Capítulo 10 parte 2. ¿Cómo llegamos acá?

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Capitulo 10 parte dos ¿Cómo llegamos acá?

Anna 

Ya habían pasado tres horas desde que salí de casa, estoy caminando hacia la parada del ómnibus ahora, en las mismas condiciones en que llegué al centro de la ciudad. Con las manos vacías. Por supuesto que había encontrado a mamá, ¿qué tan difícil es encontrar a un alcohólico en una cuidad?. Sólo hay que asegurarse de buscarlo en cada bar que existe y, ¡bingo!. Fué en el cuarto local que visité que la encontré, estaba en la barra charlando con un hombre y completamente tomada. Alejé el tipo diciéndole que era una mujer casada y que su marido era un tipo enorme que estaba viniendo a buscarla muy enojado ahora mismo. Se fué en un abrir y cerrar de ojos. Ella me miró enojada, todavía no estoy segura si me reconoció o no, y siguió tomando. Mi presencia no cambió en nada su pequeña recreación. La tomé por el brazo y le pedí que nos fuéramos a casa, casi empiezo a forcejear con ella para que se levante de esa silla. No hubo caso, ella estaba con dos de sus mejores amigas. Una era la bebida, la otra una rubia que ni siquiera recuerdo el nombre. Estaba casi tan borracha como ella.  

Parada ahí con mi frustración, el dueño del bar se me acercó y me ofreció llamarle un taxi una vez que se quieran ir así ninguna manejaba. A esas alturas me pareció lo mejor, no iba a lograr sacarla de ahí ni a rastras. Como sea, me resigné. Que se tome todo el bar y termine tirada todo el día en la casa de la rubia, no me importaba. No en éste momento. Había dejado a Layla sola, me había obligado a salir en el medio de la noche a buscarla, y estaba metida en una situación complicada con Lucas. Sabía que cuando una persona pedía a otra un favor, se veía obligada a entregar parte de su vida privada. Yo había tenido que decirle la verdad a Lucas. Y cuando uno contaba ciertas cosas, simplemente no había vuelta atrás. 

Camino más rápido ahora, si sigo pensando y dando vueltas al asunto no voy a llegar más. Lucas me llamo nueve veces en las últimas tres horas y me mando seis mensajes de texto. Confieso que sí los conté. Y si bien estoy tranquila con él en casa, quiero sacarlo de ahí lo más pronto posible. Tengo miedo que piense mal de nosotros, que me juzgue a mi familia y a mí. Ahora sé eso. Me importa lo que el piense y ya estoy cansada de negarlo. 

Trato de mantener los ojos abiertos durante todo el camino, el ómnibus va casi vacío. Ni miro al reloj para no deprimirme, mañana iba a ser un dolor físico levantarme para ir al colegio. Pierdo en la batalla de no quedarme dormida y termino bajándome tres paradas después por lo que tengo que caminar ocho cuadras de más. 

Mientras sigo el a casa me doy cuenta de que voy a tener que decirle algo a Lucas. Lo más fácil sería decirle gracias y dejarlo que se vaya a su casa, espero que con eso sea suficiente, espero que no esté enojado por haberlo dejado en casa sólo hasta las dos de la mañana, espero que no piense mal de mi. Espero. Espero. Espero. 

Abro la puerta lo menos ruidosamente posible, y doy un paso hacia el living. Me quedo paralizada. La escena que veo no es lo que yo esperaba. Lucas está sentado muy rígido sobre mi sillón preferido, su papá está parado al lado de él. 

-Profesor- es lo único que sale de mi boca. La sorpresa me había quitado la capacidad de unir sujeto y predicado. Lo primero que pienso es que algo pudo haberle sucedido a mi hermana, pero desecho esa idea rápidamente. Lucas me lo hubiera dicho en la docena de veces que me llamo. Me podría haber dicho esto también, pienso. 

-Anna ¿de dónde venís?-me pregunta. Su seriedad me desconcierta, incluso en el colegio parecía más relajado. Llevaba su look clásico, pantalones de vestir color miel y camisa blanca. Su pelo castaño, al igual que el de Lucas, estaba despeinado, la única señal de que lo había sacado de la cama. 

Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora