Capitulo 37

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-Urgh. -gemí cuando la luz golpeó mis ojos dolorosamente y mi cabeza palpitaba de dolor. Nunca - Beber - De - Nuevo; pensé. Entrecerré los ojos para disminuir el brillo, pero todavía no podía ver con claridad. Empecé a dormitar de nuevo, pero entonces recordé, ¡la escuela!

Salté de la cama sólo para hacer una pausa a la sensación en mi estómago, sostuve mi mano sobre mi boca y corrí al baño, donde dejé escapar una parte del alcohol que había ingerido mi cuerpo la noche anterior. Miré a mí alrededor y estaba en mi casa.

-Urgh Dios, Mica. -Karen se retorció cuando entró y se arrodilló a mi lado. Tomó el cabello de mi cara, manteniéndolo alejado de la caída del líquido que salía de mi boca. Me puse a llorar y de inmediato sentí el brazo de mi amiga en mi espalda. -Shh... no pasa nada. Deshazte de todo eso y luego conseguiremos algunos analgésicos ¿de acuerdo?

Asentí débilmente y continué sintiendo la quemadura en mi garganta.

- ¿Tomaste mucho? -Karen preguntó incrédula mientras frotaba círculos suaves en mi espalda.

-Lo suficiente como para olvidar por un rato. -le respondí sin pensar.

-Eso suena como la mierda. No vuelvas a hacerlo, ¿me escuchas? -Karen advirtió.

Me atraganté y ella me ayudo de nuevo, lo que me permitió expulsar más alcohol al exterior de mi cuerpo.

-Hablé con ella ayer por la noche, y yo le dije lo que necesitaba escuchar. -Dijo. Me giré para mirarla de frente, pero sólo hizo que tuviera ganas de vomitar, debido al movimiento repentino.

- ¿Qué has dicho? -susurré, demasiado débil.

-Nada, dale, termina acá y después te metes en la cama, ¿de acuerdo? -Karen cambió de tema.

Micaela asintió y se quedó de cuclillas en el inodoro durante veinte minutos, para asegurarse de que no necesitaba vomitar de nuevo. Satisfecha, Karen ayudó a Micaela a ponerse de pie y la llevó de regreso a su cama, donde Micaela se quedó dormida casi al instante. Por suerte ellas no tendrían que ir a la escuela hoy, ya que era un día de inserción, nadie tenía que ir, incluida Barbara.

Karen sacó su teléfono y marcó un número.

-Hey, tengo que salir, así que puedes venir a la casa para cuidar de Micaela. Su padre tiene un turno largo, así que estás segura, estaciona el auto a unas cuadras.

-Por supuesto, enseguida voy.

-Muy bien. Ah... y espero que tengas listas tus disculpas.

-La tengo.

-Bueno, nos vemos acá entonces, adiós. -dijo Karen antes de colgar.

Ella no necesitaba salir, pero las dos chicas necesitaban un tiempo para solucionar el problema. Karen salió de puntillas de la habitación de Micaela y trajo una boul, colocándolo en el suelo junto a la cama, por si tenía ganas de vomitar, así no tendría que recorrer un gran camino hacia el baño.

[...]

-Entra. -dijo cuando le abrió la puerta a Barbara, que se veía tan mal como Micaela.
Barbara entró con unas flores en la mano y se puso de pie torpemente en la puerta mientras Karen tomaba las flores y las llevaba a la cocina, para colocarlas en agua.

Cuando regresó, Karen asintió hacia las escaleras y le comentó a Barbara acerca de la horrible resaca de su novia. Barbara suspiró en respuesta y comenzó a subir las escaleras, ahora podía escuchar que la puerta principal se cerraba, y el sonido de las llaves tintineando en la cerradura.

Lujuria oculta (Barbica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora