla conmigo y con mi hermana y por lo general, es para gritarnos por algo como hacer las compras o lavar su ropa. Sólo se preocupa estos días por sus pastillas, el control remoto, el ex que no le devuelve los llamados y el cheque que mi papá envía todos los meses, un papá al que no recuerdo pero aparénteme que el si me recuerda a mi. Su culpabilidad por no verme ni siquiera llamarme, lo hace enviar un cheque todas los meses. Funciona bien para mi.
Me quedo mirándola un segundo más, chequeando de nuevo que esté bien, nunca puedo estar realmente segura con ella, y si bien a veces la odio para asustarme de tal forma, por no ser una buena figura materna para mi hermana ni para mi, no puedo evitar suspirar aliviada cada vez que se levanta de la cama. Por lo general es sólo para ir a darse un baño y volver a tirarse con el televisor. Pero aún me tranquilizaba ver esas pocas señales de su vida triste. En éste momento no podría lidiar con algo más. Me di cuenta muy pronto lo horrible que es vivir asustada por la vida de alguien más.
Chequeo el reloj de pared de la cocina que da las 7.20, más vale que corra si quería llegar a tiempo. Era un alivio que mi hermana se haya quedado a dormir de una compañera de clase o no hubiera tardado años en salir. Me toma al menos media hora más levantarla, molestarla para que acceda a lavarse los dientes, darle el desayuno, chequear que tenga todos sus libros y arrastrarla corriendo hacia la escuela. Era una suerte que no quedara demasiado lejos, sólo unas cuentas cuadras y por lo general, caminando rápido llegámos en 15 minutos. Layla sólo tiene nueve así que por lo general la apuro a que entre por la puerta de primaria mientras yo corro a entrar por la otra puerta de secundaria. A veces tenía la suerte de que su papá la llevara. Luis fue el segundo novio de mi mamá que no llegó a ser marido pero si a ser el papá de Layla. Se separaron un año después de que ella naciera, mamá lo echo de casa luego de tener una pelea con él, en la que se vieron destruidos todos los platos de la casa. Luis no tenía un trabajo fijo y jamás aportaba en la casa y menos aún ahora que ya no vive en ella. Pero con el pasar del tiempo, no había desaparecido completamente. Llamaba a Layla para su cumpleaños y de vez en cuando se aparecía para llevarla a almorzar o al cine. No era la mejor de las figuras paternas y yo no confiaba mucho en el, pero Layla lo quería y mamá lo autorizaba. Y yo, bueno, no era nadie para romper el corazón de una nena de 9 años- Mejor que lo disfrute mientras esté cerca y cuando no este, bueno ya lideraré con eso.
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Una y otra vez
Teen FictionEstoy marcando el camino para que las bestias nos despedacen, y aún asi no me importa. Correría a ella de nuevo una y otra vez. Al parecer, se está volviendo un imán del cual yo no puedo escapar y sé, sin ninguna duda, que ambos vamos a pagar por é...