Capitulo 10 parte uno
Lucas
La dejo ir. Verla alejarse hacia el final de la calle hace que se me haga un nudo en el estómago. Pienso en mil razones para decirle que se quede o que me permita acompañarla, incluso considero pedirle a Esteban que cuide a Layla para poder seguirla a donde quiera que vaya. No tengo ni idea adonde va e involucrar a mi hermano es un pésima idea. Ambos sabemos como se siente con respecto a ella, como yo debería sentirme con respecto a ella. Y sin embargo, acá estoy volviéndome loco con la sola idea de verla irse sin poder cuidarla. Ella tampoco quiere mi ayuda, y aún así no me importa nada. La seguiría adonde sea si no fuera porque Layla está durmiendo sola en la casa.
Abro la puerta con la llave que me dió y paseo un poco por el living, apago la televisión que sigue encendida. Trato de no hacer demasiado ruido pensando en su hermana, que debería de estar durmiendo. Camino hacia donde creo que están las habitaciones, abro la primera puerta esperando que sea el cuarto de Layla. Sé que me equivoco cuando veo que la cama está vacía y perfectamente hecha. No hay nada tirado en el suelo, el escritorio está ordenado e inclusive hay una lista de quehaceres pegadas con papel a él. Veo una foto apoyada sobre un pequeño espejo cerca de la ventana, en él están Anna y Layla abrazadas. Parece bastante actual, quizás del año pasado o un poco menos. Todo es blanco y puro en éste cuarto, todo es ella. Tan frio y tibio a la vez, tan vacío y lleno de alma. Ella nunca fué una sola cosa, ella es el blanco y negro más toda la gama de grises del universo.
Cierro la puerta y salgo inmediatamente del cuarto sin poder respirar, me quedo un segundo apoyado sobre la puerta tratando de no volverme loco con la soledad de mis pensamientos. Había decidido liberarme y no mirar atrás, dejar que sea lo que tenía que ser. Y si bien se sentía como una buena idea, cada vez que estaba tan cerca de ella, tan cerca de su persona, el remordimiento me atacaba de nuevo como un enjambre de avispas. Sentía como me pinchaba en todo el cuerpo, la peor parte es que estaba seguro de que lo merecía.
No se cuanto tiempo estoy parado frente al cuarto de Anna, sólo sé que de un momento a otro una nena en pijamas de ositos ésta adelante mío.
-eyy Lai -trato de sonar alegre. -Ann se tuvo que ir un ratito pero ya vuelve, me voy a quedar en el living, ¿sabés?. Es tarde para que estés despierta, anda a dormir tranquila. Voy a estar cerca, prometo.
-No podía dormir, no quiero que Ann esté sola en la calle- me dice con ojos tristes. El hecho de que la nena de 8 o 9 años tenga más conciencia que la madre por sobre donde estaba su hija me toma por sorpresa. Ellas merecen algo mejor que esto, pienso
-Lai no te preocupes por Anna, ella es grande y sabe lo que hace- miento descaradamente esperando que se lo crea, yo mismo estoy a un pelo de ir a buscarla. -Además le dí mi teléfono, si me necesita va a llamar-le digo con mi mejor sonrisa de “todo está bajo control”. Layla asiente casi convencida por mi pequeño discurso.
-Y ahora nos vamos a la cama - no la dejo decir nada más, la cargo en mis brazos y la llevo a la siguiente habitación que asumo que es su cuarto. La dejo sobre la cama y la ayudo a taparse con una colcha rosa llena de ositos al igual que su pijama.
-Que sueñes con los angelitos-le digo. -Y no te preocupes por Anna, yo me voy a encargar de ella-aseguro.
-¿De verdad?- me pregunta.
-De verdad, ahora y siempre- digo dándole un beso en la frente. Salgo de la habitación con la certeza de que no digo más que la verdad.
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Una y otra vez
Teen FictionEstoy marcando el camino para que las bestias nos despedacen, y aún asi no me importa. Correría a ella de nuevo una y otra vez. Al parecer, se está volviendo un imán del cual yo no puedo escapar y sé, sin ninguna duda, que ambos vamos a pagar por é...