Capítulo 7

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《Pequeñas cosas》

Llevaba aproximadamente quince minutos mirando la ventana que me daba vista a las delgadas ramas de un árbol; el día apenas comenzaba y yo solo pensaba en: ¿Levantarme o no levantarme? Esa es la cuestión.

Había decidido pasar la noche en casa de Rings, George también se quedó ya que era peligroso volver a casa a altas horas de la noche.

Con pereza me senté en la cama, de seguro ya eran cerca de las 10 am.
Al mirar nuevamente la gran ventana de la habitación, volví a recordar lo ocurrido la noche anterior y digo volví, porque apenas desperté los recuerdos llegaron a mi cabeza cómo una flecha. Me levanté y aún vestido con el pijama que Ringo me había prestado, salí de la habitación; apenas di un paso fuera de ésta, el dulce aroma de hot cakes llegó a mi nariz.
Bajé las escaleras sin prisa y finalmente llegué a la cocina, en dónde Ringo preparaba hot cakes y los apilaba sobre un plato mientras Geo ojeaba el periódico.

-Buenos días.- saludé con voz raspoza, caminando a la pequeña mesa redonda en el centro de la cocina.

-Buenos días, Paul.- dijeron al unísono.
Me senté y Ringo dejó un plato con hot cakes frente a mí.

-Los hice especialmente para ti.- me dijo sonriente. En ese momento por mi cabeza pasó que Rings tenía gran tacto en los momentos de tristeza, me refiero a que sabía cómo animar a alguien o por lo menos lo intentaba.

-Muchas gracias.- comencé a comer, saboreando la dulce masa. -Están muy buenos.- volví mi vista al plato. No había comido hot cakes desde la muerte de mamá... y es que en casa nadie los preparaba cómo ella, ni siquiera yo.

Comí todo y subí nuevamente para vestirme; ese día quería evitar pensar en John, pero demonios, era imposible.

Salí de casa de Ringo, necesitaba volver a mi hogar para ver a Mike y a mi padre, no quería que se preocuparan por nada.
Mientras iba camino a casa, contaba las lineas que me encontraba en el pavimento, sin mirar ningún momento hacia en frente, tarareando una canción de Buddy Holly. En ese momento me detuve en seco al sentir cómo alguien pasaba su brazo por mis hombros.

-¿John?- lo miré atónito, realmente no esperaba encontrarmelo tan pronto. Maldición.

-¿Dónde fueron tú y Harrison anoche?- evité su mirada, posando la mía en el suelo.

-No me sentí bien, así que Geo me llevó a casa.

-¿Ya estás mejor?- lo miré confundido, queriendo llorar, sin embargo no me lo permití.

¿Acaso era consciente de la confusión... de la tormenta que provocaba en mí?

-No te ves muy bien... ¿sabes? Ven conmigo.- sin soltarme, comenzamos a caminar a un lugar desconocido para mí, finalmente cruzamos la calle después de una manzana y nos adentramos en una tienda de caramelos.

-¿Qué hacemos aquí?- le pregunté mirando la gran cantidad de caramelos, de diferentes formas, colores y sabores.

-Elige lo que te guste, ¿o prefieres ir a otro lugar? ¿quieres otra cosa?

No podía creerlo, ¿era en serio? ¿Estaba dispuesto a gastar su dinero por mí?

-John... no es necesario.

-Vamos, dime qué te gustaría.- me sonrió.

-Yo... yo... hace mucho que no tomo un batido de plátano.- respondí tímido, sin mirarlo en ningún momento.

-Está bien.- posó su mano sobre mi hombro -¿Conoces la plaza que está cerca de aquí?- asentí -Vé allí y espérame.

No lo comprendí del todo, pero no me negué y fui a aquella pequeña plaza, pasé aproximadamente diez minutos o quizás menos viendo a los niños pequeños jugar, riendo, corriendo y exclamando.

-Ya llegué.- sentí el cómo John se sentaba a mi lado, en la pequeña banca en la que estaba sentado desde el momento que llegué a la plaza-¿Tardé mucho?

-No.- le sonreí aún algo desanimado.

-Toma.- me entregó uno de los dos batidos de plátano que traía.

-Gracias.- comencé a beber, la verdad si me sentía mejor. Pude sentir la mirada del castaño sobre mí y no dudé en girarme para verlo -¿Tú no beberás tu batido?- cuestioné al ver intacto el batido de plátano en su mano.

-¿Éste? No es mío.- alcé una ceja sin comprender y me tendió el batido -Es tuyo. Si no estás satisfecho puedo ir a comprar más, te compraré todos los batidos que quieras... todo con tal de ver que estás feliz otra vez.- me sonrió de una forma tan linda que no pude evitar sonrojarme.

John me intentaba hacer feliz aún sin percatarse de que él mismo me hacía daño, pero con esas cosas pequeñas, cómo el comprarme batidos o sonreirme de aquella forma... con esas pequeñas cosas John lograba enamorarme cada vez más, y por ahora no me importaba nada más.

* * * * * *

Me encontraba leyendo, tendido en el sofá familiar de la sala; había pasado menos de una semana desde "La noche dolorosa", y yo ya había medio perdonado a John, aunque claro, éste último ni cuenta se había dado.

En eso, el teléfono sonando de forma ruidosa interrumpió mi lectura, me levanté rápidamente del sofá, dejando mi libro a un lado, sobre la mesita de centro.

Caminé lentamente hacia el teléfono, el cuál cada vez sonaba más insistente.

-¿Diga?- hablé colocándome la bocina en la oreja.

Hubo un largo silencio hasta que la voz de John me hizo estremecer-. Paul.- soltó junto a un sollozo.

-¿John, qué ocurre?

-Paul, mi... mi ma...- volvió a soltar un sollozo.

-Espera, Johnny. ¿estás en casa? Iré a verte y me explicarás todo, ¿bien?- corté después de escuchar el suave "Está bien" de John. Salí de casa cruzándome con Mike, no le di explicaciones y solo me eché a correr. Corrí hasta la casa de John, aún cuándo hubiese sido más sencillo tomar un bus, prefería no perder tiempo. Al ir llegando pude ver la silueta de Lennon, sentado en el pavimento con la cabeza gacha; me detuve a unos pasos de él, respirando de forma agitada.

-John.- el mencionado alzó la mirada, encontrándose inmediatamente con la mía. Su rostro estaba empapado en lágrimas y sus ojos estaban rojos.

-Paul.- se levantó y se abalanzó a abrazarme -Se ha ido, Paul.- lloró, hundiéndose en mi hombro y mojándolo, aunque no me importó.
Había entendido perfectamente las palabras del castaño y no pude hacer más que abrazarlo con fuerza -Apenas había vuelto a mi vida... y ahora, no volverá. Paul, ella no volverá.

-No, no lo hará.- respondí intentando aguantar las lágrimas. Me dolía ver John así, pero no era solo por eso que sentía horribles ganas de llorar, sino que también había recordado a mamá... había aguantado por tanto tiempo éstas lágrimas debido a su muerte, ocultándolas bajo una sonrisa que día a día se hacía más débil, tanto que ya no podía ocultarlas más, debía dejarlas salir y así lo hice, abrazando a John quién tampoco podía parar de llorar, juntando nuestros cuerpos.

En ese momento pude sentir nuestros corazones más juntos que nunca, latiendo con fuerza, inquietos.

Hasta no poder más  [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora