Capítulo 17. Jar of hearts

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Capítulo 17  Jar of hearts

 

Anna 

 

Recorro el trayecto a casa tan lenta e inconscientemente que  en un punto me paro para fijarme donde estoy. Ni siquiera noto que me faltan aún tres cuadras  para legar. Es un completo alivio que Layla se haya ido a jugar con sus amigas del colegio. Lo único que me alegra es saber que ella es feliz, que está aparte de toda esta situación. Y que, con mucha suerte, apenas sea consiente de ella. 

El profesor se había sentado al lado mío media mañana sólo para escuchar lo que tenía para decir, y por primera vez en mi vida, no me había negado a hablar. No podía haber llorado a lagrima viva en su camisa y luego negarme a que me ayude. Le conté todo de ella, todo lo que el estuvo perdiéndose los años que estuvo alejado. El alcohol, los novios y maridos que no fueron, las peleas y los golpes también. Era la primera vez que me permitía hablar sin reparos sobre ello. Sólo me relaje y deje a las palabras salir de mi boca y, sorprendentemente, se volvió tan fácil como las lágrimas que tardé años en derramar.   

 

Elias escucho todo, lo bueno, lo malo y lo que había en medio de eso. No indagó ni pregunto de más, sólo estuvo ahí. Una vez que no supe más que decir, y cuando ya no tuve más fuerzas ni mas ganas de llorar o autocompadecerme concluyó con un "yo me voy a hacer cargo de esto". Esa era la parte que  no me esperaba, digo, ya era suficiente que estuviera sentado conmigo. No tenía porque hacer nada, después de todo mi mamá no es su problema. Es sólo mío. El se puso inflexible en el tema y ya no dije nada mas. Asentí y empecé a despedirme, mi momento de libro abierto se estaba terminando. El pareció entender. Me compró una bebida y me dejo ir.   

 

Ahora, caminando a casa, y a pesar de que la charla fue muy liberadora, tengo una ligera sensación de vacío. Lo único que logro pensar es en como me gustaría tener a un adulto así en mi vida. ¿Es extraordinariamente egoísta de mi parte querer eso?. Tal vez lo sea. Sé que tampoco me puedo quejar de lo que me tocó, siempre se puede estar mucho peor. Trato de deshacerme de este sabor agridulce que tengo recorriéndome. Tengo que ir a trabajar en un rato y lo último que necesito es estallar en crisis delante de Lib también.  Me amigo un poco con la idea de que Elias se meta en nuestra burbuja. Si el quiere ayudar, que así sea. Después de todo, me estaría haciendo un gran favor.   

 

Cuando llego, tiro la mochila en el living y me pongo a lavar los platos de ayer que habían quedado sucios. Llamo a Layla para saber a que hora quiere que la vaya a buscar, junto la ropa sucia que algún momento espero lavar. Reviso que mamá este bien. 

La encuentro mirando el canal de las compras. Me pregunta si le podía conseguir una de esas almohadas que presentan en tv, repito lo mismo que siempre. No tenemos plata para gastar en eso. Ella asiente dócilmente, lo que es raro, y le da un trago a la botella que tiene al lado. Cierro la puerta para no seguir viendo.   

 

Voy a mi cuarto esperando ver algún mensaje de Lucas en el celular que me dejó o mejor dicho que nunca le llegue a devolver. Me había mandado un mensaje ayer diciéndome que me quede con su celular por un tiempo así podía contactarme y que no me haga problema porque el había conseguido otro para el. El teléfono me dice que no hay llamadas nuevas. No puedo evitar sentirme desilusionada. Escribo un mensaje rápidamente preguntando donde está y lo envío. Dejo el aparato en la cama y comienzo ordenar mi cuarto. No puedo evitar darme vuelta a mirar a la maldita cosa cada dos segundos para ver si contesta. No lo hace.   

Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora