-¿No conducís? -Me preguntó, mientras yo miraba por la ventana.
-Lo hago, pero mi auto no prendió esta mañana. -Rodé los ojos y me puse más cómoda. Barbara también tenía un Mercedes, pero tenía asientos de cuero rojos, en comparación con el mío que tenían negro. -Me gusta tu auto.
-Gracias, es mi bebé. -Sonrió.
-¿Hace cuanto lo tenés? -Realmente no quería continuar esta conversación sobre un auto, pero no había mucho más que decir.
-Dos años.
-Aww. -¿Qué estoy diciendo?
-¿Aw? Sos rara, Micaela. -Se rió.
-Estoy pensando que sos más un matón que una profesora; te reís de mi trasero, despues te reís cuando estoy asustada y ahora dices que soy rara. -Resoplé. Ella sabía que yo estaba bromeando.
-Bueno, tal vez deberías dejar de ser tan graciosa. -Me dio un guiño e hizo que mi corazón se detuviera. ¡Ella dijo que soy graciosa!
-Realmente no soy para nada divertida, y te lo voy a mostrar. Knock Knock.
-¿Quién es?
-¡Adelante! -Me miró como si yo fuera un monstruo. -Te lo dije. -Sonreí.
Pero luego se eschó a reír, realmente reía tan fuerte que ya estaba llorando. Me contagió su risa. Los ruidos que salían de ella eran tremendamente divertidos. Di gracias a Dios que nos habíamos detenido en un semáforo en rojo o ella podría haber chocado.
-Oh Dios mío, Micaela. -Dijo calmándose un poco, después de su ataque de risa.
-Wow, esa es la mejor reacción que he tenido de un chiste.
-Lo siento. -Reía ahora como una niña pequeña.
-No te disculpes, es agradable verte riendo después de cómo estabas hoy. -¿Realmente le dije eso a mi profesora?
-Ahora ya sabes qué hacer para animarme. -Vi su sonrisa, y era... ¡Dios! Hermosa.
-¿Qué... Contarte un chiste? Girá a la derecha.
-Sí, pero por favor no en medio de la clase o me moriría de la verguenza.
-Tal vez sería genial una venganza por lo que vos me hiciste en tu primer día. -Sí, fui ahí.
-Oh, astuta. Por favor, no lo hagas. -Me dio una sonrisa suplicante, que poco a poco derritió mi corazón.
-Vamos a ver. Tengo uno sobre un pollo. -Eso la descolocó de nuevo. Por Dios, es una nena. -Dobla en la cuadra que sigue, hacia la derecha, mi casa está al final de la calle. -Me encantó este paseo, pude hablar con ella, como hablo con Karen. Realmente fue como si acabara de ganar una nueva amiga, excepto que yo la quería como algo más que una amiga.
Paró el auto en mi casa y miró por la ventana. -Wow, es un bonito lugar. -Tenía su boca abierta, viendo el bonito paisaje alrededor del lugar en el que vivo.
-Gracias. Y gracias por traerme, de verdad te lo digo. Supongo que estaría en la parada justo ahora si no fuera por vos. -Le di un guiño al que sonrió.
-No hay problema... -Atrapé sus ojos y no podía apartar la mirada. Son tan hermosos. Mis ojos parpadeaban hasta sus labios. Dios, era tan plena, tan brillante, tan irresistible. La miré de nuevo a los ojos y su sonrisa se fue convirtiendo en una mueca.
-¿Qué? ¿Qué pasa? -Empecé a sentir pánico.
-Um... ¿Te gustan los bichos?
-Ew, no sé. ¿Por qué me preguntas eso?
-Está bien, entonces te sugiero que te quedes quieta. -Dijo, mientras lentamente se acercaba a mí.
Había olvidado todo lo que acababa de decir y me centré en su rostro, que cada vez estaba más cerca del mío, como si fuera a besarme. Mi corazón latía con fuerza, mientras yo miraba sus labios, pero de repente, sentí algo subiendo por mi cabeza.
-¿Que carajo es eso? Sacamelo. -Grité desesperada.
-Micaela, calmate. Simplemente quedate quieta. -Barbara estaba sosteniendo mis hombros hacia abajo, tratando de conseguir lo que fuera que tuviera en mi cabeza, pero conmigo saltando como una loca no iba bien. -¡Micaela!
Me detuve. ¡Ella me gritó! No lo podía creer. La miré fijamente, con la bobca abierta, llena de incredulidad. Eso dolió.
De pronto agarró un pedazo de mi cabello y lo sacó, sólo me dediqué a gritar. Y grité más cuando vi que lo dejó caer sobre mí. Era una puta araña enorme. La perdimos de nuevo y comencé a asaltar en su auto. De alguna manera me las arreglé para abrir la puerta y me caí hacia atrás, golpeandomé contra el suelo. Afortunadamente tenía puesto un jean, o Barbara habría visto mi ropa interior.
Rápidamente me puse de pie y empecé a saltar, no tenía ni idea de si ese bicho ya no estaba encima mío, así que continué, hasta que lo vi caminando por el suelo. Levanté mi pie y grité -Muere. -Luego lo pisé.
Miré de nuevo al auto y vi a Barbara mueriendose de la risa, había visto todo lo que había hecho. Si la tierra me tragara en este momento, sería genial.
-Oh mi Dios, no puedo respirar. -Gimió con la cara roja brillante. Sería genial que se desmayaba, yo tendría que hacerle el RCP (Reanimación cardio pulmonar).
-¿Ya terminaste? -Le pregunté, con una ceja levantada y una mano en mi cadera.
-Debería haber grabado esto, podrías haber sido una estrella de YouTube. -Siguió riendo.
-Ja, ja. -Dije con sarcasmo. -Gracias de nuevo por traerme, ahora sólo voy a morir por la verguenza que estoy sintiendo.
-Dramática. -Sonrió. -Nos vemos mañana, Micaela. -Cerré la puerta y la saludé con la mano mientra el auto desaparecía.
Que día.
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Lujuria oculta (Barbica)
Fiksi PenggemarSi al entrar al salón de clases me hubieran dicho que mi vida cambiaria para siempre, no lo hubiera creído.