Capítulo 12

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《Flores, canciones y no puedo olvidarte

La tarde era temperada, el sol era cálido, pero no lo suficiente cómo para sudar.
Los pocos niños que se hallaban en las calles corrían y reían, jugando y de vez en cuándo discutían por pequeñeces. Una voz masculina captó la atención de algunos, quienes buscaron rápidamente con la mirada al proveedor de ésta; al hallarlo, corrieron en dirección a su ubicación.
El proveedor de aquella llamativa voz era un chico joven, se cabellos negros, cejas delgadas y arqueadas, labios pequeños y carnosos.

Algunas pequeñas niñas se le quedaban mirando, cómo si hubiesen encontrado a su príncipe azul, cómo los de Blanca Nieves y Cenicienta.

Paul entre abrió los ojos, encontrándose con varios jovencitos y jovencitas que lo observaban, atentos a su forma de cantar y tocar la guitarra. El mayor se fijó en las pequeñas niñas, tan fascinadas por su canción cómo unas verdaderas fans.

-Hola.- dijo mostrando sus orbes color hazel, algunas de las niñas suspiraron al instante de apreciarlos.

-Tocas muy bien.- se animó a decir un pequeño niño rubio, no parecía superar los ocho.

-Gracias.- sonrió, comenzado a tocar algunos acordes, intentando improvisar algo.

-¿Dónde aprendió a tocar?

-Aprendí solo...

Los niños se miraron, sorprendidos, algo que hizo reír internamente Paul.

-Po... ¿Podría tocarme una canción? - preguntó tímida una pequeña pelicastaño, un castaño que en cualquier momento podía ser tomado como rubio.

-Por supuesto, ¿qué te gustaría? ¿Elvis? ¿Buddy Holly?

-Algo que tu hayas escrito.- dijo sonriendo, ahora con más confianza.

-¿Algo mío?- miró el cielo lleno de esponjosas nubes, pensando -¡Ya sé! - exclamó asustando a los niños -Te cantaré una que escribí con una persona muy especial.- comenzó a tocar los primeros acordes, recordando aquel momento en que esa persona especial se la cantó dulcemente al oido.
Antes de poder terminar la canción los niños eran llamados por sus madres para volver a casa, todos se despidieron de McCartney y éste solo les regalaba sonrisas, uno que otro apretón de manos a los niños y un tierno beso en el dorso de la mano a las niñas. Para cuándo ya se encontraba solo, se levantó de la banca en la que estuvo sentado gran parte del día y se levantó para comenzar a caminar a aquel pequeño y barato hotel, de mala muerte sería la mejor forma de definirlo, pero McCartney tampoco podía exigir mucho, ya que no tenía dinero para algo mejor y gracias a lo barato que le salía, le alcanzaba para comer algo en la cafetería de enfrente.

Llevaba así exactamente una semana y dos días, no había vuelto a saber de la banda y prefería no saber nada por el momento, Paul reconocía que había dejado ir la que pudo ser la mejor oportunidad de su vida, pero ya no había vuelta atrás. En esa semana y dos días, Paul se había sostenido con la última paga de su última presentación, algunas monedas que encontraba en la calle y otra que se ganaba tocando en las calles, tal cómo hace un rato.

Entró en el descuidado y pequeño edificio, el cuál parecía que en cualquier momento se comenzaría a desmoronar, subió los tres pisos que debía subir para llegar a la que era su habitación; finalmente llegó, se adentró en su habitación, un cuarto pequeño, después de todo solo era para dormir, por lo que dentro solo había una cama pegada a la pared, una lámpara sobre un horrible escritorio, un pequeño basurero, un baño en el que con suerte y podía entrar y finalmente una ventana junto a un florero, que era lo más bonito de la habitación.
El florero era color crema con flores rosas pintadas en él, según la dueña del edificio, aquel objeto lo había dejado una mujer, una pintora y Paul no lo dudó, ya que al sacar las flores marchitas del florero para reemplazarlas por unas frescas, se encontró con una tarjeta, una nota.

"Éste florero lo dejo para hacer de tus días algo mejor, para iluminar tus malos momentos y para animarte a vivir aún a pesar de las dificultades. Puede que no sepa nada de ti, pero sé que si estás aquí es porque no la estás pasando bien.
Te deseo mucha suerte.

P.D.: Coloca el florero en dónde más te guste.

Paul había guardado la tarjeta, cuándo encontró el florero, éste estaba sobre el escritorio, pero Paul decidió cambiarlo de lugar, decidió dejarlo a un lado de la ventana. ¿Por qué ahí? Bueno, McCartney tenía una linda vista del exterior y el ver flores tiñendo se color esa vista no le pareció mala idea.

Dejó con cuidado la guitarra en el suelo, apoyandola sobre la pared.

A pesar de su decisión y de lo ocurrido con John, aquel joven pelinegro ni podía olvidar u odiar a Lennon por más que quisiera, porque claro, borrar a alguien de tu vida, mente y corazón no es fácil y no siempre es posible, puesto que aquella persona siempre deja una pizca de si mismo en ti, y eso había ocurrido en este caso.

Paul se llevó ambas manos al rostro, tapando sus ojos un momento.

-Mañana será otro día, mañana todo mejorará.- se dijo una vez más, aquellas palabras las repetía todos los días al final de cada jornada, rogando que éstas se hicieran realidad.

Pero la vida no te da si tú no entregas algo a cambio.

Hasta no poder más  [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora