CAPITULO 4

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Se reunieron con los demás formando un grupo compacto alrededor de una mesa donde la esposa de Blanco, Alaana, había puesto café y unas bandejas con ternera y pan.

-¡coman algo señores! – Ordenó Anthony – nos espera un arduo trabajo; ¿que sabemos muchachos?

- patrón encontramos el rastro – se apresuró a responder Mark – Blanco infórmales

- llegaron por el camino principal – empezó a explicar el mestizo – fueron tres y son astutos, o al menos eso creen ellos; trataron de confundir llevando los caballos hacia atrás al irse, partieron hacia el norte en dirección al Pecos, si tomaron por el rio, temo que será muy difícil seguirles el rastro. Nosotros en tanto que ustedes llegaban avanzamos una milla en esa dirección y las huellas son constantes

- ¿Cómo sabes que llegaron por el camino principal?- interrogó el sheriff

- verá sheriff, las herraduras de nuestros caballos están en perfecto estado, a diferencia de uno de los de ellos que trae la punta de la izquierda trasera rota, le falta como media pulgada en la punta; empezamos a seguir esas huellas desde el cruce y vinieron directamente hacia este lugar; todo parece indicar que sabían que la patrona estaba sola porque no intentaron ocultarse al venir; tras las rocas del recodo angosto de un par de millas atrás, estuvieron detenidos un tiempo, tal vez vieron a alguien y se ocultaron pero nada más.

-¡vamos! - ordenó Anthony – guíanos hasta el rio, Blanco; no podemos perder más tiempo, al menos hasta allí iremos todos juntos

Todos se apresuraron a ir por sus caballos, en los que, una vez alzados, partieron al galope, en el fondo todos sabían que las posibilidades de encontrar algo eran muy pocas, pero debían agotarlas; algo habrían de hallar.

Anthony se acercó al mestizo para ir a la par con él y en un momento que hicieron una parada para comprobar el camino, le preguntó

-dime Blanco, ¿Dónde estaba Alaana anoche? ¿No escuchó ella nada?

- la verdad patrón, es que ayer en la mañana ella fue a la reserva a ver a sus padres, yo la hice venir esta mañana tan pronto llegamos y mientras unos fuimos tras las huellas otros prepararon la comida, ella llegó un poco antes de que ustedes arribaran

- de alguna manera, creo que fue mejor que no estuviera anoche; de otro modo también tu estarías llorando a tu familia – le dijo Anthony melancólico

- eso lo se patrón, y de veras siento su perdida; también es nuestra pérdida; le ayudaremos con gusto a encontrar a los culpables.

Continuaron cabalgando hasta llegar al rio donde una vez más desmontaron y procedieron a examinar el terreno en busca de las anheladas pistas; en efecto, todo indicaba que habían tomado el río tal como Blanco había sugerido, en la tierra se podía ver claramente las huellas de los caballos, y de la manera que el mestizo había explicado, ahora cada uno pudo corroborarlo, a una de las herraduras le faltaba una parte.

Franklin Morris inclinado examinando el terreno alrededor se levantó y fue hacia un lado de los demás

-al menos dos de ellos son grandes – comentó, era uno de los mejores rastreadores con los que contaban los Rangers – por aquí se bajaron de sus monturas, dos pares de huellas son más profundas que el otro par, este último se separó del grupo y vino por aquí – señaló el teniente, todos le estaban atentos – fue hasta esos arbustos, creo que estuvo meando – dijo al llegar junto al lugar que había señalado e inclinado una vez más hacia la tierra – después fue de regreso, montaron una vez más y se dispusieron a emprender la marcha nuevamente.

PREPARADAS PARA MORIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora