Capítulo 13

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《Suaves cabellos》

El día comenzó frío, lo que le hizo recordar a su natal Liverpool. Paul abrió los ojos lentamente, el frío de la habitación lo había despertado, en esos momentos estaba seguro de que estaba más frío dentro que fuera.
Se sentó lentamente sobre la cama, dirigió su mirada a la ventana de forma inmediata, el pequeño ramo de margaritas seguía ahí, aún algo frescas; el pelinegro se levantó de la cama, descalzo caminó hacia la ventana, miró aquel paisaje grisáceo, aquella calle era especialmente monocromática, mucho más que las otras calles ¿o era así solo para el de ojos color hazel?

Mientras Paul observaba el cómo las escasas tiendas se abrían se animó al ver que la cafetería de enfrente giraba su letrero de "cerrado" a "abierto". Se cambió a toda velocidad, tenía demasiada hambre, considerando que comía una o dos veces al día, un gran descontrol para su común alimentación inglesa. Tomó su guitarra y salio de su habitación; corrió escaleras abajo para llegar pronto a saborear un buen desayuno, Paul pensaba en que no se había dado el lujo de disfrutar un tea break desde hace mucho, algo que antes era muy normal en su día a día. Cuándo finalmente cruzó la calle, se encontró con Melissa, la chica que normalmente lo atendía.

-Buen día, Mel.

-Buenos días, Paul.- saludó sonriente -¿Huevos con tocino?- el menor asintió y se adentraron a la cafetería.

Melissa muy normalmente coqueteaba con Paul, aún siendo cuatro o cinco años mayor que él; para Paul ella era una chica muy atractiva, de brillantes rizos canela y piel blanca, pero no sentía nada por ella, ni sentimientos ni deseo carnal.

-Vé a tu mesa, yo te traigo en seguida tu desayuno.- el menor asintió y se fue a la mesa que estaba pegada al gran cristal que tenían por pared.
Paul se sentó y de inmediato se dedicó a observar las calles y la gente que caminaba por ellas, algunas personas iban apresuradas y otras lento, cómo si tuviesen todo el tiempo del mundo.
-Aquí tienes.- dijo Melissa, colocando el plato de huevos con tocino y un vaso con jugo de naranha frente al chico.

-Muchas gracias, Mel.

-No es nada.- le guiñó un ojo.

-Ya vé a trabajar o te despedirán.

-Bien, me voy.- sonrió divertida.
McCartney comió su desayuno lentamente, disfrutando su sabor.

Estuvo ahí hasta que el sol se asomó por las esponjosas y grises nubes, entonces decidió pagar y salir para hacer su rutina de vagar por las calles en busca de un lugar para sentarse y tocar sus canciones.

Finalmente encontró un buen lugar cercano a una tienda de caramelos, no le parecía que la gente pasara mucho por ahí, pero era un lugar cómodo para tocar; toda la tarde se la pasó caminando por diferentes calles, tocando y recibiendo monedas por hacerlo.
Decidió caminar un rato, pensando en cosas sin sentido, pensando en cómo estaría George, Ringo y... John; aún no sabía si eran un éxito, tampoco había ido a ver si seguían tocando en aquel bar, pero luego pensó en que sería un peso menos para su ser, así no se sentiría tan arrepentido. Pensó en qué haría si lograba volver a Liverpool, una opción muy lejana a la realidad en esos momentos.

Cuándo volvió a la realidad,  de golpe, Paul notó que se había alejado mucho de su zona segura. Había entrado a las peores calles de Hamburgo.

-Mierda.

Miró a las prostitutas, ofreciéndose a cualquier tipo que se encontraran, también habían homosexuales, hombres ebrios y niños pidiendo dinero. Maldición, vaya lugar al que fue a caer por andar en las nubes.

Respiró hondo y se volteó para volver por dónde llegó, pero alguien lo jaló de la muñeca.

-Oye tú.- era un hombre de más o menos treinta años, estaba ebrio, se notaba por su rostro y por el fuerte olor a alcohol que despedía, pero no parecía lo suficientemente ebrio cómo para perder los sentidos aquel hombre sabía lo que hacía.

-¿Q... Qué quiere?- tartamudeó, nervioso.

-Tienes un rostro muy bonito, ¿sabes? No tengo para una prostituta, las muy malditas cobran demasiado, pero ahora que te miro tú no estás nada mal.

-Sueltame.- masculló intentando zafarse de su agarre, pero aquel hombre tenía más fuerza que McCartney.

-Vamos, pequeño.

-¡No!

-¡No grites!- el puño de aquel hombre fue a parar a la mejilla del menor, el golpe fue tan fuerte que mandó al pelinegro al suelo, rompiendole el labio inferior -Ven aquí.- tomó a McCartney del brazo y lo jaloneó hasta un callejón no muy lejano, éste era pequeño, tenía tres basureros y lo demás era espacio sin utilizar.

Paul quiso gritar, pero sabía que nadie lo ayudaría.

La guitarra del pelinegro fue a dar al piso, aquel hombre arrastró al menor hasta el fondo del callejón y lo lanzó contra la pared, dejándolo algo tonto por unos segundos.

-Esto se pondrá bueno.- dijo entre dientes el hombre, ansioso por lo que ocurriría a continuación. Se quitó el cinturón.

-¡No!- gritó Paul al sentir las frías manos de aquel hombre intentando bajarle el pantalón, finalmente este último se aburrió y con brusquedad quitó el cinturón del joven y bajó sus pantalones -¡Aléjate de mí!- Paul forcejeaba con aquel hombre, sin embargo cómo éste le ganaba en fuerza y altura, logró dejarlo inmovilizado.

Otro golpe directo al rostro lo dejó en shock unos minutos.

-Date la vuelta, pedazo de mierda.- el mayor dió vuelta al chico, dejándo su rostro y pecho contra la fría pared de cemento -Esto te gustará.

-No...- Paul no era capaz de hacer nada, solo de llorar y susurrar cosas sin sentido, pero entonces un ruido le hizo reaccionar. Aquel hombre había escupido -¡No por f- pero fue penetrado por aquel hombre.

Un grito ahogado.

Las penetraciones eran fuertes, Paul en esos momentos solo deseaba morir, que todo acabara ahí, por un momento pensó en que George o John aparecerían para salvarlo, pero eso jamás ocurrió.
En un principio Paul quiso ahogar sus gritos, mordiendo su labio herido, pero no pudo, los gritos del menor no se detenían, de vez en cuándo eran interrumpidos por un gemido de dolor o el llanto que era imposible detener.

Finalmente terminó. Aquel hombre, ya satisfecho se subió los pantalones mientras Paul lentamente se desplomaba en el suelo, deslizándose por la pared.

-¡Hijo de puta!

Aquel grito retumbó en las paredes.

Paul, sin embargo estaba en shock, solo pudo observar la escena cómo si esta estuviese en cámara lenta.

Aquel hombre siendo golpeado por una persona de cabellera castaña.

Cabellera castaña.

Paul vió cómo aquel hombre que le había robado su virginidad era golpeado por otros chicos mientras aquella persona de cabellera castaña se le acercaba y le hablaba, pero el pelinegro no podía escucharlo claramente.

-Ringo...

-Estarás bien, todo estará bien.- logró entender.

-No... ya nada lo está...- respondió cerrando los ojos lentamente.

Hasta no poder más  [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora