Capitulo 42

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Sus orejas se levantaron y se lanzó hacia mí, con bastante fuerza, y por primera vez en seis meses pude reír.

— ¿Cómo hiciste eso? —se quedó sin aliento.

—Lo conozco. —le respondí con una amplia sonrisa, finalmente algo por lo que valía sonreír. 

Él estaba lamiendo mi cara y tratando de meter su lengua en mi oreja al igual que antes, los recuerdos vinieron de nuevo a mí, inundándome como un tsunami, y yo luchaba por mantener la calma.

—Bueno, parece que ha encontrado su nuevo propietario. Claro... si tú lo quieres. —soltó una risita.

—Me encantaría. —le contesté. Saqué algo de dinero de mi bolsillo y se lo ofrecí.

—No, no, por favor, no quiero tu dinero.

—No tienes idea de lo mucho que me has dado, por favor, tómalo. —le respondí y lo puse en su mano.

Le di la espalda y empecé a correr de vuelta mi coche, todavía tenía que recoger a otro pequeño ácaro.

— ¡Gracias! —grité.

— ¡No, gracias a ti! —respondió con una sonrisa.

Me detuve y corrí hacia ella para darle el mismo papel que me dio. — ¿Puedo tener tu número? Así podrás volver a verlo. —pregunté.

Ella asintió con una sonrisa amplia y anotó su número.

— ¡Soy Abril! —ella gritó cuando me alejé de nuevo.

— ¡Micaela! —le contesté, corriendo con todo lo que tenía. Por fin volví a mi coche, puse a Tiguer atrás y arranqué.

Era él, Tiguer estaba conmigo, yo seguía sin poder creerlo.

Me dirigí a la dirección que me dio Abril, y me detuve en un edificio de aspecto tétrico. Corrí con Tiguer hacia el interior y le dije al chico del mostrador que estaba buscando un maltés blanco que había entrado con el perro que tenía en mis brazos. El chico sonreía mientras miraba a Tiguer y me llevó a la parte trasera del lugar.

El sonido de ladridos llenó mis oídos, y me causaron un gran dolor de cabeza, pero no me importaba, yo necesitaba a mi Príncipe también conmigo.

—Ah, él esta... aquí. —se detuvo frente a una jaula vacía, con el rostro lleno de confusión. —Él debería estar aquí, ¡mierda!

— ¿Q-Qué? —lloré.

—Él fue considerado inseguro para realojamiento, así que por normas del centro fue llevado para el proceso de... eutanasia. —dijo leyendo una nota que estaba pegada en la jaula.

— ¿¡Qué!? —grité, asustando a Tiguer. — ¿Cuándo fue eso?

—Hace una hora. —dijo con tristeza, pero después su rostro se iluminó un poco. —Él puede estar todavía allí, vamos.

Corrí detrás del chico e irrumpimos por una puerta donde alojaban a los caninos que iban a dar de baja. Me negué a mirarlos a los ojos era triste y aterrador al mismo tiempo. El chico busco a través de las jaulas y vio una con la etiqueta 'Maltés blanco' en ella, pero estaba vacía.

A continuación, el chico entró a una habitación y cerró la puerta. Me sentía enferma. Él podría estar muerto, y todo porque tenía miedo a estar con alguien que no fuera su madre. Me agaché y lloré con Tiguer, que claramente odiaba estar de vuelta en este lugar por la forma en que temblaba.

La puerta por donde el chico entro se abrió, y eso solo me hizo llorar más.

El chico tenía en sus brazos a mi pequeño Príncipe, que de pequeño ya no tenía nada. Me acerqué a él y lo sostuve en mis brazos mientras él me olía y luego procedía a lamerme la cara.

Lujuria oculta (Barbica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora