capítulo 2. Miedo

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Capitulo 2.  Miedo


Lucas 

 

¿Qué era lo que había hecho?, no puedo ser así de impulsivo. Suspiro de alivio una vez dentro del auto. Me alegro que me haya dicho que no, me alegro cada vez que rechaza alguna de mis atenciones. Es decir, por supuesto que yo no quiero que camine a casa innecesariamente cargando su mochila llena de libros y la de Layla, por supuesto que siempre quiero ayudarla con las bolsas del supermercado, por supuesto que no quiero verla tan triste, tan sola. Pero no puedo, y no debo permitirme éstos impulsos, Anna tiene su propia vida y es ella la que tiene que encargarse de sus propios problemas. Además es una molestia, de tan sólo pensar lo que había significado para mi familia me amargo. Su existencia trajo problemas para todos y muchas lágrimas, especialmente para mamá. Definitivamente no la quiero cerca mío. No puedo tenerla cerca. Nunca. La distancia es lo mejor y lo único que me permite tener la cabeza fría. Tengo que evitar esa curiosidad que me despierta. Yo sólo quiero saber más y a la vez no quiero o no debo. No entiendo porque tanto silencio, porque no se la ve más seguido con sus amigas, no entiendo como alguien tan brillante pueda ser tan tímido. No entiendo como alguien tan fuerte, tan responsable, pueda verse tan frágil. Ella tiene dos caras, la fría, la desinteresada y esa que peina a su hermana antes de entrar al colegio y que reparte apuntes para aquellos que nadie más sabe que existen en la clase. Yo simplemente, no comprendo y no puedo hacerlo o no quiero o no debo. Tengo que dejar de darle vueltas pero ¿cómo hacer que alguien te caiga mal cuando en realidad no lo conoces? 

Conduzco hasta casa viendo como ella se aleja en otra dirección, es mejor así pienso. En cuanto salgo del coche, veo que el auto de papá está en el garaje también. El llega temprano los Lunes. Lamentablemente para mi, Esteban también está en casa, y me doy cuenta al instante porque nomas traspaso la puerta y se escucha la discusión. Si está en casa tan temprano un Lunes significa que perdió su trabajo, de nuevo. El había estado trabajando en una sucursal de un banco como cajero, mi papá lo había ayudado a conseguir ese empleo  a través de unos amigos. La idea era que trabajara a la mañana ahí y que a la tarde pueda asistir a la universidad pero eso nunca estuvo en sus planes y fue así como empezó todo. Papá no lo aprueba y a pesar  de que jamás fue de las personas que discutían o gritaban,  recalca en todo momento a Estaban la falta que comete al no ir a la universidad y el gran error que eso significa. Sus miradas de reprobación llegan alto y claro y Esteban, bueno, Estaban no se calla nada. Me molesta esto que hace, no me gustan las disputas familiares, me hace acordar a cuando mamá estaba viva y peleaba todo el tiempo con papá. Ella era la única que peleaba, a papá no se lo escuchaba jamás. El no era bueno para las peleas pero tampoco lo había sido para el matrimonio. Aún así, Esteban es un buen hermano y siempre ha estado ahí por mi, Ariana en cambio es otro asunto. Yo la quiero muchísimo pero ella siempre tiene un mejor lado en el que estar. Desde que mamá murió hace eso de tres años, nos fuimos dividiendo. Es como si la tormenta se hubiera disipado en el horizonte y tomado rumbos diferentes. Somos viento ahora y vamos todos hacia diferentes lugares. Me duele ese pensamiento, me quema en la garganta. En algún momento habíamos sido una familia. 

 

Se me van todas las ganas de almorzar que tengo, no deseo estar en el medio de nada ni nadie así que sólo me dirijo a mi cuarto. Tiro la mochila a un lado y me dejo caer en la cama. Tengo que empezar a escribir la maldita poesía para mi clase de literatura, ya casi todo el mundo la había entregado. Odio la poesía, es demasiado sentimental para mi, demasiado personal. No puedo escribir nada sin que la profesora no trate de psicoanalizarme después y tampoco puedo hacer una poesía entera dedicada a la planta de durazno de mi jardín. Si iba a escribir algo, al menos iba a hacer algo sincero. Para secretos, ya guardo demasiados. Me da dolor de panza el saber todo lo que callo, todo lo que no puedo enfrentar y aún así más dolor me da la posibilidad  de decir todo y herir a alguien en proceso y de confirmar cuestiones que no quiero confirmar. No quiero desterrar secretos pasados y saber al fin, que todos mienten. 

Una y otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora