Estaba realmente agotada. Apenas había logrado dormir mientras pensaba en lo dura que había sido con ella. Se preguntaran en qué demonios estaba pensando, pero no es fácil recuperar a alguien cuando ya me había acostumbrado vivir sin esa persona. Sentí escalofríos cuando me había tocado, pero también me sentí incómoda, como si no fuera natural.
Yo no era la misma persona que era cuando la había conocido. Ya no era audaz, franca, la engreída Micaela Suarez, la chica más caliente de la escuela por la cual los niños babearon. Era Micaela. Simple y llanamente Micaela.
Me levanté para ir a su habitación, abrí la puerta un poco, y estaba medio vestida abrochando su sujetador. Cerré la puerta de inmediato, sin querer ver.
—Estaré esperándote afuera. —dije y procedí a hacer precisamente eso.
Pronto salió, con los ojos hinchados, su maquillaje del día anterior surcado de lágrimas y su Suarez despeinado. Ella estaba lejos de la Diosa que yo solía recordar.
Me siguió escaleras abajo y se sentó en la mesa de la cocina. Le di de comer a los perros y luego cociné algo para desayunar. Sí, yo estaba cocinando, y ella parecía sorprendida, demasiado.
— ¿Tú aprendiste a cocinar? —asentí.
—Desde que me retire de la escuela tuve un montón de tiempo que perder.
Un silencio incómodo se produjo después de eso. Lo usé para recoger mis pensamientos, y los empujé a un lado mientras apilaba los panqueques en dos platos, y luego los colocaba en la mesa con el jarabe de miel.
— ¿Cómo lo hiciste? —preguntó, en relación con los exámenes.
—Sorprendentemente, pasé todo. Parcialmente con '9' y '8' pero algunas con '10' también. —sonrió un poco.
—Bien hecho. —asentí y bajé la mirada de nuevo.
Ella no comía, se quedó mirando como pinché la comida en mi plato. Un hábito que había recogido. Ahora me gustaba cocinar, pero desde mi actual peso podría decir que no comía mucho de mi propia comida, o cualquier alimento.
Pinché un pedacito de la torta, mastique, tragué y deje de hacerlo, todo bajo la mirada de Barbara.
— ¿Has ido a ver a un médico? —preguntó, mientras finalmente probaba su desayuno.
— ¿Por qué debería ir?
—Bueno, creo que es obvio lo qué pasa. —respondió, haciendo un gesto hacia mis acciones.
—Bueno... depende, ¿puede ser sobre mi depresión, mi ansiedad, mi anorexia o mi insomnio, a que te refieres? —le pregunté, haciendo una mueca ligera. Bajé la mirada, no quería mirarla.
— ¿Sufres de todo eso? —preguntó en un tono preocupado, y asentí para confirmar. — ¿Has recibido tratamiento?
—Me recetaron pastillas contra la depresión, pastillas para dormir, medicamentos contra la ansiedad y una guía de dieta a seguir.
— ¿Y?
Me aclaré la garganta con torpeza, sin querer contestar. Entonces, fui salvada por la campana de la puerta, o... ¿no?
Mi padre iba entrando a la cocina.
—Hmm, Mica ese olor... —se detuvo cuando vio que no estábamos solos. —Oh, hola. —sonrió cálidamente cuando la vio.
—Hola. —Barbara respondió, inclinando la cabeza. Esto iba a ponerse feo.
—Yo soy el padre de Micaela, ¿y tú eres? —preguntó.
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Lujuria oculta (Barbica)
FanfictionSi al entrar al salón de clases me hubieran dicho que mi vida cambiaria para siempre, no lo hubiera creído.